CAPÍTULO 2
Dios, sus obras
“Jehová de los 
ejércitos, solo tú eres Dios de todos los reinos de la tierra; tú hiciste los 
cielos y la tierra” (Isaías 
37.16).
Dondequiera 
que usted mire, sea en los cielos o en la tierra, usted verá las maravillosas 
obras de Dios. El rey David, al contemplar la gloria de Dios en la naturaleza, 
cantó:
Los cielos 
cuentan la gloria de Dios,
Y el firmamento anuncia la obra de sus manos.
Y el firmamento anuncia la obra de sus manos.
Un día emite 
palabra a otro día,
Y una noche a otra noche declara sabiduría.
Y una noche a otra noche declara sabiduría.
No hay lenguaje, 
ni palabras,
Ni es oída su voz.
Ni es oída su voz.
Por toda la 
tierra salió su voz,
Y hasta el extremo del mundo sus palabras (Salmo 19.1–4).
Y hasta el extremo del mundo sus palabras (Salmo 19.1–4).
Observamos 
la gloria infinita de Dios en sus maravillosas obras a nuestro alrededor. Los 
cielos y la tierra proclaman la gloria de Dios. Esta gloria nos habla al mismo 
tiempo de las glorias venideras que serán aun más grandes. A él le adoramos por 
su poder incomparable, su gracia maravillosa, su amor tierno y su compasión 
hacia nosotros que somos criaturas indignas hechas de polvo. Miramos hacia los 
dominios insondables del Altísimo, y en nuestra imperfección procuramos estudiar 
las obras de Dios. Para hacer más fácil este estudio lo hemos dividido en dos 
partes: (A) LA CREACIÓN y (B) EL SEÑORÍO DIVINO.
A. LA 
CREACIÓN
Nuestro 
estudio comienza en el “principio” de Génesis 1.1. En lo que se refiere al 
tiempo anterior a la creación, Dios no le ha revelado nada al hombre excepto 
unas pocas palabras como en Juan 17.5 y Efesios 1.4. La frase “En el principio” 
señala el principio de todas las cosas que existen en nuestro universo. Aquí es 
donde Dios abre su primer capítulo de revelaciones y dice “creó Dios”, y es 
precisamente aquí donde el ateo con su filosofía humana empieza con “podríamos 
suponer que...”. Pero el hijo humilde de Dios cree el hecho sencillo que fue 
entonces cuando “Dios creó los cielos y la tierra”.
La semana de la 
creación
Génesis 
describe de la siguiente forma la obra de Dios durante la semana de la 
creación:
El 
primer día: La luz, el día y la 
noche
Y dijo Dios: Sea 
la luz; y fue la luz. Y vio Dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de 
las tinieblas. Y llamó Dios a la luz Día, y a las tinieblas llamó Noche. Y fue 
la tarde y la mañana un día 
(Génesis 1.3–5).
El 
segundo día: Los cielos
Luego dijo Dios: 
Haya expansión en medio de las aguas, y separe las aguas de las aguas. E hizo 
Dios la expansión, y separó las aguas que estaban debajo de la expansión, de las 
aguas que estaban sobre la expansión y fue así. Y llamó Dios a la expansión 
Cielos. Y fue la tarde y la mañana el día segundo (Génesis 1.6–8).
El 
tercer día: La tierra, el mar y las 
plantas
Dijo también 
Dios: Júntense las aguas que están debajo de los cielos en un lugar, y 
descúbrase lo seco. Y fue así. Y llamó Dios a lo seco Tierra, y a la reunión de 
las aguas llamó Mares. Y vio Dios que era bueno. Después dijo Dios: Produzca la 
tierra hierba verde, hierba que dé semilla; árbol de fruto que de fruto según su 
género, que su semilla esté en él, sobre la tierra. Y fue así. Produjo, pues, la 
tierra hierba verde, hierba que da semilla según su naturaleza, y árbol que da 
fruto, cuya semilla está en él, según su género. Y vio Dios que era bueno. Y fue 
la tarde y la mañana el día tercero (Génesis 1.9–13).
El 
cuarto día: El sol, la luna y las 
estrellas
Dijo luego Dios: 
Haya lumbreras en la expansión de los cielos para separar el día de la noche; y 
sirvan de señales para las estaciones, para días y años, y sean por lumbreras en 
la expansión de los cielos para alumbrar sobre la tierra. Y fue así. E hizo Dios 
las dos grandes lumbreras; la lumbrera mayor para que señorease en el día, y la 
lumbrera menor para que señorease en la noche; hizo también las estrellas. Y las 
puso Dios en la expansión de los cielos para alumbrar sobre la tierra, y para 
señorear en el día y en la noche, y para separar la luz de las tinieblas. Y vio 
Dios que era bueno. Y fue la tarde y la mañana el día cuarto (Génesis 1.14–19).
El 
quinto día: Los animales marinos y las 
aves
Dijo Dios: 
Produzcan las aguas seres vivientes, y aves que vuelen sobre la tierra, en la 
abierta expansión de los cielos. Y creó Dios los grandes monstruos marinos, y 
todo ser viviente que se mueve, que las aguas produjeron según su género, y toda 
ave alada según su especie. Y vio Dios que era bueno. Y Dios los bendijo, 
diciendo: Fructificad y multiplicaos, y llenad las aguas en los mares, y 
multiplíquense las aves en la tierra. Y fue la tarde y la mañana el día 
quinto (Génesis 
1.20–23).
El sexto 
día: Los animales de la tierra y el 
hombre
Luego dijo Dios: 
Produzca la tierra seres vivientes según su género, bestias y serpientes y 
animales de la tierra según su especie. Y fue así. E hizo Dios animales de la 
tierra según su género, y ganado según su género, y todo animal que se arrastra 
sobre la tierra según su especie. Y vio Dios que era bueno. Entonces dijo Dios: 
Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en 
los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, 
y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su 
imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. (…) Y vio Dios todo 
lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera. Y fue la tarde y la 
mañana el día sexto (Génesis 
1.24–31).
El 
séptimo día: El reposo
Y acabó Dios en 
el día séptimo la obra que hizo; y reposó el día séptimo de toda la obra que 
hizo (Génesis 
2.2).
Verdades acerca de 
la creación
1.                 
Dios hace grandes hazañas con 
facilidad
Dios creó 
por medio de la palabra de su boca. Por ejemplo:
Y dijo Dios: sea 
la luz; y fue la luz.
Dijo también 
Dios: (...) Descúbrase lo seco. Y fue así.
Dios, con 
sólo hablar, creó los cielos y la tierra y ordenó la naturaleza. Es cierto que 
el hombre simplemente al oprimir un botón puede poner en movimiento grandes 
fábricas industriales; pero Dios hizo todo el mundo sin tener que esforzarse. 
Debemos acordarnos de este poder maravilloso e incomparable, no solamente al 
estudiar la creación, sino también al estudiar cómo él gobierna el 
universo.
2.                 
Dios lleva a cabo toda su obra en 
perfección
Dios nunca 
tuvo que probar o desarrollar sus ideas. Lo que él hace, sirve. Tan perfecta fue 
la obra de Dios en la creación que los hombres han hecho un dios de este sistema 
ordenado y han tratado de probar con ello que no hay Dios.
3.                 
Dios creó las distintas 
especies
Dios ordenó 
que los animales y las plantas que él mismo creó debieran reproducirse según 
su especie o según su género. No hay ninguna evidencia en este mundo 
que demuestre que alguna especie superior se ha desarrollado de una especie 
inferior.
4.                 
Dios creó al hombre a su 
imagen
Dios creó 
al hombre del polvo de la tierra a su propia imagen. Esta verdad no armoniza con 
la teoría antibíblica de la evolución, la cual declara que el hombre se 
desarrolló de los animales inferiores en el transcurso de millones de años. La 
Biblia y la teoría de la evolución están en polos opuestos.
5.                 
Dios le dio una posición 
exaltada al hombre
El hombre, 
como Dios lo creó, era único en la creación. Fue un ser viviente, llevó la 
imagen de su Creador y pudo comunicarse con él. Adán fue tan inteligente que 
pudo dar nombres a todos los animales que Dios había creado y tuvo dominio sobre 
toda la tierra. Dios creó la naturaleza para servir al hombre.
6.                 
La creación manifiesta la 
sabiduría de Dios
Cada planta 
y cada animal cumplieron con el propósito que Dios le asignó. El reino animal 
fue puesto al cuidado del hombre. Dios ordenó todo y a cada una de sus criaturas 
les proveyó todo lo necesario. Él dio provisiones en abundancia para el 
contentamiento y bienestar de los hombres y los animales. Y para que los hombres 
entendieran de la manera que él lo había creado todo entonces aparece la 
explicación en los primeros dos capítulos de Génesis. Todo lo que Dios había 
hecho era “bueno en gran manera”.
Teoría del 
desarrollo progresivo
El elemento 
prominente en esta teoría es la evolución. La misma tiene varias modificaciones, 
desde el ateísmo absoluto hasta el intento de armonizar la evolución con la 
Biblia. Todas las modificaciones entran en conflicto cuando son confrontadas con 
la verdadera creación descrita en la Biblia. Veamos:
·        Es 
difícil acomodar lo que pasó en los seis días específicos de la creación con la 
teoría de que los seis días fueron épocas geológicas que duraron millones de 
años. Es aun más difícil acomodar la idea de una progresión gradual con la 
declaración bíblica que Dios “formó al hombre del polvo de la tierra” y “creó 
Dios al hombre a su imagen”. Con esto vemos que el hombre no evolucionó de un 
microbio o de un mono, como muchos pretenden hacernos creer. (Lea Hebreos 11.3.) 
El hijo de Dios, aunque no tenga educación, comprende cómo fueron hechos los 
cielos y la tierra porque cree en lo que dice en Génesis.
·        Los 
que defienden la teoría de la evolución tienen que confesar que sus creencias se 
basan en teorías que no se pueden comprobar. No se ha hallado el supuesto 
“eslabón perdido” entre el hombre y los animales. Todos los esfuerzos por 
comprobar que había una generación espontánea (es decir, que la vida apareció 
por sí misma donde no había existido), han fracasado grandemente. No hay 
evidencia en los fósiles que demuestre que una especie inferior se haya 
transformado en una especie superior. Mientras que la evolución carece de 
argumentos en tantas maneras, la Biblia se mantiene fiel y verdadera con el paso 
del tiempo. Lo que en una generación se considera ser una verdad científica, 
muchas veces en la generación siguiente se comprueba que es falsa. La teoría de 
la evolución de una especie a la otra no concuerda con las escrituras ni con lo 
que se observa hoy en la naturaleza.
·        Nosotros nos negamos a llamar evolución a los mejoramientos 
que el hombre ha realizado en las especias. Es cierto que en muchos casos ha 
habido adelantos maravillosos, pero estos adelantos resultan de la sabiduría de 
Dios dada a los hombres y no por la naturaleza misma. La naturaleza, sin la 
intervención del hombre, regresa al estado original. El hombre ha transformado 
el durazno de ser una fruta pequeña y amarga a una fruta sabrosa y azucarada 
como la conocemos hoy. Pero aún así continúa siendo un durazno. El cerdo se ha 
desarrollado a un animal grande y gordo, en algunos casos pesando hasta media 
tonelada. Sin embargo, aun así continúa siendo un cerdo. El caballo más gordo y 
robusto de nuestros días, comparado con los más flacos y pequeños de la 
antigüedad, constituye otro ejemplo del desarrollo de las especies. No obstante, 
sigue siendo un caballo. Pero cuando el hombre no contribuye a la reproducción 
de las especies en el transcurso de unas pocas generaciones las mismas regresan 
a su estado natural.
·        Los 
que se oponen a la milagrosa creación bíblica se enfrentan a un milagro aun más 
inexplicable: el origen de la materia de la nada. Si negamos que ésta fue creada 
por Dios no nos queda otra cosa que suponer que empezó por mera casualidad. El 
origen de la vida también es un milagro. Si negamos que la vida fue creada por 
Dios, no tenemos otro recurso más que concluir que las cosas comenzaron a vivir 
por medio de su propio poder. ¿Por qué los hombres se niegan a creer que los 
cielos y la tierra y todas las cosas que en ellos hay fueron hechas por el poder 
y el acto creativo de un Dios infinito? ¿Por qué apoyan la teoría del progreso 
gradual desde la nada hasta el estado presente del universo cuando ni una sola 
teoría sobre este punto ha sido comprobada? ¿Acaso pudiera ser que ellos quieran 
evitar una responsabilidad personal ante un Dios creador?
·        Por 
último, nos negamos a creer en la teoría de la evolución que ahora es enseñada 
en la mayoría de los colegios, universidades y seminarios porque la misma nace 
del ateísmo. Los que apoyan la evolución niegan la palabra de Dios y a Dios 
mismo. Cuando el hombre adquiere una perspectiva falsa de Génesis 1–2 entonces 
él obtiene una perspectiva falsa de la Biblia en su conjunto. Todos los hombres 
de fe que proponen trasmitir la fe a las generaciones futuras deben prestar 
especial atención a este punto.
Dios, nuestro 
único testigo seguro
Tal vez 
usted se ha hecho la siguiente pregunta: “Si es cierto que los que se oponen a 
la Biblia se basan en teorías no comprobadas, ¿por qué hay tantas evidencias que 
parecen apoyarlas?” A esto contestamos: Ellos obtienen verdades parciales de 
estas evidencias y así las apariencias engañan. Ellos consideran las evidencias 
desde una perspectiva antibíblica. Aquí les presentamos algunas 
ilustraciones:
Por 
ejemplo, en las piedras de unas montañas a muchos kilómetros de distancia de un 
río o del mar son encontrados los fósiles de algunos peces. ¿Cómo llegaron hasta 
allí? Los que creen en el desarrollo lento de la evolución plantean que los 
cambios drásticos que tuvieron lugar durante millones de años provocaron este 
fenómeno. Por otra parte, cuando uno que cree la Biblia observa tal evidencia 
entonces inmediatamente piensa en los grandes cambios que resultaron del diluvio 
mundial en el tiempo de Noé. Y así concluye que la evidencia no prueba que pasó 
más tiempo que el que indica la Biblia.
También 
hubo un tiempo en que casi todos los científicos creían que el mundo era plano. 
En aquel tiempo era una tontería creer que la tierra fuera redonda. Ellos 
razonaron así: “Si el mundo fuera redondo los hombres se caerían”. Los 
científicos en aquel tiempo opinaban que las evidencias demostraban que el mundo 
era plano. Su conclusión se contradecía con lo que aparece en Isaías 40.22 que 
habla del “círculo de la tierra”. Por lo tanto, ellos estaban 
errados.
La Biblia 
es siempre la verdad. No cede a las teorías que la contradicen. En lugar de 
dudar acerca de las verdades de la Biblia lo que debemos hacer es confiar en 
Dios. Él es el único testigo competente de las cosas que sucedieron aun antes 
que hubiera seres humanos para hacer sus observaciones. Nos gusta alabar el 
nombre del Señor y decir como el salmista: “Desde el siglo y hasta el siglo, tú 
eres Dios” (Salmo 90.2).
La pregunta 
que no nos corresponde hacernos es: ¿Será cierto todo lo que dice la 
Biblia?
Por el 
contrario, la misma debiera ser: ¿Acaso somos fieles a su palabra aunque otros 
la contradigan?
B. SEÑORÍO 
DIVINO
La creación 
del mundo fue sólo el principio de la obra de Dios para el bienestar de sus 
criaturas. La historia de la creación es sólo una introducción al poder y la 
sabiduría del Creador.
Dios no 
solamente creó los cielos y la tierra, sino que también sostiene el 
universo en la palma de su mano. Él gobierna sobre todas las cosas según su 
sabiduría y voluntad divina, es quien dicta el destino de los hombres y las 
naciones y quien también mueve los cielos y la tierra a favor de sus criaturas y 
para el bienestar de ellas.
El gobernador 
supremo del universo
Dios es el 
gobernador supremo del universo. “Los ojos de Jehová están en todo lugar, 
mirando a los malos y a los buenos” (Proverbios 15.3). Ni siquiera un pájaro cae 
al suelo sin que él lo vea, y Dios hasta cuenta los cabellos de nuestra cabeza. 
Dios les ha concedido poder a los hombres, a los ángeles y aun al propio diablo 
que “como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar” (1 Pedro 5.8). 
Pero Dios ha puesto un límite en el poder de todas sus criaturas. Nosotros no 
podemos cruzar ese límite. Muchos creen que el hombre tiene capacidades sin 
límite y que sólo tiene que desarrollarlas. Pero la fragilidad del hombre y su 
total dependencia de Dios son tan manifiestas que no es necesario discutirlas. 
Podríamos pensar que el diablo es el “dios de este siglo” y señor de todos sus 
dominios. Sin embargo, él está sujeto a las limitaciones que Dios le ha puesto. 
Esto lo podemos apreciar en el primer capítulo de Job. El Creador reina sobre 
toda su creación. Él es quien creó todas las cosas, y todas sus criaturas están 
sujetas a su santa voluntad. Él es Señor de todos (Hechos 
10.36).
El administrador 
de todo
Dios es el 
administrador de todo. La mano fuerte de Dios está presente en cada 
acontecimiento a través de los siglos.
1.                 
Él manda a sus 
ángeles
Él los 
manda como “espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que 
serán herederos de la salvación” (Hebreos 1.14). Cristo, refiriéndose a los 
“pequeños” (Mateo 18.10), dice que “sus ángeles en los cielos ven siempre el 
rostro de mi Padre que está en los cielos”. El salmista igualmente nos informa 
que “el ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen, y los defiende” 
(Salmo 34.7). En el fin, Dios enviará sus ángeles como segadores “y recogerán de 
su reino a todos los que sirven de tropiezo” (Mateo 13.39, 41). Ellos serán 
importantes mensajeros y ministros de Dios en el gran juicio 
venidero.
2.                 
Él predomina en las 
debilidades del hombre
La gracia 
de Dios nunca se presentó al hombre con tanta claridad que cuando él impidió los 
esfuerzos de Satanás al proveer un Redentor para el rescate del hombre caído. El 
apóstol Pablo oró tres veces al Señor para que le quitara el aguijón en su 
carne, pero recibió la respuesta amorosa del Señor, “bástate mi gracia”, 
asegurándole que su oración le fue contestada con más sabiduría de lo que él 
había pensado. La promesa que “el Señor al que ama, disciplina”, nos recuerda 
que Dios, con un amor paternal, corrige a sus hijos. Esto concuerda con la 
seguridad de la promesa que “Dios (...) no os dejará ser tentados más de lo que 
podéis resistir” (1 Corintios 10.13) y que su otra promesa, “no te desampararé, 
ni te dejaré” (Hebreos 13.5) es segura y firme para siempre.
3.                 
Él gobierna a las 
naciones
Tanto las 
naciones como los individuos están sujetos al poder de Dios. La historia de las 
naciones prueba que Dios juzga la iniquidad de cualquier nación a su debido 
tiempo. Él castigó a Egipto, a Babilonia y hasta a su propio pueblo Israel por 
sus pecados. El poder de Dios sobre las naciones se manifestó cuando sacó a 
Israel de la esclavitud de Egipto, cuando los entregó en manos del enemigo, 
cuando destruyó el ejército de Senaquerib, cuando arruinó el reino de Belsasar, 
cuando derrotó al ejército siríaco en manos de Eliseo y en muchas otras 
ocasiones. Aun en la actualidad la mano de Dios se puede ver en los asuntos de 
las naciones. Tanto las naciones como muchas personas a menudo no se someten a 
la voluntad de Dios. Es por ello que a algunos les parece que Dios no puede 
hacer nada, sino dejar que el diablo se aproveche de la situación. Pero con el 
paso del tiempo esto no probará la debilidad de Dios, sino su paciencia. El 
señorío de Dios se hace evidente en los castigos y en el poder de arruinar a 
toda una nación. Porque en el fin, “todas las naciones” (Mateo 25.32) llegarán 
al juicio, y la época presente terminará. En todas estas cosas el señorío y la 
mano gobernante de Dios están claramente visibles (Génesis 6; 11.1–9; 
18.17–19.29; Éxodo 3.7–17; Josué 2.24; Jueces 2.11–23; 1 Samuel 15.1–23; 2 Reyes 
17–19; Daniel 5).
4.                 
Él gobierna los 
elementos
Dios 
gobierna la lluvia, la temperatura, el viento y las tormentas. Él contesta las 
oraciones de su pueblo en cuanto a estas cosas. Por ejemplo, Elías oró y la 
lluvia cesó. Oró otra vez y llovió en abundancia (1 Reyes 18; Santiago 5.17–18). 
Cuando Samuel oró hubo truenos en el tiempo de la mies y el pueblo tuvo miedo 
por esta manifestación del poder de Dios. En nuestros tiempos ha habido casos de 
gobernantes que atendiendo a las peticiones de los ciudadanos, han nombrado un 
día especial de oración dedicado a la lluvia. Varias veces ha llovido 
inmediatamente después de haber elevado estas fervientes peticiones a Dios. Sin 
embargo, algunas personas, aunque no dudan del poder de Dios, insisten en que 
los cambios del tiempo son gobernados por leyes fijas de la naturaleza misma. 
Pero, ¿quién estableció estas leyes fijas? ¿Acaso no puede el gobernador del 
universo, así como cualquier otro legislador terrenal, suspender, cambiar o aun 
revocar cualquier ley dentro de su poder? Debemos agradecer al Señor sea cual 
sea el estado del tiempo, porque sus leyes son perfectas y porque él ordena 
todas las cosas con sabiduría y para nuestro bien.
5.                 
Él preserva su 
creación
Dios es el 
preservador de toda su creación. Esto se hace evidente en la declaración que 
aparece en Nehemías 9.6: “Tú solo eres Jehová; tú hiciste los cielos, y los 
cielos de los cielos, con todo su ejército, la tierra y todo lo que está en 
ella, los mares y todo lo que hay en ellos; y tú vivificas todas estas cosas, y 
los ejércitos de los cielos te adoran”. En las escrituras, Dios se muestra como 
el preservador de los fieles (Salmos 31.23; 97.10; 145.20; Proverbios 2.8). 
Además, él se muestra como el preservador de los hombres y de las bestias (Salmo 
36.6). Los que confían en el Señor no tienen nada que temer. Él sostiene todas 
las cosas con su poder infinito y es leal a los suyos. Este poder y fidelidad se 
manifiestan por medio del Hijo, como se expresa en Hebreos 1.3: “El cual, siendo 
el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta 
todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación 
de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad 
en las alturas”.
6.                 
En sus manos está el destino 
de todas sus criaturas
El Hijo del 
Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada 
uno conforme a sus obras (Mateo 16.27).
Dios es 
quien está sentado en su trono en la gloria, contemplando los pensamientos más 
íntimos y las intenciones de cada corazón humano. Cada ser humano algún día 
tendrá que comparecer ante él y dar cuenta de su mayordomía mientras estaba en 
el cuerpo (Hebreos 4.12; 2 Corintios 5.10).
Las leyes de 
Dios
Dios no 
gobierna arbitrariamente. Él gobierna con misericordia y justicia por medio de 
leyes que surgen de su propia naturaleza divina. Todas las cosas serán juzgadas 
según estas leyes. Todos somos gobernados aquí y también seremos juzgados por 
medio de las leyes de Dios. Jesús explicó, “la palabra que he hablado, ella le 
juzgará en el día postrero” (Juan 12.48). La justicia exacta y perfecta, y la 
misericordia, son posibles porque “Dios no hace acepción de personas” (Hechos 
10.34).
Nuestro 
bienestar espiritual depende de si obedecemos o profanamos las leyes de Dios. 
“Todo lo que el hombre sembrare, eso también segará” (Gálatas 6.7). Si ahora 
guardamos las leyes de Dios entonces nos aseguramos que estaremos a su lado en 
la eternidad (Mateo 7.21–27).
Muchas 
naciones de la tierra han basado sus leyes en las leyes justas de Dios. La 
relación que existe entre las leyes de las naciones y las de Dios sugiere la 
idea que cuando el hombre busca la verdadera justicia entonces se remite a las 
leyes justas de Dios. La sabiduría de Dios se muestra en el hecho de que las 
naciones son más prósperas en la medida que éstas se acercan al modelo divino en 
sus leyes y en la administración de las mismas.
Lo que 
llamamos “las leyes de la naturaleza” son tan sólo las leyes que Dios ha creado 
para que gobiernen en esta creación. En cuanto a las leyes naturales, nosotros 
debemos considerar que Dios tiene poder, como cualquier legislador, de poner en 
vigor, suspender, modificar o revocar estas leyes. Cuando él suspende o modifica 
el funcionamiento de tales leyes (como a menudo hace para contestar nuestras 
oraciones) entonces a esto es a lo que llamamos un milagro. Ejemplos: El 
detenimiento del sol y la luna en los días de Josué; la sequía y la lluvia en 
los días de Elías; y la resurrección de Lázaro después que éste había estado 
muerto por cuatro días.
¿Acaso 
debemos asombrarnos de tales manifestaciones del poder de Dios? El mismo Dios 
que creó todas las cosas tiene poder para hacer con ellas lo que a él le 
plazca.
Fuente: elcristianismoprimitivo (PUNTO) com/doct2 (PUNTO) htm
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