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miércoles, 10 de abril de 2013

El matrimonio

Fuente: elcristianismoprimitivo (PUNTO) com/doct43 (PUNTO) htm

Capítulo 43

El matrimonio

“Pero al principio de la creación, varón y hembra los hizo Dios. Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne; así que no son ya más dos, sino uno. Por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre” (Marcos 10.6–9).

El matrimonio es una institución ordenada por Dios. Fue instituido y santificado en la creación, y desde aquel tiempo el pueblo de Dios ha promovido su pureza. Dios instituyó el matrimonio cuando hizo a Eva y se la trajo a Adán, el cual dijo: “Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne. (...) Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne” (Génesis 2.23–24).

¿Por qué fue instituido el matrimonio?

1. No es bueno que el hombre esté solo

Dios creó una “ayuda idónea” para Adán porque no era bueno que él estuviera solo (Génesis 2.18). La verdad de este planteamiento la vemos en la constitución física de cada hombre y mujer. Ellos son diferentes tanto en lo físico como también en lo emocional, y se necesitan el uno al otro para complementarse. Lo que le falta al hombre lo suple la mujer, y viceversa. Dios los creó para ocupar sus respectivos lugares. Dichoso el hombre y dichosa la mujer que reconoce esta sabia provisión del Creador, que la respeta y que obra dentro de sus límites.

2. Para propagar el género humano

Esto está expuesto en Génesis 1.28: “Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra”.

3. Para la pureza del género humano

“Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios” (Hebreos 13.4). Entre el marido y su esposa que se aman el uno al otro las relaciones sexuales son puras y honrosas. Cuando los dos cumplen los deseos del otro les fortalece en contra de la fornicación (1 Corintios 7.1–5).

4. Para la crianza de los hijos

Las cualidades más fuertes del padre unidas a las cualidades más tiernas de la madre sirven para criar y disciplinar a los niños. No hay nada que pueda ocupar el lugar de un hogar cristiano para criar a los hijos “en disciplina y amonestación del Señor”.

El matrimonio es:

1. Dejar a los padres y comenzar un nuevo hogar

Génesis 2.24 lo expresa así: “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer”. Aunque los matrimonios todavía deben reconocer sus deberes para con sus padres como hijos e hijas, ahora sus deberes son más el uno para con el otro que para con sus propios padres o cualquier otro familiar o amigo. Ellos ahora forman un nuevo hogar; el marido es la cabeza y la esposa es su ayuda idónea.

2. Llegar a ser “una sola carne” con alguien del sexo opuesto

Cuando la pareja se casa los cónyuges unen sus corazones, manos, mentes y hasta sus posesiones. Ellos llegan a ser uno en pensamiento, en afectos y en propósitos. Dios los une en una sola carne.

3. Un compromiso que dura por toda la vida

¿Cuándo empieza un matrimonio? Cuando un hombre y una mujer se comprometen formalmente esto no quiere decir que ya están casados. Esto constituye una obligación sumamente sagrada; sin embargo, no el matrimonio mismo. Muchas vidas han sido arruinadas porque no se ha respetado este principio. No es sino hasta que ellos sean pronunciados “esposo y esposa” que los dos en verdad están casados.

¿Cuándo termina un matrimonio? Dios une a la pareja casada de por vida. Dios ve a los cónyuges como un matrimonio hasta la muerte de uno de ellos (Marcos 10.9; 1 Corintios 7.39).

Leyes matrimoniales

Casi todas las naciones tienen leyes sobre el matrimonio. Los cristianos debemos someternos a tales leyes a no ser que las mismas no estén en armonía con las leyes divinas. Veamos algunas de estas leyes.

1. Prohíbe que un creyente se case con un incrédulo

Moisés (Deuteronomio 7.3), Josué (23.11–13), Esdras (10.10–12) y Nehemías (13.23–26) testifican en contra del matrimonio entre creyentes e incrédulos. Moisés apoya este planteamiento al decir: “Porque desviará a tu hijo de en pos de mí, y servirán a dioses ajenos” (Deuteronomio 7.4). Al pasar al Nuevo Testamento encontramos la misma advertencia de parte de Dios: “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos” (2 Corintios 6.14) y “libre es para casarse con quien quiera, con tal que sea en el Señor” (1 Corintios 7.39). La Biblia advierte a los cristianos que ellos no deben casarse con los incrédulos, porque traería resultados desastrosos en sus vidas.

“¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo?” (Amós 3.3). Cuando el esposo y la esposa tienen diferentes creencias religiosas ellos están divididos en los asuntos más importantes. Los padres tienen la obligación ante sus hijos de estar unidos en todos los asuntos morales y religiosos. Por tanto, es muy importante que los cristianos busquen su pareja entre otros cristianos.

Esto hace que surja otra pregunta: ¿Y qué hay con las personas que ya están unidas en un matrimonio en yugo desigual? Tales personas encuentran sus instrucciones en 1 Corintios 7.12–16.

¿Acaso están verdaderamente casados una mujer y un hombre si no son cristianos? Ciertamente que lo están con tal que hayan cumplido las condiciones esenciales del matrimonio. El matrimonio es honroso en todo, sea la ceremonia oficiada por un predicador o un magistrado, sean los interesados conversos o incrédulos, con tal que se casen de acuerdo con las leyes de su país y no contrario a la ley altísima de Dios.

2. La Biblia prohíbe el matrimonio con una persona divorciada mientras viva su cónyuge

Esta es una verdad que muchos ignoran voluntariamente. Dejaremos, pues, que sea la Biblia la que tenga la última palabra sobre este tema:

“Por la dureza de vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; mas al principio no fue así. Y yo os digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada, adultera” (Mateo 19.8–9).

“Cualquiera que repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra ella; y si la mujer repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio” (Marcos 10.11–12).

“Todo el que repudia a su mujer, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada del marido, adultera” (Lucas 16.18).

“Porque la mujer casada está sujeta por la ley al marido mientras éste vive; pero si el marido muere, ella queda libre de la ley del marido. Así que, si en vida del marido se uniere a otro varón, será llamada adúltera; pero si su marido muriere, es libre de esa ley, de tal manera que si se uniere a otro marido, no será adúltera” (Romanos 7.2–3).

“La mujer casada está ligada por la ley mientras su marido vive; pero si su marido muriere, libre es para casarse con quien quiera, con tal que sea en el Señor” (1 Corintios 7.39).

Algo que deseamos destacar en estos versículos es que nadie tiene derecho a casarse con otra persona mientras viva su cónyuge. Esto quiere decir que tampoco nadie tiene el derecho a casarse con una persona divorciada. La verdad es que cuando dos están casados ellos son “una sola carne” mientras ambos vivan y durante este tiempo ninguno puede llegar a ser “una sola carne” con otra persona. Si alguno de los dos se une a otra persona entonces será llamado adúltero.

La Biblia menciona dos casos en que puede haber una separación (Mateo 19.9; 1 Corintios 7.15). Pero en ningún caso la Biblia permite que alguno de los interesados se case con otro mientras viva su cónyuge.

Si una persona se encuentra ya casada con una persona divorciada entonces ellos están viviendo en adulterio. Tales personas deben separarse. Algunas personas que se encuentran en tales circunstancias declaran que no sería justo separarse porque cometerían un error contra sus hijos si se separaran. Pero los versículos ya citados son claros en cuanto a que ellos están viviendo en adulterio mientras continúan su lazo adúltero. Por tanto, mayor daño cometerían viviendo en adulterio. Sin embargo, una separación bajo tales circunstancias no los eximiría de su responsabilidad de cuidar y proveer sostén para los hijos que han engendrado.

3. Matrimonios plurales no son permitidos en el Nuevo Testamento

Cuando Cristo y los apóstoles enseñan sobre el matrimonio siempre lo presentan desde el punto de vista de la unión entre un hombre y una mujer. Pablo dice claramente: “Cada uno tenga su propia mujer [no ‘mujeres’], y cada una tenga su propio marido” [no ‘maridos’] (1 Corintios 7.2).

Dios sí permitió matrimonios plurales en el Antiguo Testamento, pero ahora tiene algo mejor para nosotros: “Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan” (Hechos 17.30).

La unión matrimonial

Hay momentos y circunstancias en que es mejor que uno no se case, como Pablo lo explica en 1 Corintios 7.1, 8, 32–33. Pero Dios ha hecho abundantes provisiones para el matrimonio y ha dado mucha dirección para ello. De manera que vemos que Dios bendice los matrimonios que siguen los principios bíblicos.

1. El noviazgo

Para el cristiano, el propósito del noviazgo es encontrar la voluntad de Dios en cuanto al matrimonio. Para que la pareja cumpla este propósito tiene que:

· Mostrar la suficiente madurez y estabilidad espiritual antes de iniciar un noviazgo. No se debe iniciar un noviazgo esperando que el otro miembro de la pareja se reforme.

· Recibir los consejos de los padres y pastores en cuanto al noviazgo. Cada miembro de la pareja debe orar mucho, pidiendo la dirección divina y debe tener una buena relación tanto con sus padres como con los de su pareja.

· Ser puro, casto, justo, promotor y protector de la castidad de otros. Nunca se debe aprobar un noviazgo con los de una conducta dudosa así como tampoco tener citas durante las altas horas de la noche, con poca luz o tras las puertas cerradas. Tales prácticas han causado la desgracia de muchos.

· Terminar el noviazgo cuando se ve que el matrimonio no sería la voluntad de Dios. No es justo que uno continúe el noviazgo con alguien a menos que esté considerando seriamente el matrimonio.

2. El compromiso

Cuando al novio le parece que sería la voluntad de Dios casarse entonces él le hace la petición a su novia. Si ella acepta, ambos se comprometen en casamiento. A continuación ofrecemos algunas cosas que merecen ser recordadas:

· Asegúrese de que usted conoce bien a su pareja antes de hablar de matrimonio. No sea apresurado en sus propuestas.

· Si durante el noviazgo se da cuenta que al casarse usted va a quebrantar algún principio bíblico, no se case. Es mejor quedarse soltero para toda la vida que no hacer caso o violar la palabra y la sabiduría de Dios sobre este asunto tan importante.

· El noviazgo antes del compromiso no debe prolongarse. Después que usted tiene la convicción de que el matrimonio sería la voluntad de Dios entonces debe hacer su propuesta. En cambio, si no piensa que el matrimonio sería prudente usted debe terminar el noviazgo. Este es un asunto demasiado serio como para que ambas partes estén perdiendo el tiempo. Hay muchos malentendidos y pesares causados por terminar el noviazgo después que uno de los interesados ya había llegado a la conclusión de que el noviazgo terminaría en el matrimonio.

· Cuando uno desea terminar el noviazgo (antes que se realice el compromiso) se debe avisar a la otra persona de tal manera que no la humille. El amor es algo demasiado sagrado para que uno no lo tome en serio. En todo, sea cortés y juicioso.

· Recuerde que el compromiso matrimonial no es el matrimonio. “Consérvate puro.”

· Prometerle la mano y el corazón a otra persona del sexo opuesto es una promesa muy sagrada. Romper un compromiso matrimonial porque usted ha conocido a otra persona que le gusta más es evidencia de una mente variable e inconstante y demuestra que usted es indigno del matrimonio. Cumpla con su promesa. Jamás debe terminar el noviazgo después del compromiso, excepto en casos de engaño o fraude por parte del otro o cuando ambos reconocen la imprudencia del compromiso y libremente se eximen el uno al otro de la obligación.

· No tarde en casarse después del compromiso.

3. Las bodas

Finalmente llega el día llega en que el noviazgo culmina en el matrimonio. Pero recuerde que esto no es el fin del noviazgo, el cual debe continuar para toda la vida matrimonial. ¿Quién debe llevar a cabo la ceremonia nupcial? Algún pastor de su propia iglesia debe oficiarla. El matrimonio en el Señor es una celebración tanto religiosa como social.

Las bodas deben celebrarse conforme a la sencillez y a la piedad. Las mismas no son ocasiones de fiestas mundanas que no sean convenientes para el hijo de Dios. Se debe tener en cuenta lo que dice en 1 Corintios 10.31 en el momento del casamiento. Las ceremonias matrimoniales deben ser ocasiones felices, pero la diversión y la necedad no son parte del gozo verdadero que debe caracterizar a los matrimonios de los cristianos.

Las bodas celebradas en la casa de Dios proveen una oportunidad excelente para que el pastor predique a la congregación sobre las bendiciones del noviazgo cristiano, el hogar y la vida familiar.

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