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miércoles, 10 de abril de 2013

La resurrección




Fuente: elcristianismoprimitivo (PUNTO) com/doct57 (PUNTO) htm

Capítulo 57

La resurrección

“Vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación” (Juan 5.28–29).

La doctrina declarada

La Biblia enseña claramente que después de esta época todo ser humano se levantará de los muertos (Juan 5.28–29; 11.24; 1 Corintios 15; Apocalipsis 20.13). Entonces el alma se reunirá con un cuerpo nuevo y aparecerá ante el Señor.

El Antiguo Testamento enseña la resurrección

Aunque esta doctrina se ve con más claridad en el Nuevo Testamento, vemos que el pueblo de Dios en los tiempos del Antiguo Testamento creía en la resurrección. Nombremos algunos de los profetas del Antiguo Testamento que hablaron en cuanto a la resurrección:

Job: “Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo; y después de deshecha esta mi piel, en mi carne he de ver a Dios” (Job 19.25–26).

Isaías: “Tus muertos vivirán; sus cadáveres resucitarán. ¡Despertad y cantad, moradores del polvo! porque tu rocío es cual rocío de hortalizas, y la tierra dará sus muertos” (Isaías 26.19).

Daniel: “Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua” (Daniel 12.2).

Oseas: “De la mano del Seol los redimiré, los libraré de la muerte. Oh muerte, yo seré tu muerte; y seré tu destrucción, oh Seol” (Oseas 13.14).

El lector que conoce las enseñanzas del Nuevo Testamento sobre este tema quedará impresionado al darse cuenta de la maravillosa unidad existente entre los escritores del Antiguo y el Nuevo Testamentos. La doctrina de la resurrección no se limita a las enseñanzas de una época, sino que es una de las verdades eternas reconocidas por el pueblo de Dios en todo tiempo.

Entre los judíos, los de la secta de los saduceos son los únicos de quienes se declara que no creían en la resurrección (Mateo 22.23; Marcos 12.18). Las palabras de Marta en Juan 11.24 expresan la opinión popular de los judíos cuando ella dijo que esperaba la resurrección de su hermano “en la resurrección, en el día postrero”. Cuando Pablo declaró su creencia en la resurrección de los muertos (Hechos 23.6) él ganó el apoyo de los fariseos en este punto porque declaró la doctrina judía, así como la cristiana.

El Nuevo Testamento enseña la resurrección

Cristo no sólo enseñó esta doctrina, sino que al resucitar corporalmente de la tumba él llegó a ser “primicias de los que durmieron” (1 Corintios 15.20). La resurrección fue una de las doctrinas prominentes en las enseñanzas de los apóstoles (Hechos 1.22; 2.31; 17.18; 24.15; 1 Corintios 15; Filipenses 3.10; Hebreos 11.35; 1 Pedro 1.3). Los judíos se resintieron, no porque los apóstoles enseñasen la resurrección de entre los muertos, sino por el hecho de que “anunciasen en Jesús la resurrección de entre los muertos” (Hechos 4.2). Pablo predicó la doctrina de la resurrección con claridad y poder ante los epicúreos y los estoicos (dos escuelas de filósofos griegos) en el Areópago en Atenas (Hechos 17.16–34). La resurrección fue siempre un tema principal de la predicación de los apóstoles.

Pruebas de la resurrección

La prueba de la resurrección más maravillosa es Jesús mismo. Él “se presentó vivo con muchas pruebas indubitables” (Hechos 1.3). Después de haber resucitado se mostró a muchos creyentes (1 Corintios 15.5–8). Y Jesús dijo: “porque yo vivo, vosotros también viviréis” (Juan 14.19). Lázaro también, habiendo sido visto por muchos judíos después que se levantó de entre los muertos (Juan 12.2, 10–11), queda como una prueba indubitable del poder de Dios para resucitar a los muertos. Otra prueba de la resurrección de los santos es la aparición de muchos que salieron de sus tumbas cuando Jesús murió (Mateo 27.50–54).

La resurrección es el resultado del poder maravilloso de Dios. Puesto que Jesús ganó la victoria sobre el pecado y la muerte, será fácil para él, a su debido tiempo, levantarnos de la tumba. A él no le será más difícil llevar a cabo este milagro de lo que le fue crear al hombre en el principio. La doctrina de la resurrección no es más difícil de creer que la doctrina de la creación. Cuando brota la vida de una semilla seca es una ilustración del poder de Dios para resucitar a los muertos. Pablo usó esta ilustración en 1 Corintios 15.35–44 al hablar acerca de este tema.

El alma de todo creyente verdadero es resucitada en la vida presente. Pero no así con el cuerpo, porque eso se efectuará sólo cuando nuestro Redentor destruya por completo la muerte y liberte a los cautivos de la tumba. La Biblia dice que “el postrer enemigo que será destruido es la muerte” (1 Corintios 15.26). Esto enseña con claridad la resurrección del género humano. Y “entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?” (1 Corintios 15.54–55).

Algunas opiniones erróneas

Como todas las otras grandes doctrinas bíblicas, la doctrina de la resurrección corporal ha sido escarnecida, despreciada y contradicha en muchas maneras por los incrédulos. No obstante, sobre esta doctrina descansa el credo entero del evangelio de Cristo. Al uno dejar de creer en la resurrección, deja de creer también en la verdad de todo el evangelio, en su fundamento y en todo lo que al mismo se refiera. El que enseña que no hay tal cosa como la resurrección corporal quiere decir que la Biblia es sólo un sistema piadoso de engaño. No es de sorprenderse, por tanto, que los enemigos de Cristo ataquen con mucho empeño esta doctrina. Algunos niegan la resurrección. Otros la tuercen como algo que no tiene importancia, de manera que pudiera ser rechazada totalmente. Notemos algunos de estos errores:

Opinión errónea: “No hay resurrección” (Mateo 22.23)

La Biblia dice: Esa fue la opinión de los saduceos. Pero Cristo rápido los calló (Lucas 20.27–38). Pablo también prueba que si se abandona esta doctrina entonces todas las demás doctrinas cristianas son vanas (1 Corintios 15.12–20).

Opinión errónea: “La resurrección ya se efectuó” (2 Timoteo 2.18)

La Biblia dice: Pablo declaró que esta herejía carcomía en las partes vitales de la fe en Cristo como la gangrena lo hace en las partes vitales del cuerpo humano. Constituye un argumento engañoso que tiene una apariencia de piedad decir que la resurrección no es nada más que resucitar del pecado cuando uno se convierte. Pablo denunció esta herejía. La misma se contradice con lo que aparece en Juan 5.28–29; 1 Corintios 15.51–52; 1 Tesalonicenses 4.16 y muchas escrituras más que se refieren directamente a la resurrección corporal.

Opinión errónea: El mero cuerpo de Cristo no fue resucitado

La Biblia dice: Si realmente el cuerpo de Cristo no fue resucitado, ¿por qué Pedro y Juan no hallaron su cuerpo cuando entraron en el sepulcro? (Juan 20.6–8). ¿Por qué pidió Cristo que prestaran atención especial a su cuerpo herido? (Juan 20.26–28). En la actualidad las personas que niegan la resurrección corporal de Jesús no están dudosas al estilo de Tomás, sino que resisten la verdad al estilo de los que se mencionan en Mateo 28.11–15.

Opinión errónea: No habrá resurrección corporal, sino que en su lugar se nos darán cuerpos glorificados.

La Biblia dice: Es cierto que los santos resucitados recibirán cuerpos glorificados (1 Corintios 15.42–54; 1 Juan 3.2). Sin embargo, este hecho en ninguna manera anula la verdad de que este cuerpo natural será transformado en un cuerpo glorificado. No podemos explicar cómo será todo esto porque será algo milagroso que nuestras mentes limitadas desconocen por ahora. Los que niegan la transformación de una clase de cuerpo en otra niegan por completo la resurrección corporal. Dos cosas sí serán ciertas acerca de la resurrección: (1) habrá una resurrección literal del cuerpo; (2) habrá una transformación por medio de la cual este cuerpo mortal se transformará en un cuerpo espiritual, semejante al cuerpo resucitado de Cristo (1 Corintios 15.42–47).

Resumen de la doctrina de la resurrección

1. Jesucristo resucitó corporalmente de la tumba

Este hecho fue demostrado a los discípulos “con muchas pruebas indubitables” (Hechos 1.3). Por causa de estas pruebas ellos dejaron de tener una actitud de duda e indiferencia y llegaron a creer y predicar la resurrección con sinceridad.

2. Hay una resurrección espiritual para todo creyente verdadero

Hay una resurrección a vida nueva para todos los que son “sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo” (Romanos 6.3–6; 1 Corintios 12.13; Colosenses 3.11–13). Toda alma perdida está muerta en “delitos y pecados” (Efesios 2.1). Estas almas muertas son vivificadas cuando oyen “la voz del Hijo de Dios” (Juan 5.25). Todos los que vienen a la vida nueva han “resucitado con Cristo” (Colosenses 3.1). Si no nos levantamos a la vida nueva en Cristo, cuando la trompeta de Dios suene y haya una resurrección de la tumba, nosotros iremos a la “resurrección de condenación” en lugar de ir a la “resurrección de vida” (Juan 5.29).

3. Habrá una resurrección corporal de justos e injustos

No cabe duda de que todos resucitarán (Juan 5.28–29; Apocalipsis 20.13). Toda persona resucitará y recibirá “según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo” (2 Corintios 5.10). Todas las personas de toda región y época resucitarán, sin importar cómo murieron o qué hicieron mientras estaban en el cuerpo. Todos resucitarán, ya sea a la “resurrección de vida” o a la “resurrección de condenación”. Todos resucitarán, ya sea que resuciten justos e injustos al mismo tiempo, como algunos creen, o que los justos resuciten primero y los injustos mil años más tarde como otros creen. La resurrección del cuerpo será un evento en la experiencia de toda persona, excepto la gente que esté viva cuando aparezca el Señor. El apóstol Pablo dice esto en cuanto a los creyentes que vivan cuando venga el Señor: “Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor” (1 Tesalonicenses 4.17).

Lo que significará la resurrección

1. La resurrección de vida

Para los justos la resurrección será una resurrección de vida: “Los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida” (Juan 5.29). Todos los que escribieron sobre este tema en la Biblia enseñaron que será un evento glorioso. Pablo, al hablar de la resurrección, dice: “He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad. Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria” (1 Corintios 15.51–54). Al referirse a los creyentes que aún vivan cuando venga nuestro Señor, Pablo dice así: “Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor” (1 Tesalonicenses 4.16–17). Seremos glorificados junto con Cristo (Colosenses 3.4) cuando él nos levante con el poder y la gloria del Altísimo. Los santos de Dios recibiremos cuerpos incorruptibles, gloriosos, poderosos, espirituales (1 Corintios 15.42–44), y seremos “como los ángeles de Dios en el cielo” (Mateo 22.30). Ascenderemos con gran gozo para encontrarnos con el Señor y estar con él para siempre. ¡Qué glorioso! Que Dios apresure su venida, y que ni pena ni sacrificio nos haga vacilar en la obra importante de advertir a cuantas personas sea posible para que participen en ese evento maravilloso.

2. La resurrección de condenación

La idea más triste que jamás puede pasar por la mente de los hijos de Dios es la idea de que no todos tendrán parte en la resurrección de vida. Daniel nos dice que cuando los malos despierten será “para vergüenza y confusión perpetua” (Daniel 12.2). Que ningún incrédulo vuelva la espalda a esta escena horrible y que despierte antes de que sea demasiado tarde, y escuche con atención la voz celestial (Juan 5.25). Arrepiéntase y resuelva en su corazón pasar el resto de sus días en la obra de rescatar almas perdidas de esa senda horrible que lleva a la destrucción y señalarles la luz gloriosa del evangelio de Cristo.

3. La naturaleza de la resurrección

Pablo la describe con exactitud en 1 Corintios 15.35–58 de cuyo pasaje citamos sólo algunas partes:

Pero dirá alguno: ¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Con qué cuerpo vendrán? (...) Hay cuerpos celestiales, y cuerpos terrenales; pero una es la gloria de los celestiales, y otra la de los terrenales. (...) Así también es la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción. Se siembra en deshonra, resucitará en gloria; se siembra en debilidad, resucitará en poder. Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual. (...) Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial.

Como cuando se siembra maíz y por el poder de Dios brota una nueva planta, así también se entierra el cuerpo muerto, que luego se vuelve polvo, y en la resurrección un nuevo cuerpo se levantará al sonido de la trompeta de Dios. No sabemos exactamente cuándo ni cómo sucederá todo esto. Pero lo que sí sabemos es que de este cuerpo de barro corruptible saldrá un cuerpo glorioso e incorruptible como el de nuestro Cristo resucitado. ¡Aleluya! Nosotros “seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es” (1 Juan 3.2).

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