CAPÍTULO 3
La trinidad
“Por tanto, id,
y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y
del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mateo 28.19).
La palabra
“trinidad” no aparece en la Biblia. Pero la doctrina de un Dios trino se
ve claramente en la Biblia.
Hay dos
cosas acerca de Dios que creemos con igual énfasis:
1. Hay un solo Dios.
2. Hay una trinidad de personalidades donde cada uno de los
que la forman es Dios.
Estas dos
realidades juntas justifican el título:
El Dios
trino
1.
Dios es uno
“Oye,
Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es” (Marcos 12.29). Se escucha la
voz de este mismo Dios en este versículo: “Mirad a mí, y sed salvos, todos los
términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más” (Isaías 45.22). Si hay
algo claro en estas dos declaraciones es que hay solamente un Dios; no tres
dioses, ni muchos dioses, sino un Dios. La teoría de la pluralidad de
dioses pertenece a la idolatría. La doctrina de la trinidad se tuerce cuando
abandonamos la idea de la unidad de Dios. Hay solamente un Dios y fuera
de él no hay ningún otro. “Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás”
(Mateo 4.10).
2.
Dios se manifiesta en tres
personas
Sin
embargo, este único Dios se manifiesta como tres personas distintas. En el
bautismo de Jesús en el Río Jordán (Mateo 3) se nos presenta el Hijo, bautizado
en el río; el Espíritu Santo, apareciendo en la forma corporal de una paloma; y
el Padre, que dice desde el cielo: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo
complacencia”.
La trinidad
se hace evidente en lo que nuestro Señor dice: “Mas el Consolador, el Espíritu
Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas”
(Juan 14.26).
Otra vez,
la trinidad puede apreciarse en el mandamiento de bautizar “en el nombre del
Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”.
La Biblia
nos enseña que cada una de estas tres personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu
Santo, es Dios. El unitario y el trinitario radical se niegan a reconocer que el
Hijo y el Espíritu Santo son Dios mismo.
3.
El Padre es
Dios
Jesús
reconoce que el Padre es Dios cuando él dice: “Porque de tal manera amó Dios al
mundo, que ha dado a su Hijo unigénito” (Juan 3.16). Pedro también reconoce que
Dios es el Padre cuando dice: “Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor
Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer” (1 Pedro 1.3).
Pablo igualmente le da el mismo reconocimiento, diciendo: “Bendito sea el Dios y
Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda
consolación” (2 Corintios 1.3). Cada una de estas declaraciones dan al Padre la
distinción de ser el Dios verdadero.
4.
El Hijo es
Dios
Isaías
escribió: “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado (...); y se llamará su
nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz” (Isaías
9.6). Pablo, hablando del reconocimiento que el Padre dio a su Hijo, dice: “Mas
del Hijo dice: Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo” (Hebreos 1.8). Lea
también Juan 20.28, Romanos 9.5 y Tito 2.13. Estos versículos se refieren a
Jesucristo como “Dios”. Además, otros pasajes bíblicos otorgan atributos divinos
a Jesús.
5.
El Espíritu Santo es
Dios
Cuando
Cristo mandó a los apóstoles a bautizar “en el nombre del Padre, y del Hijo, y
del Espíritu Santo”, él reconoció al Espíritu Santo como uno de igual
importancia a él mismo y al Padre. Otro ejemplo de esto se encuentra en la
manera en que Pedro habló a Ananías. Pedro preguntó a Ananías: “¿Por qué llenó
Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo?” Y casi inmediatamente
declaró: “no has mentido a los hombres, sino a Dios” (Hechos 5.3–4). De esta
forma él dio a entender claramente que Dios y el Espíritu Santo son el mismo
ser.
Las
realidades que están relacionadas al carácter y la obra de cada una de las
personas de la trinidad las explicaremos en los tres capítulos que aparecen a
continuación.
La
incomprensibilidad de la trinidad
Con
relación a la incomprensibilidad de la trinidad hicimos una traducción de un
texto escrito por el hermano J. S. Hartzler (Bible Doctrine, pp. 45–46)
en el cual aparece lo siguiente:
A veces se
disputa sobre el hecho de si es una contradicción decir “tres en uno y uno en
tres”. Se dice que tal cosa no puede ser. Desde el punto de vista humano, puede
que esto sea cierto, pero Dios no está sometido a las mismas leyes que él ha
dado para gobernar a sus criaturas. Esto lo vemos reflejado en las innumerables
cosas que Dios hace por sus criaturas, las cuales el hombre no puede hacer.
Después de la resurrección de Cristo, él hizo cosas que a sus discípulos les fue
imposible hacer, aunque para él fue algo bastante fácil (Lucas 24.31, 36, 51).
De manera que por el hecho de que el hombre no comprenda la trinidad no
demuestra que la misma sea una doctrina falsa. Si los caminos de Dios son
“inescrutables” queda muy claro que su existencia también lo
es....
¡Tú, bendito
Dios! ¡Tú, Santa trinidad! Tú, que eres el Creador y Preservador de todas las
cosas, el Rey de reyes y Señor de señores, el gobernador del cielo y de la
tierra, el tres en uno y el uno en tres; que todo el mundo tema delante de ti,
contemplando la “bondad y la severidad de Dios” (Romanos 11.22) aun en esta vida
y que todos ofrezcan la gratitud de sus corazones como el sacrificio más
aceptable a ti, Padre santo, Hijo santo, Espíritu Santo, Señor Dios
Todopoderoso.
CAPÍTULO 4
Dios el padre
“Mirad cuál amor
nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios” (1 Juan
3.1).
Cuando
decimos “Dios”, generalmente nos referimos a él en el sentido que incluye las
tres personas de la Deidad. Ahora bien, cuando decimos “el Todopoderoso” o “el
Altísimo” nos referimos principalmente a Dios el Padre.
Dios el
Padre se nos manifiesta con más claridad en el Nuevo Testamento que en el
Antiguo Testamento por el hecho de haber enviado a su Hijo al mundo. Jesús habló
de su Padre y nos mostró a su Padre. Él y el Espíritu Santo glorifican al Padre.
Así la prominencia dada a ellos en el Nuevo Testamento atrae nuestra atención
hacia el Padre.
El carácter y la
obra del Padre
Quizá en
ningún otro lugar en la Biblia podemos ver tan claramente el carácter y la obra
del Padre como en el Padrenuestro (Mateo 6.9–13). Por ello, estudiemos esta
oración para considerar el significado de lo que dijo el Hijo acerca del
Padre.
“Padre
nuestro”: La relación entre un padre natural y su
descendencia nos sirve de ejemplo en cuanto a la relación de nuestro Padre
celestial con nosotros. La historia del padre que esperaba tiernamente al hijo
pródigo y al fin le dio la bienvenida acogiéndolo nuevamente al seno de su
familia o la historia de las lamentaciones de David al morirse su amado pero
extraviado hijo, Absalón, nos dan una idea del amor infinito e indeciblemente
tierno que nuestro Padre en los cielos tiene por nosotros.
Solamente
los que han nacido de nuevo y han sido adoptados en la familia de Dios pueden
invocar a Dios como “nuestro Padre”. Por supuesto, Dios es Padre de todos
en el sentido natural porque él nos creó. Pero la humanidad caída lo ha
rechazado. Por esto la esperanza de una salvación universal es falsa, pues no
todos los humanos se arrepienten de sus pecados. Lea 2 Timoteo 3.13 y Lucas
18.8. Jesús dijo: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo” (Juan 8.44).
Tenemos que renacer antes que podamos tener a Dios como nuestro Padre
espiritual.
“En los
cielos”: Asociamos al nombre del Hijo con la tierra
de Israel (porque allí anduvo él mientras estuvo físicamente en la tierra) y
creamos por fe que el Espíritu Santo mora en los corazones de los creyentes en
todas partes del mundo. Pero creemos que el Padre está en los cielos. Esa es su
morada eterna. Fue desde esta morada que él habló en numerosas ocasiones a los
patriarcas y a los profetas, y luego a su Hijo. Y cuando dirigimos nuestras
peticiones a Dios sentimos reverencia porque asociamos al Padre con su hogar
eterno. “Padre nuestro” siempre se asocia con “en los cielos”.
“Tu
reino”: De este modo, el Hijo reconoce que el reino
eterno pertenece al Padre. Ciertamente, el Hijo se representa a sí mismo como un
noble que recibirá para sí un reino (Lucas 19.12–27), pero es el Padre quien le
da a él este reino. Cuando nos acercamos al Padre sentimos que estamos en la
presencia de un Rey grande, potente y eternamente glorioso.
“Tu
voluntad”: La voluntad de Dios es suprema en el
cielo, y debemos reconocerla de igual manera en la tierra. Mientras nuestro
Salvador se encontraba en el Huerto de Getsemaní y mostraba su aflicción por
medio de aquella oración hacia su Padre podemos ver que él limitó sus peticiones
con “pero no sea como yo quiero, sino como tú” (Mateo 26.39). Si le damos al
Padre el debido reconocimiento entonces estableceremos su voluntad como algo
supremo en nuestras mentes, nuestras vidas y en nuestro servicio cristiano. El
verdadero hijo de Dios no hace su propia voluntad, sino la del
Padre.
“No nos
metas en tentación”: El Padre nos guía por medio de
Jesucristo y el Espíritu Santo. Mientras nuestra oración sincera a nuestro Padre
sea que él nos guíe por caminos seguros entonces él nos guardará de todo peligro
espiritual y no nos meterá en tentación.
“Perdónanos”: Todo pecado se comete
contra él. De él buscamos el perdón.
“Líbranos”: Dios está dispuesto y es
capaz no sólo de guiarnos con seguridad, sino también de librarnos del mal.
Reconociendo cuán vulnerables somos en este mundo vano y hostil, lleno de
trampas, engaños y tentadoras seducciones, nuestros corazones se elevan hacia
Dios con gratitud y alabanza cuando pensamos en él como el gran Libertador de
nuestras almas.
“Porque
tuyo”: “…es el reino, y el poder, y la gloria, por
todos los siglos.” Por tanto, oramos al Padre, en el nombre del Hijo, y por
medio del Espíritu Santo.
La obra del
Padre
Todo lo que
Dios hace como el Todopoderoso, el Soberano, etc., se atribuye a Dios el Padre.
De esta forma, la mayor parte de las cosas mencionadas en los capítulos
anteriores pertenecen a la obra de Dios el Padre. Además de estas cosas
añadiremos otras más que le son atribuidas a él en una manera
especial.
1.
Él es el gran Arquitecto del
universo
Ciertamente, Hebreos 1 describe a Dios (el Padre) como tal: “Dios (…)
nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien
asimismo hizo el universo; el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la
imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de
su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí
mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas” (Hebreos 1.1–3). Él
es el Monarca absoluto en todo el universo.
2.
Él envió a su Hijo al
mundo
“Porque de
tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo
aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios
a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por
él” (Juan 3.16–17). Jesús les preguntó a los judíos: “¿al que el Padre santificó
y envió al mundo, vosotros decís: Tú blasfemas, porque dije: Hijo de Dios soy?”
(Juan 10.36).
3.
Él le dio su aprobación al
Hijo y a lo que éste hizo
El Padre
reconoció a su Hijo dos veces: La primera vez en su bautismo (Mateo 3.17) y la
otra en el monte de la transfiguración (Mateo 17.5). Dios el Padre dijo: “Este
es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia”.
4.
Él envió al Espíritu Santo al
mundo
Jesús dijo:
“El Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre” (Juan
14.26). El Espíritu Santo vino, según había sido prometido, en el día de
Pentecostés. (Lea Hechos 2.)
5.
Él es nuestro
Salvador
Este título
también se atribuye al Hijo (Mateo 1.21; 2 Pedro 3.18). En realidad, no hay
salvación en la cual el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo no tengan parte. Pero
nosotros a veces miramos tanto a Cristo como nuestro Salvador que se nos
olvida que el Padre, así como el Hijo, es el Salvador del alma. Cristo dijo:
“Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere” (Juan 6.44).
Muchas veces el Nuevo Testamento habla de como la salvación es de Dios sin
mencionar específicamente al Hijo. Pablo presenta la obra del Padre y del Hijo
cuando él dice que “la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor
nuestro” (Romanos 6.23). La misma idea se expone en Juan 3.17; Romanos 8.30–32;
Efesios 1.1–5; 2.5–10; 1 Tesalonicenses 5.9 y 1 Timoteo 2.3–4. Pablo dice:
“porque esperamos en el Dios viviente, que es el Salvador de todos los hombres,
mayormente de los que creen” (1 Timoteo 4.10). Al dar pleno reconocimiento al
poder salvador del Dios trino, decimos como Pedro: “...guardados por el poder de
Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación” (1 Pedro
1.5).
6.
Él tiene parte en la
santificación de los creyentes
Judas
dirige su epístola a los “santificados en Dios Padre, y guardados en Jesucristo”
(Judas l). Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo cada uno desempeña un
papel distinto en esta obra. El Hijo oró al Padre a favor de sus discípulos:
“Santifícalos en tu verdad” (Juan 17.17).
7.
Él contesta las oraciones de
su pueblo
“Para que
todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé” (Juan 15.16). Son
muchas las promesas de Dios de escuchar y contestar las oraciones que sus santos
le ofrecen en el nombre de Jesús.
Los atributos del
Padre
Los
atributos de Dios el Padre son los mismos que fueron mencionados en el primer
capítulo como los atributos de Dios. Todas estas cosas nos revelan al Padre: su
poder infinito como el Gobernador supremo del universo; su sabiduría, su bondad
y misericordia en su relación con los hombres pecadores; su amor maravilloso al
enviar al mundo pecaminoso a su Hijo unigénito como Salvador y Redentor; su
previsión al enviar al Espíritu Santo al mundo para convencer al mundo de pecado
y para guiar a su pueblo a toda la verdad; su cuidado y protección sobre sus
criaturas, proveyendo con paciencia para todas sus necesidades; su “bondad y
severidad” que se demuestran perfectas en la justicia así como también en la
misericordia; su aptitud y voluntad de escuchar y contestar cada petición de fe;
su constancia en la verdad que dura por todas las generaciones; su palabra
inmutable y su amor. El Padre merece toda nuestra confianza y alabanza, demanda
nuestra obediencia y conmueve nuestros corazones con el reconocimiento de su
abundante gracia, su grandeza infinita y su gloria eterna.
Fuente: elcristianismoprimitivo (PUNTO) com/doct3and4 (PUNTO) htm
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