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miércoles, 10 de abril de 2013

La esperanza del cristiano

Fuente: elcristianismoprimitivo (PUNTO) com/doct55 (PUNTO) htm

Capítulo 55

La esperanza del cristiano

“Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros” (1 Pedro 1.3–4).

Para el cristiano la esperanza en las cosas de Dios abarca más que lo mejor que esta vida pueda ofrecer. La esperanza más preciosa para él está en lo que le espera en la eternidad. El siervo de Dios espera con alegría el tiempo glorioso cuando, habiéndose despojado de su cuerpo mortal, tendrá parte en el reino eterno de Cristo. Así compartirá la alegría y la gloria del cielo para siempre.

Lo que es la esperanza

· Es segura y firme (Hebreos 6.19), el “ancla del alma”.

· Es “buena” (2 Tesalonicenses 2.16).

· Es “viva” (1 Pedro 1.3). Dios nos hizo renacer “para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo”.

· Es la “plena certeza” (Hebreos 6.11) del hijo de Dios. Nos da valor para proseguir en la fe y en el amor “hasta el fin”.

· Es fuente de “alegría” (Proverbios 10.28) en el alma del justo, y es segura y firme, pero “la esperanza de los impíos perecerá”.

· Es “la esperanza bienaventurada” (Tito 2.13) que llena y alegra nuestras almas mientras esperamos confiadamente “la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo”.

· La fe en Dios nos hace creer su palabra y sus promesas, y nos hace esperar que realmente se cumplan en nosotros. (Lea Salmos 33.18; 39.7; Hechos 26.6–7; Tito 1.2; 1 Pedro 1.21.) Cuando el salmista dice: “Señor (...) mi esperanza está en ti”, él da a conocer los sentimientos y experiencias de cada hijo de Dios.

· La fe en nuestro Señor Jesucristo inspira confianza en él como Autor de la salvación, la cabeza de la iglesia, las “primicias de los que durmieron” y, por tanto, nuestra esperanza. (Lea 1 Corintios 15.19–20; 1 Timoteo 1.1.) Nuestra esperanza en Cristo va más allá de la tumba. Por eso tenemos una esperanza muy preciosa.

· Por medio del poder del Espíritu Santo (Romanos 15.13) podemos tener la esperanza de alcanzar la justicia basada en la fe (Gálatas 5.5). La esperanza del cristiano, por tanto, abraza una fe firme en la trinidad: El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

La esperanza del incrédulo termina con esta vida; la del cristiano va más allá y abarca las cosas eternales. En realidad, este mundo no es más que un paso hacia la eternidad. “Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos, primicias de los que durmieron es hecho” (1 Corintios 15.20). Nuestras almas se conmueven con la esperanza bendita, y decimos con Pablo: “Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos” (2 Corintios 5.1).

Cómo se obtiene la esperanza

1. La gracia de Dios provee lo que esperamos

La esperanza del cristiano se basa en la gracia de Dios; nosotros no la merecemos. Pablo así lo escribe: “Y el mismo Jesucristo Señor nuestro, y Dios nuestro Padre, el cual nos amó y nos dio consolación eterna y buena esperanza por gracia” (2 Tesalonicenses 2.16). Si no fuera por la gracia de Dios sólo nos esperaría una muerte oscura y triste porque “todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3.23). Pero por medio de la gracia abundante de Dios él proveyó todo lo necesario para nuestra redención eterna. El futuro está repleto de esperanza para todos los que han aceptado las condiciones de la redención.

2. La palabra de Dios nos muestra qué debemos esperar

El salmista dice en el Salmo 119.81: “Mas espero en tu palabra”. Al estudiar la Biblia y al considerar lo que Dios ha hecho en nuestra propia vida por medio de su palabra, cobramos confianza en que las promesas de Dios en su palabra son seguras y firmes. “Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza” (Romanos 15.4).

Lo que hace la esperanza

1. Ayuda a vencer las dificultades

La esperanza es más que un mero sentimiento. La misma es una ayuda verdadera y una práctica en la vida cristiana. En Romanos 4 Pablo relata la prueba que enfrentó Abraham en el asunto de ofrecer a su hijo Isaac. Pablo dice que Abraham “creyó en esperanza contra esperanza” (Romanos 4.18). En Hebreos 11.17–19 el escritor nos dice que Abraham tenía tal confianza en Dios que tuvo fe en el poder de Dios de levantar a Isaac de entre los muertos. Su fe y esperanza no menguaron cuando la situación parecía ser imposible.

¿Qué fue lo que animó a Pablo a seguir ante las circunstancias difíciles? La esperanza. ¿Por qué él pudo dirigirse hacia la misma muerte con confianza y gozo? Porque tenía esperanza. En medio de las pruebas él pudo decir: “Tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Romanos 8.18). Cuando Pablo estuvo a punto de morir exclamó: “Por lo demás, me está guardada la corona” (2 Timoteo 4.8).

¿Qué inspira al agricultor a soportar las dificultades de la siembra? ¡La esperanza de una buena cosecha! ¿Qué impulsa al soldado de la cruz a sufrir penalidades y pelear la buena batalla de la fe? ¡La esperanza de un galardón! La esperanza nos impulsa a seguir firmes, fieles y animados a perseverar hasta el fin.

La esperanza ayuda mucho al hijo de Dios mientras se encara con las tempestades de la vida. Con razón el escritor del libro de Hebreos la llamó el “ancla del alma” (Hebreos 6.19).

2. Nos impulsa a evangelizar

“Así que, teniendo tal esperanza, usamos de mucha franqueza” (2 Corintios 3.12). “No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación” (Romanos 1.16). Una esperanza fuerte en Dios anima el corazón, libera la lengua para que hablemos con confianza las maravillas de Dios y nos ayuda a rendir fiel servicio a nuestro Padre celestial.

3. Promulga la unidad entre los fieles

El que viaja a cierto lugar disfruta el compañerismo de los demás viajeros que van con él al mismo lugar. De la misma manera, los viajeros que van a la Nueva Jerusalén disfrutan compañerismo y unidad con los demás que se dirijan al mismo lugar porque los anima una misma esperanza. “Un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación” (Efesios 4.4).

4. Trae gozo y alegría

¿Cuál fue el testimonio del apóstol Pablo? “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Romanos 8.18). Cristo dijo a sus discípulos: “Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos” (Mateo 5.12). Sólo esta esperanza viva puede darnos el verdadero gozo y alegría. “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!” (Filipenses 4.4).

5. Produce paciencia

“Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos” (Romanos 8.25). ¿Se ha fijado usted que cuando la gente se pone impaciente mengua la esperanza? La esperanza y la paciencia son inseparables. Mientras más esperanza tengamos, más pacientes somos.

6. Nos estimula a llevar una vida pura y noble

La esperanza del cristiano se basa en la pureza, la hermosura, la esplendidez y la gloria de la vida venidera. Por tanto, la misma nos ayuda a seguir las cosas nobles y puras: “Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro” (1 Juan 3.3). Pedro, después de relatar las cosas que ciertamente acontecerán en el futuro, dice: “Por lo cual, oh amados, estando en espera de estas cosas, procurad con diligencia ser hallados por él sin mancha e irreprensibles, en paz” (2 Pedro 3.14).

La esperanza que tenemos nos ayuda a mantener nuestra mirada puesta en el cielo. Estamos a la expectativa de que algún día nuestra esperanza llegue a ser una gloriosa realidad.

“Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo” (1 Tesalonicenses 5.23).

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