Capítulo 30
La regeneración
“No te
maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo” (Juan
3.7).
El
significado literal de regeneración es “engendrar de nuevo” (Diccionario
de uso del español, María Moliner). Esta palabra se usa raras veces en las
escrituras (Mateo 19.28; Tito 3.5). Sin embargo, la doctrina de la
regeneración se evidencia bastante en la enseñanza bíblica que pertenece a la
salvación. Es la doctrina de la vida nueva que Dios engendra en nosotros cuando
nos convertimos.
Vida nueva
en Cristo resulta de la regeneración como también la redención resulta de la
expiación, la justicia de la justificación y la santidad de la santificación.
Dios regenera, el hombre es renacido; Dios expía, el hombre es redimido; Dios
justifica, el hombre es justificado; Dios santifica, el hombre es hecho
santo.
Lo
que la regeneración es
1.
Nacer de
nuevo
“El que no
naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Juan 3.3). “Siendo renacidos,
no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios” (1
Pedro 1.23). La vida que recibimos al nacer de nuevo es la vida triunfante de
Cristo que vence el pecado, el mundo y la muerte. Es una vida incorruptible que
verá el reino de Dios.
2.
Ser nueva criatura
“De modo
que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas
pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5.17). La vida nueva no
resulta de nuestros esfuerzos para reformarnos, sino resulta de una obra
creadora de Dios en nosotros. “Porque somos hechura suya, creados en Cristo
Jesús para buenas obras” (Efesios 2.10). Observe que las buenas obras de Dios
serán evidentes en la persona regenerada. La vida después que el pecador se
arrepiente y se reconcilia con Dios se describe como una “vida nueva” (Romanos
6.4).
“Habiéndoos
despojado del viejo hombre con sus hechos, y revestido del nuevo, el cual
conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento
pleno” (Colosenses 3.9–10). El hombre nuevo no nace hasta que el viejo sea
crucificado (Romanos 6.6).
3.
Ser engendrado por la
palabra
“Pues en
Cristo Jesús yo os engendré por medio del evangelio” (1 Corintios 4.15). “El, de
su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad” (Santiago 1.18). El tema
principal en estos dos versículos es que la nueva creación es engendrada por
la palabra de Dios.
4.
Ser lavado
“Nos salvó,
no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su
misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el
Espíritu Santo” (Tito 3.5).
5.
Recibir la naturaleza
divina
“Para que
por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido
de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia” (2 Pedro
1.4). Pablo ofrece la misma idea cuando habla de “Cristo en vosotros, la
esperanza de gloria” (Colosenses 1.27). Cada persona nacida de Dios tiene la
naturaleza divina en sí misma, porque “si alguno no tiene el Espíritu de Cristo,
no es de él” (Romanos 8.9).
6.
Recibir un corazón nuevo
Ezequiel
predijo lo que iba a pasar cuando dio la promesa de Dios: “Os daré corazón
nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el
corazón de piedra, y os daré un corazón de carne” (Ezequiel 36.26). Con este
corazón nuevo nuestra mirada está puesta en “las cosas de arriba” (Colosenses
3.1). Mientras que cuando uno todavía vive según el corazón de piedra la mirada
está puesta en las cosas terrenales (Colosenses 3.5).
Lo
que la regeneración no es
1.
Sólo
reformarse
La
regeneración no consiste meramente en rehacer o reformar al hombre viejo de
pecado; es una creación completamente nueva, creada “según Dios en la justicia y
santidad de la verdad” (Efesios 4.24).
2.
Meramente la convicción de
pecado
La
convicción es una señal de que el Espíritu Santo está obrando, pero el hombre
llega a ser una nueva criatura solamente cuando se rinde a Dios y le permite
obrar el milagro de gracia en su corazón.
3.
Afiliarse a una
iglesia
La
maldición de las iglesias modernas es que hay demasiados miembros en quienes
todavía reina el hombre viejo. No llegamos a ser hijos de Dios al pertenecer a
alguna iglesia o a cierta denominación, sino que nos afiliamos a una iglesia que
armoniza con la palabra de Dios después que nosotros hemos sido
regenerados.
4.
Meramente vivir una buena
vida moral
Hay
personas que se consideran “buena gente” y están tan seguras de que jamás han
hecho alguna cosa muy mala. Pero si se examinaran honestamente en el espejo del
evangelio (2 Corintios 3.18) se verían como pobres pecadores, engañados por su
propia justicia.
5.
Meramente un mejoramiento
social
El
mejoramiento social no tiene nada que ver con el “lavamiento de la regeneración”
(Tito 3.5) que vivifica el alma y de esa manera limpia la vida por dentro y por
fuera. No hay comunidad que pueda ser salva a menos que sus habitantes se
vuelvan al Señor y lleguen a ser “nuevas criaturas” (2 Corintios 5.17) en
Cristo.
6.
Meramente adherirse a la
doctrina bíblica
“Porque en
Cristo Jesús ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva
creación” (Gálatas 6.15). Usted puede seguir una teología correcta y todavía ser
un pecador perdido. Una cosa es aceptar el evangelio en la mente como algo
correcto y otra cosa es aceptarlo en el corazón como el “poder de Dios para
salvación” (Romanos 1.16).
Todas las
cosas mencionadas aquí son buenas en su propio lugar, pero no ocupan ningún
lugar como substituto para la salvación.
La
obra de la regeneración
1.
Es la obra de
Dios
El Padre,
el Hijo y el Espíritu Santo tienen algo que ver con esta obra (Juan 1.13; 3.6;
Tito 3.5; 1 Pedro 1.3; 1 Juan 2.29). Es el “lavamiento de la regeneración” lo
que nos trae la salvación; las obras no la pueden traer. Dios nos salvó, “no por
obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia” (Tito
3.5). No somos nacidos por obras, sino nacidos de Dios, “porque
Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena
voluntad” (Filipenses 2.13).
2.
Crece de la palabra de
Dios
El
evangelio de Cristo, dice la Biblia que “es poder de Dios para salvación”
(Romanos 1.16). En otras palabras, somos engendrados por el evangelio. En el
nuevo nacimiento la palabra de Dios es la semilla; el corazón humano es la
tierra; el predicador es el sembrador que siembra la semilla en la tierra
(Hechos 16.14); el Espíritu da vida a la semilla en el corazón que la recibe; la
nueva naturaleza nace de la divina palabra; el creyente es nacido de nuevo,
creado de nuevo y ha pasado de muerte a vida.
3.
No se efectúa sin la cooperación de los
hombres
La
salvación es completamente la obra de Dios. Pero Dios usa a hombres para traer
las buenas nuevas de salvación a otros hombres. Además, Dios no salva a nadie en
contra de su propia voluntad. De cierto, Dios toca a los hombres con el poder de
la convicción del Espíritu Santo, pero el hombre no recibe la nueva creación
hasta que responda de corazón: “Señor, ¿qué quieres que yo haga?” (Hechos 9.6).
El hombre tiene que tener fe para recibir la regeneración (Juan 1.12; Gálatas
3.26).
4.
No es necesaria para el niño
inocente
Cuando
aquellas madres trajeron a sus niños a Jesús, él bendijo a los niños, diciendo:
“...de los tales es el reino de los cielos” (Mateo 19.14). Los infantes
que aún no son responsables por sus actos están bajo la sangre del Señor y son
candidatos aptos para el cielo hasta que lleguen a la edad cuando el pecado
revive y entonces ellos mueren (Romanos 7.9). De manera que cuando esto sucede
ellos deben experimentar el nuevo nacimiento para entrar al reino de
Dios.
5.
Es esencial para la
salvación
Para probar
esto, nos referimos a las escrituras ya citadas de las cuales las más directas
son Juan 3.3, 5, 7.
Evidencias de la regeneración
La Biblia
ofrece evidencias por las cuales podemos saber si somos regenerados o no. A
continuación presentamos algunas:
1.
La justicia
“Todo el
que hace justicia es nacido de él” (1 Juan 2.29). “Dios no hace acepción de
personas, sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia”
(Hechos 10.34–35). La justicia de Cristo, dada a los hombres, se manifiesta en
una vida justa, porque “los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en
él?” (Romanos 6.2). Es imposible ser justo por dentro sin manifestarlo por fuera
(Mateo 5.14–16).
2.
La victoria sobre el
pecado
“Todo aquel
que es nacido de Dios, no practica el pecado” (1 Juan 3.9). La Biblia habla
acerca de las flaquezas de la carne, pero no ofrece excusas en cuanto a pecar
voluntariamente. (Lea Romanos 8.1; Efesios 2.1–12; Tito 3.3–7; 1 Juan 1.4–7;
Hebreos 10.26–27.) “Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus
pasiones y deseos” (Gálatas 5.24). Los que son nacidos de Dios no practican
pecado, no porque nunca yerran, sino porque no pecan voluntariamente. Si
un hijo de Dios yerra y cae en pecado, en cuanto se da cuenta que ha pecado, él
se arrepiente y confiesa ese pecado. Por eso no se le inculpa el pecado (Salmo
32.2; Romanos 4.8).
“Todo lo
que es nacido de Dios vence al mundo” (1 Juan 5.4). Los hijos de Dios aman las
cosas que Dios ama y aborrecen las cosas que él aborrece. Este amor y ese odio
son evidencias de la regeneración en la vida del cristiano. Por tanto, “si
alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él” (1 Juan 2.15). Todo aquel
que de todo corazón ama lo que es bueno entonces aborrece en absoluto lo que es
malo. Esta es una de las evidencias fundamentales que demuestra que alguien es
hijo de Dios.
“Sabemos
que todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado, pues Aquel que fue
engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca” (1 Juan 5.18). Para el
que es nacido de Dios el mandamiento “aborreced lo malo” le es tan importante
como “seguid lo bueno” (Romanos 12.9). El hijo de Dios, que está lleno del
Espíritu Santo, puede decir como dijo el salmista: “He aborrecido todo camino de
mentira” (Salmo 119.104).
3.
La vida guiada por el
Espíritu Santo
La
diferencia entre la carnalidad y la espiritualidad es muy notable en Gálatas
5.19–23. Podemos saber si andamos según la carne o según el Espíritu Santo
(Romanos 8.1) al determinar si nuestra vida diaria manifiesta las obras de la
carne o el fruto del Espíritu Santo. Cuando usted ve a una persona cuya vida
diaria muestra claramente que está dirigida por el Espíritu de Dios, puede estar
seguro de que tal persona ha sido renacida.
4.
La
obediencia
“Y en esto
sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos” (1 Juan 2.3).
Cristo les pone una prueba a sus discípulos cuando les dice: “Vosotros sois mis
amigos, si hacéis lo que yo os mando” (Juan 15.14). También Santiago nos
amonesta diciendo: “Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente
oidores, engañándoos a vosotros mismos” (Santiago 1.22).
5.
El amor
“Nosotros
sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos” (1 Juan
3.14). Por esta misma razón Dios dice que “el que no ama a su hermano, permanece
en muerte” (1 Juan 3.14). “Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de
Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no
ha conocido a Dios” (1 Juan 4.7–8).
6.
La fe
“Todo aquel
que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios” (1 Juan 5.1). La prueba
verdadera de la fe, como la del amor, se halla al creer toda la palabra de Dios
y obedecerla. “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre,
les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1.12).
Fuente: elcristianismoprimitivo (PUNTO) com/doct30 (PUNTO) htm
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