CAPÍTULO 2
Dios, sus obras
“Jehová de los
ejércitos, solo tú eres Dios de todos los reinos de la tierra; tú hiciste los
cielos y la tierra” (Isaías
37.16).
Dondequiera
que usted mire, sea en los cielos o en la tierra, usted verá las maravillosas
obras de Dios. El rey David, al contemplar la gloria de Dios en la naturaleza,
cantó:
Los cielos
cuentan la gloria de Dios,
Y el firmamento anuncia la obra de sus manos.
Y el firmamento anuncia la obra de sus manos.
Un día emite
palabra a otro día,
Y una noche a otra noche declara sabiduría.
Y una noche a otra noche declara sabiduría.
No hay lenguaje,
ni palabras,
Ni es oída su voz.
Ni es oída su voz.
Por toda la
tierra salió su voz,
Y hasta el extremo del mundo sus palabras (Salmo 19.1–4).
Y hasta el extremo del mundo sus palabras (Salmo 19.1–4).
Observamos
la gloria infinita de Dios en sus maravillosas obras a nuestro alrededor. Los
cielos y la tierra proclaman la gloria de Dios. Esta gloria nos habla al mismo
tiempo de las glorias venideras que serán aun más grandes. A él le adoramos por
su poder incomparable, su gracia maravillosa, su amor tierno y su compasión
hacia nosotros que somos criaturas indignas hechas de polvo. Miramos hacia los
dominios insondables del Altísimo, y en nuestra imperfección procuramos estudiar
las obras de Dios. Para hacer más fácil este estudio lo hemos dividido en dos
partes: (A) LA CREACIÓN y (B) EL SEÑORÍO DIVINO.
A. LA
CREACIÓN
Nuestro
estudio comienza en el “principio” de Génesis 1.1. En lo que se refiere al
tiempo anterior a la creación, Dios no le ha revelado nada al hombre excepto
unas pocas palabras como en Juan 17.5 y Efesios 1.4. La frase “En el principio”
señala el principio de todas las cosas que existen en nuestro universo. Aquí es
donde Dios abre su primer capítulo de revelaciones y dice “creó Dios”, y es
precisamente aquí donde el ateo con su filosofía humana empieza con “podríamos
suponer que...”. Pero el hijo humilde de Dios cree el hecho sencillo que fue
entonces cuando “Dios creó los cielos y la tierra”.
La semana de la
creación
Génesis
describe de la siguiente forma la obra de Dios durante la semana de la
creación:
El
primer día: La luz, el día y la
noche
Y dijo Dios: Sea
la luz; y fue la luz. Y vio Dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de
las tinieblas. Y llamó Dios a la luz Día, y a las tinieblas llamó Noche. Y fue
la tarde y la mañana un día
(Génesis 1.3–5).
El
segundo día: Los cielos
Luego dijo Dios:
Haya expansión en medio de las aguas, y separe las aguas de las aguas. E hizo
Dios la expansión, y separó las aguas que estaban debajo de la expansión, de las
aguas que estaban sobre la expansión y fue así. Y llamó Dios a la expansión
Cielos. Y fue la tarde y la mañana el día segundo (Génesis 1.6–8).
El
tercer día: La tierra, el mar y las
plantas
Dijo también
Dios: Júntense las aguas que están debajo de los cielos en un lugar, y
descúbrase lo seco. Y fue así. Y llamó Dios a lo seco Tierra, y a la reunión de
las aguas llamó Mares. Y vio Dios que era bueno. Después dijo Dios: Produzca la
tierra hierba verde, hierba que dé semilla; árbol de fruto que de fruto según su
género, que su semilla esté en él, sobre la tierra. Y fue así. Produjo, pues, la
tierra hierba verde, hierba que da semilla según su naturaleza, y árbol que da
fruto, cuya semilla está en él, según su género. Y vio Dios que era bueno. Y fue
la tarde y la mañana el día tercero (Génesis 1.9–13).
El
cuarto día: El sol, la luna y las
estrellas
Dijo luego Dios:
Haya lumbreras en la expansión de los cielos para separar el día de la noche; y
sirvan de señales para las estaciones, para días y años, y sean por lumbreras en
la expansión de los cielos para alumbrar sobre la tierra. Y fue así. E hizo Dios
las dos grandes lumbreras; la lumbrera mayor para que señorease en el día, y la
lumbrera menor para que señorease en la noche; hizo también las estrellas. Y las
puso Dios en la expansión de los cielos para alumbrar sobre la tierra, y para
señorear en el día y en la noche, y para separar la luz de las tinieblas. Y vio
Dios que era bueno. Y fue la tarde y la mañana el día cuarto (Génesis 1.14–19).
El
quinto día: Los animales marinos y las
aves
Dijo Dios:
Produzcan las aguas seres vivientes, y aves que vuelen sobre la tierra, en la
abierta expansión de los cielos. Y creó Dios los grandes monstruos marinos, y
todo ser viviente que se mueve, que las aguas produjeron según su género, y toda
ave alada según su especie. Y vio Dios que era bueno. Y Dios los bendijo,
diciendo: Fructificad y multiplicaos, y llenad las aguas en los mares, y
multiplíquense las aves en la tierra. Y fue la tarde y la mañana el día
quinto (Génesis
1.20–23).
El sexto
día: Los animales de la tierra y el
hombre
Luego dijo Dios:
Produzca la tierra seres vivientes según su género, bestias y serpientes y
animales de la tierra según su especie. Y fue así. E hizo Dios animales de la
tierra según su género, y ganado según su género, y todo animal que se arrastra
sobre la tierra según su especie. Y vio Dios que era bueno. Entonces dijo Dios:
Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en
los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra,
y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su
imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. (…) Y vio Dios todo
lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera. Y fue la tarde y la
mañana el día sexto (Génesis
1.24–31).
El
séptimo día: El reposo
Y acabó Dios en
el día séptimo la obra que hizo; y reposó el día séptimo de toda la obra que
hizo (Génesis
2.2).
Verdades acerca de
la creación
1.
Dios hace grandes hazañas con
facilidad
Dios creó
por medio de la palabra de su boca. Por ejemplo:
Y dijo Dios: sea
la luz; y fue la luz.
Dijo también
Dios: (...) Descúbrase lo seco. Y fue así.
Dios, con
sólo hablar, creó los cielos y la tierra y ordenó la naturaleza. Es cierto que
el hombre simplemente al oprimir un botón puede poner en movimiento grandes
fábricas industriales; pero Dios hizo todo el mundo sin tener que esforzarse.
Debemos acordarnos de este poder maravilloso e incomparable, no solamente al
estudiar la creación, sino también al estudiar cómo él gobierna el
universo.
2.
Dios lleva a cabo toda su obra en
perfección
Dios nunca
tuvo que probar o desarrollar sus ideas. Lo que él hace, sirve. Tan perfecta fue
la obra de Dios en la creación que los hombres han hecho un dios de este sistema
ordenado y han tratado de probar con ello que no hay Dios.
3.
Dios creó las distintas
especies
Dios ordenó
que los animales y las plantas que él mismo creó debieran reproducirse según
su especie o según su género. No hay ninguna evidencia en este mundo
que demuestre que alguna especie superior se ha desarrollado de una especie
inferior.
4.
Dios creó al hombre a su
imagen
Dios creó
al hombre del polvo de la tierra a su propia imagen. Esta verdad no armoniza con
la teoría antibíblica de la evolución, la cual declara que el hombre se
desarrolló de los animales inferiores en el transcurso de millones de años. La
Biblia y la teoría de la evolución están en polos opuestos.
5.
Dios le dio una posición
exaltada al hombre
El hombre,
como Dios lo creó, era único en la creación. Fue un ser viviente, llevó la
imagen de su Creador y pudo comunicarse con él. Adán fue tan inteligente que
pudo dar nombres a todos los animales que Dios había creado y tuvo dominio sobre
toda la tierra. Dios creó la naturaleza para servir al hombre.
6.
La creación manifiesta la
sabiduría de Dios
Cada planta
y cada animal cumplieron con el propósito que Dios le asignó. El reino animal
fue puesto al cuidado del hombre. Dios ordenó todo y a cada una de sus criaturas
les proveyó todo lo necesario. Él dio provisiones en abundancia para el
contentamiento y bienestar de los hombres y los animales. Y para que los hombres
entendieran de la manera que él lo había creado todo entonces aparece la
explicación en los primeros dos capítulos de Génesis. Todo lo que Dios había
hecho era “bueno en gran manera”.
Teoría del
desarrollo progresivo
El elemento
prominente en esta teoría es la evolución. La misma tiene varias modificaciones,
desde el ateísmo absoluto hasta el intento de armonizar la evolución con la
Biblia. Todas las modificaciones entran en conflicto cuando son confrontadas con
la verdadera creación descrita en la Biblia. Veamos:
· Es
difícil acomodar lo que pasó en los seis días específicos de la creación con la
teoría de que los seis días fueron épocas geológicas que duraron millones de
años. Es aun más difícil acomodar la idea de una progresión gradual con la
declaración bíblica que Dios “formó al hombre del polvo de la tierra” y “creó
Dios al hombre a su imagen”. Con esto vemos que el hombre no evolucionó de un
microbio o de un mono, como muchos pretenden hacernos creer. (Lea Hebreos 11.3.)
El hijo de Dios, aunque no tenga educación, comprende cómo fueron hechos los
cielos y la tierra porque cree en lo que dice en Génesis.
· Los
que defienden la teoría de la evolución tienen que confesar que sus creencias se
basan en teorías que no se pueden comprobar. No se ha hallado el supuesto
“eslabón perdido” entre el hombre y los animales. Todos los esfuerzos por
comprobar que había una generación espontánea (es decir, que la vida apareció
por sí misma donde no había existido), han fracasado grandemente. No hay
evidencia en los fósiles que demuestre que una especie inferior se haya
transformado en una especie superior. Mientras que la evolución carece de
argumentos en tantas maneras, la Biblia se mantiene fiel y verdadera con el paso
del tiempo. Lo que en una generación se considera ser una verdad científica,
muchas veces en la generación siguiente se comprueba que es falsa. La teoría de
la evolución de una especie a la otra no concuerda con las escrituras ni con lo
que se observa hoy en la naturaleza.
· Nosotros nos negamos a llamar evolución a los mejoramientos
que el hombre ha realizado en las especias. Es cierto que en muchos casos ha
habido adelantos maravillosos, pero estos adelantos resultan de la sabiduría de
Dios dada a los hombres y no por la naturaleza misma. La naturaleza, sin la
intervención del hombre, regresa al estado original. El hombre ha transformado
el durazno de ser una fruta pequeña y amarga a una fruta sabrosa y azucarada
como la conocemos hoy. Pero aún así continúa siendo un durazno. El cerdo se ha
desarrollado a un animal grande y gordo, en algunos casos pesando hasta media
tonelada. Sin embargo, aun así continúa siendo un cerdo. El caballo más gordo y
robusto de nuestros días, comparado con los más flacos y pequeños de la
antigüedad, constituye otro ejemplo del desarrollo de las especies. No obstante,
sigue siendo un caballo. Pero cuando el hombre no contribuye a la reproducción
de las especies en el transcurso de unas pocas generaciones las mismas regresan
a su estado natural.
· Los
que se oponen a la milagrosa creación bíblica se enfrentan a un milagro aun más
inexplicable: el origen de la materia de la nada. Si negamos que ésta fue creada
por Dios no nos queda otra cosa que suponer que empezó por mera casualidad. El
origen de la vida también es un milagro. Si negamos que la vida fue creada por
Dios, no tenemos otro recurso más que concluir que las cosas comenzaron a vivir
por medio de su propio poder. ¿Por qué los hombres se niegan a creer que los
cielos y la tierra y todas las cosas que en ellos hay fueron hechas por el poder
y el acto creativo de un Dios infinito? ¿Por qué apoyan la teoría del progreso
gradual desde la nada hasta el estado presente del universo cuando ni una sola
teoría sobre este punto ha sido comprobada? ¿Acaso pudiera ser que ellos quieran
evitar una responsabilidad personal ante un Dios creador?
· Por
último, nos negamos a creer en la teoría de la evolución que ahora es enseñada
en la mayoría de los colegios, universidades y seminarios porque la misma nace
del ateísmo. Los que apoyan la evolución niegan la palabra de Dios y a Dios
mismo. Cuando el hombre adquiere una perspectiva falsa de Génesis 1–2 entonces
él obtiene una perspectiva falsa de la Biblia en su conjunto. Todos los hombres
de fe que proponen trasmitir la fe a las generaciones futuras deben prestar
especial atención a este punto.
Dios, nuestro
único testigo seguro
Tal vez
usted se ha hecho la siguiente pregunta: “Si es cierto que los que se oponen a
la Biblia se basan en teorías no comprobadas, ¿por qué hay tantas evidencias que
parecen apoyarlas?” A esto contestamos: Ellos obtienen verdades parciales de
estas evidencias y así las apariencias engañan. Ellos consideran las evidencias
desde una perspectiva antibíblica. Aquí les presentamos algunas
ilustraciones:
Por
ejemplo, en las piedras de unas montañas a muchos kilómetros de distancia de un
río o del mar son encontrados los fósiles de algunos peces. ¿Cómo llegaron hasta
allí? Los que creen en el desarrollo lento de la evolución plantean que los
cambios drásticos que tuvieron lugar durante millones de años provocaron este
fenómeno. Por otra parte, cuando uno que cree la Biblia observa tal evidencia
entonces inmediatamente piensa en los grandes cambios que resultaron del diluvio
mundial en el tiempo de Noé. Y así concluye que la evidencia no prueba que pasó
más tiempo que el que indica la Biblia.
También
hubo un tiempo en que casi todos los científicos creían que el mundo era plano.
En aquel tiempo era una tontería creer que la tierra fuera redonda. Ellos
razonaron así: “Si el mundo fuera redondo los hombres se caerían”. Los
científicos en aquel tiempo opinaban que las evidencias demostraban que el mundo
era plano. Su conclusión se contradecía con lo que aparece en Isaías 40.22 que
habla del “círculo de la tierra”. Por lo tanto, ellos estaban
errados.
La Biblia
es siempre la verdad. No cede a las teorías que la contradicen. En lugar de
dudar acerca de las verdades de la Biblia lo que debemos hacer es confiar en
Dios. Él es el único testigo competente de las cosas que sucedieron aun antes
que hubiera seres humanos para hacer sus observaciones. Nos gusta alabar el
nombre del Señor y decir como el salmista: “Desde el siglo y hasta el siglo, tú
eres Dios” (Salmo 90.2).
La pregunta
que no nos corresponde hacernos es: ¿Será cierto todo lo que dice la
Biblia?
Por el
contrario, la misma debiera ser: ¿Acaso somos fieles a su palabra aunque otros
la contradigan?
B. SEÑORÍO
DIVINO
La creación
del mundo fue sólo el principio de la obra de Dios para el bienestar de sus
criaturas. La historia de la creación es sólo una introducción al poder y la
sabiduría del Creador.
Dios no
solamente creó los cielos y la tierra, sino que también sostiene el
universo en la palma de su mano. Él gobierna sobre todas las cosas según su
sabiduría y voluntad divina, es quien dicta el destino de los hombres y las
naciones y quien también mueve los cielos y la tierra a favor de sus criaturas y
para el bienestar de ellas.
El gobernador
supremo del universo
Dios es el
gobernador supremo del universo. “Los ojos de Jehová están en todo lugar,
mirando a los malos y a los buenos” (Proverbios 15.3). Ni siquiera un pájaro cae
al suelo sin que él lo vea, y Dios hasta cuenta los cabellos de nuestra cabeza.
Dios les ha concedido poder a los hombres, a los ángeles y aun al propio diablo
que “como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar” (1 Pedro 5.8).
Pero Dios ha puesto un límite en el poder de todas sus criaturas. Nosotros no
podemos cruzar ese límite. Muchos creen que el hombre tiene capacidades sin
límite y que sólo tiene que desarrollarlas. Pero la fragilidad del hombre y su
total dependencia de Dios son tan manifiestas que no es necesario discutirlas.
Podríamos pensar que el diablo es el “dios de este siglo” y señor de todos sus
dominios. Sin embargo, él está sujeto a las limitaciones que Dios le ha puesto.
Esto lo podemos apreciar en el primer capítulo de Job. El Creador reina sobre
toda su creación. Él es quien creó todas las cosas, y todas sus criaturas están
sujetas a su santa voluntad. Él es Señor de todos (Hechos
10.36).
El administrador
de todo
Dios es el
administrador de todo. La mano fuerte de Dios está presente en cada
acontecimiento a través de los siglos.
1.
Él manda a sus
ángeles
Él los
manda como “espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que
serán herederos de la salvación” (Hebreos 1.14). Cristo, refiriéndose a los
“pequeños” (Mateo 18.10), dice que “sus ángeles en los cielos ven siempre el
rostro de mi Padre que está en los cielos”. El salmista igualmente nos informa
que “el ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen, y los defiende”
(Salmo 34.7). En el fin, Dios enviará sus ángeles como segadores “y recogerán de
su reino a todos los que sirven de tropiezo” (Mateo 13.39, 41). Ellos serán
importantes mensajeros y ministros de Dios en el gran juicio
venidero.
2.
Él predomina en las
debilidades del hombre
La gracia
de Dios nunca se presentó al hombre con tanta claridad que cuando él impidió los
esfuerzos de Satanás al proveer un Redentor para el rescate del hombre caído. El
apóstol Pablo oró tres veces al Señor para que le quitara el aguijón en su
carne, pero recibió la respuesta amorosa del Señor, “bástate mi gracia”,
asegurándole que su oración le fue contestada con más sabiduría de lo que él
había pensado. La promesa que “el Señor al que ama, disciplina”, nos recuerda
que Dios, con un amor paternal, corrige a sus hijos. Esto concuerda con la
seguridad de la promesa que “Dios (...) no os dejará ser tentados más de lo que
podéis resistir” (1 Corintios 10.13) y que su otra promesa, “no te desampararé,
ni te dejaré” (Hebreos 13.5) es segura y firme para siempre.
3.
Él gobierna a las
naciones
Tanto las
naciones como los individuos están sujetos al poder de Dios. La historia de las
naciones prueba que Dios juzga la iniquidad de cualquier nación a su debido
tiempo. Él castigó a Egipto, a Babilonia y hasta a su propio pueblo Israel por
sus pecados. El poder de Dios sobre las naciones se manifestó cuando sacó a
Israel de la esclavitud de Egipto, cuando los entregó en manos del enemigo,
cuando destruyó el ejército de Senaquerib, cuando arruinó el reino de Belsasar,
cuando derrotó al ejército siríaco en manos de Eliseo y en muchas otras
ocasiones. Aun en la actualidad la mano de Dios se puede ver en los asuntos de
las naciones. Tanto las naciones como muchas personas a menudo no se someten a
la voluntad de Dios. Es por ello que a algunos les parece que Dios no puede
hacer nada, sino dejar que el diablo se aproveche de la situación. Pero con el
paso del tiempo esto no probará la debilidad de Dios, sino su paciencia. El
señorío de Dios se hace evidente en los castigos y en el poder de arruinar a
toda una nación. Porque en el fin, “todas las naciones” (Mateo 25.32) llegarán
al juicio, y la época presente terminará. En todas estas cosas el señorío y la
mano gobernante de Dios están claramente visibles (Génesis 6; 11.1–9;
18.17–19.29; Éxodo 3.7–17; Josué 2.24; Jueces 2.11–23; 1 Samuel 15.1–23; 2 Reyes
17–19; Daniel 5).
4.
Él gobierna los
elementos
Dios
gobierna la lluvia, la temperatura, el viento y las tormentas. Él contesta las
oraciones de su pueblo en cuanto a estas cosas. Por ejemplo, Elías oró y la
lluvia cesó. Oró otra vez y llovió en abundancia (1 Reyes 18; Santiago 5.17–18).
Cuando Samuel oró hubo truenos en el tiempo de la mies y el pueblo tuvo miedo
por esta manifestación del poder de Dios. En nuestros tiempos ha habido casos de
gobernantes que atendiendo a las peticiones de los ciudadanos, han nombrado un
día especial de oración dedicado a la lluvia. Varias veces ha llovido
inmediatamente después de haber elevado estas fervientes peticiones a Dios. Sin
embargo, algunas personas, aunque no dudan del poder de Dios, insisten en que
los cambios del tiempo son gobernados por leyes fijas de la naturaleza misma.
Pero, ¿quién estableció estas leyes fijas? ¿Acaso no puede el gobernador del
universo, así como cualquier otro legislador terrenal, suspender, cambiar o aun
revocar cualquier ley dentro de su poder? Debemos agradecer al Señor sea cual
sea el estado del tiempo, porque sus leyes son perfectas y porque él ordena
todas las cosas con sabiduría y para nuestro bien.
5.
Él preserva su
creación
Dios es el
preservador de toda su creación. Esto se hace evidente en la declaración que
aparece en Nehemías 9.6: “Tú solo eres Jehová; tú hiciste los cielos, y los
cielos de los cielos, con todo su ejército, la tierra y todo lo que está en
ella, los mares y todo lo que hay en ellos; y tú vivificas todas estas cosas, y
los ejércitos de los cielos te adoran”. En las escrituras, Dios se muestra como
el preservador de los fieles (Salmos 31.23; 97.10; 145.20; Proverbios 2.8).
Además, él se muestra como el preservador de los hombres y de las bestias (Salmo
36.6). Los que confían en el Señor no tienen nada que temer. Él sostiene todas
las cosas con su poder infinito y es leal a los suyos. Este poder y fidelidad se
manifiestan por medio del Hijo, como se expresa en Hebreos 1.3: “El cual, siendo
el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta
todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación
de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad
en las alturas”.
6.
En sus manos está el destino
de todas sus criaturas
El Hijo del
Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada
uno conforme a sus obras (Mateo 16.27).
Dios es
quien está sentado en su trono en la gloria, contemplando los pensamientos más
íntimos y las intenciones de cada corazón humano. Cada ser humano algún día
tendrá que comparecer ante él y dar cuenta de su mayordomía mientras estaba en
el cuerpo (Hebreos 4.12; 2 Corintios 5.10).
Las leyes de
Dios
Dios no
gobierna arbitrariamente. Él gobierna con misericordia y justicia por medio de
leyes que surgen de su propia naturaleza divina. Todas las cosas serán juzgadas
según estas leyes. Todos somos gobernados aquí y también seremos juzgados por
medio de las leyes de Dios. Jesús explicó, “la palabra que he hablado, ella le
juzgará en el día postrero” (Juan 12.48). La justicia exacta y perfecta, y la
misericordia, son posibles porque “Dios no hace acepción de personas” (Hechos
10.34).
Nuestro
bienestar espiritual depende de si obedecemos o profanamos las leyes de Dios.
“Todo lo que el hombre sembrare, eso también segará” (Gálatas 6.7). Si ahora
guardamos las leyes de Dios entonces nos aseguramos que estaremos a su lado en
la eternidad (Mateo 7.21–27).
Muchas
naciones de la tierra han basado sus leyes en las leyes justas de Dios. La
relación que existe entre las leyes de las naciones y las de Dios sugiere la
idea que cuando el hombre busca la verdadera justicia entonces se remite a las
leyes justas de Dios. La sabiduría de Dios se muestra en el hecho de que las
naciones son más prósperas en la medida que éstas se acercan al modelo divino en
sus leyes y en la administración de las mismas.
Lo que
llamamos “las leyes de la naturaleza” son tan sólo las leyes que Dios ha creado
para que gobiernen en esta creación. En cuanto a las leyes naturales, nosotros
debemos considerar que Dios tiene poder, como cualquier legislador, de poner en
vigor, suspender, modificar o revocar estas leyes. Cuando él suspende o modifica
el funcionamiento de tales leyes (como a menudo hace para contestar nuestras
oraciones) entonces a esto es a lo que llamamos un milagro. Ejemplos: El
detenimiento del sol y la luna en los días de Josué; la sequía y la lluvia en
los días de Elías; y la resurrección de Lázaro después que éste había estado
muerto por cuatro días.
¿Acaso
debemos asombrarnos de tales manifestaciones del poder de Dios? El mismo Dios
que creó todas las cosas tiene poder para hacer con ellas lo que a él le
plazca.
Fuente: elcristianismoprimitivo (PUNTO) com/doct2 (PUNTO) htm
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