Capítulo 35
La congregación
“Yo me alegré
con los que me decían: A la casa de Jehová iremos” (Salmo
122.1).
Introducción
Al decir
“congregación” estamos pensando en la hermandad local. Ésta se compone de
hermanos y hermanas en cualquier lugar que se hayan comprometido a adorar juntos
al Señor y ayudarse mutuamente.
Cada
hermandad cristiana consiste en un grupo de miembros convertidos y bautizados
que se congregan regularmente para adorar a Dios. El Señor pone pastores en cada
congregación para que cuiden de la grey y sean ejemplos de los santos. Cada
miembro mantiene una relación íntima con Dios, evangeliza a otros, y vive en paz
y armonía con sus hermanos.
Los requisitos para ser miembro
La
iglesia que es verdaderamente cristiana admite como miembros sólo a las personas
que se hayan arrepentido de todos sus pecados, que hayan sido bautizadas sobre
la base de su fe en Cristo, que tengan un buen testimonio, que estén conforme
con la fe y la práctica de la iglesia de Cristo, que vivan separadas del mundo,
que estén consagradas a Dios y que se sometan completamente a la palabra de
Dios.
Los deberes de los pastores hacia los demás en la
iglesia
Mucho
depende de los pastores para que la obra prospere. Una congregación se enferma
cuando es dirigida por pastores que no son fieles. “Cuál sacerdote, así la
gente” es un antiguo refrán cuya verdad aún permanece. La palabra de Dios exige
muchas obligaciones sobre los siervos de la congregación.
1.
Los pastores son siervos de
la congregación
El pastor
debe apacentar la grey de Dios y cuidar de ella. Pero no debe olvidar que él es
el siervo de la gente que está cuidando. Si olvida esta verdad él llega a
enredarse en lo terrenal, alaba su autoridad y posición como líder, piensa en
los demás miembros de la iglesia como inferiores y se enseñorea de la heredad
del Señor. Así perderá su contacto con Dios, su influencia en la congregación y
su utilidad en el reino. Jesús nos dio un ejemplo perfecto cuando anduvo aquí en
la tierra: aunque era el Señor de todos, se hizo su siervo. Él dice que los
gobernantes de este mundo se enseñorean de los que están a su cargo, pero que
entre los cristianos no debe ser así (Mateo 20.25–28).
2.
Es el deber de los pastores
apacentar al rebaño
Ellos
tienen que suministrar a la congregación alimento balanceado en forma de sana
enseñanza bíblica. Apacentar a los corderos del rebaño y cuidar de ellos es un
deber muy importante que tienen los pastores. (Lea Hechos 20.28; 1 Pedro
5.2.)
Los
pastores tienen que hacer más que sólo instar a las buenas obras. Es su deber
enseñar y explicar la palabra. Además, ellos deben ayudar a los miembros para
que pongan en práctica la doctrina de la Biblia (2 Timoteo 2.2). Es su deber
usar “bien la palabra de verdad” (2 Timoteo 2.15). Es su deber enseñar “lo que
está de acuerdo con la sana doctrina” (Tito 2.1). Los pastores tienen que
ocuparse continuamente en la lectura de la palabra para poder así enseñarle a la
congregación la doctrina bíblica. Los pastores tienen la gran responsabilidad de
mantener la congregación sana en la fe.
3.
Es el deber de los pastores reprender el
pecado
Tal vez
sea desagradable, pero el mandamiento es: “Te encarezco delante de Dios y del
Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y
en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo;
redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina” (2 Timoteo
4.1–2). Esto requiere valor. Pero también requiere sabiduría, compasión y amor.
Descuidar este deber de reprender el pecado trae confusión y derrota. Pero
cumplirlo fielmente producirá una religión pura y una congregación libre de
pecado.
4.
Los pastores son responsables de corregir
a los pecadores
La
iglesia tiene que mantenerse en orden. Los pecadores impenitentes tienen que ser
excomulgados, y los penitentes necesitan la instrucción. Es el deber del pastor
encargarse de estas cosas en la manera que la Biblia les manda. El evangelio
requiere que la iglesia sea gobernada bien y dice que los que gobiernan bien
deben ser “tenidos por dignos de doble honor” (1 Timoteo
5.17).
5.
Los pastores son los atalayas
de la congregación
Es de
suma importancia que los pastores velen por el rebaño y lo guarden de la
mundanería y las doctrinas dañinas que abundan en el mundo. Los pastores deben
estar listos para oponerse a la literatura falsa. A los predicadores errabundos
que no son fieles al Señor no se les debe permitir predicar en la congregación.
Un predicador digno de su llamamiento no necesita mendigar para que le den un
lugar donde servir. Tales predicadores errabundos y agentes religiosos
acostumbran a distribuir literatura falsa y dañina entre los ignorantes para
engañarlos, y aun pudieran engañar a los fieles. ¡Cuídese de ellos! “Por tanto,
mirad por vosotros, y por todo el rebaño” (Hechos 20.28). “Pero tú sé sobrio en
todo” (2 Timoteo 4.5).
6.
Los pastores deben visitar a los demás
miembros
Los
pastores deben visitar a los demás miembros de la congregación así como orar por
ellos y con ellos. Además, ellos deben animarlos y ayudarlos personalmente en la
obra del Señor. Esta parte de la obra del pastor es de mucha importancia. (Lea
Hechos 20.31 y Romanos 1.9.)
Los deberes de la congregación hacia los
pastores
El éxito
de una congregación depende mucho de cómo los miembros apoyan a los pastores y
cómo cumplen con sus deberes. A continuación ofrecemos algunos deberes de los
miembros de la iglesia hacia los pastores:
1.
Orar por
ellos
Las
oraciones de una congregación fiel resultan de gran ayuda para los pastores.
Pablo estimó de mucho valor las oraciones de los santos (2 Corintios 1.11). Las
oraciones de una congregación fiel libraron a uno de los apóstoles de la cárcel
y probablemente de la muerte (Hechos 12.5). Todos los pastores verdaderos se dan
cuenta del valor de las oraciones de los santos y siempre las anhelan. (Lea
Efesios 6.18–19; Colosenses 4.2–3; 1 Tesalonicenses 5.25; 2 Tesalonicenses 3.l.)
Hermanos y hermanas, oren por sus pastores.
2.
Rendirles obediencia
voluntaria
La Biblia
manda: “Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos” (Hebreos 13.17). Donde
no hay respeto a la autoridad la obra no puede prosperar “porque como pecado de
adivinación es la rebelión [desobediencia]” (1 Samuel 15.23). La desobediencia
hace estragos dondequiera que se encuentre: en el hogar, en la nación y en la
iglesia. Puesto que los pastores son los que cuidan la iglesia entonces los
demás miembros deben estar dispuestos a obedecerlos. Si el pastor necesitara ser
disciplinado él está bajo los mismos reglamentos que cualquier otro miembro.
Puede darse el caso en que un miembro sospeche de algún pastor. En tal caso,
debe exhortarlo como a un padre y nunca con una actitud rebelde. Un espíritu
desobediente, obstinado y rebelde es como una tierra fértil que, tarde o
temprano, producirá una cosecha de confusión y división. Tal como el hogar no
puede tener éxito sin la obediencia pronta de los hijos tampoco es posible que
una congregación se mantenga firme sin que los miembros obedezcan a los
pastores.
3.
Tenerles respeto y
estima
“Os
rogamos, hermanos, que reconozcáis a los que trabajan entre vosotros, y os
presiden en el Señor, y os amonestan; y que los tengáis en mucha estima y amor
por causa de su obra” (1 Tesalonicenses 5.12–13). Una cosa que impide mucho la
obra de los pastores es la falta de respeto a su llamamiento sagrado por parte
de los miembros de la congregación. Muchas veces los padres, por falta de
respeto a los pastores, sin saberlo, hacen salir a sus hijos de la iglesia. Una
vez que un joven débil se pone en contra de aquél a quien debe estimar (el
pastor) es muy difícil volverlo a traer completamente a la fe. Una congregación
nunca podrá avanzar si no se les da a los pastores el debido respeto. Cuide del
buen nombre de sus pastores (Filipenses 2.29). El honor a los pastores es
debido; no un honor lisonjero, sino un honor santo según enseña Cristo y su
palabra. Aquel que trae deshonra sobre los pastores por la falta de respeto y
estima trae deshonra sobre Cristo, la cabeza de la iglesia. “Los ancianos que
gobiernan bien, sean tenidos por dignos de doble honor” (1 Timoteo
5.17).
4.
Ayudarlos en sus
labores
La Biblia
nos enseña que debemos llevar las cargas los unos de los otros. Todos los
miembros deben ayudar a los pastores a edificar la iglesia de Cristo. Cualquier
miembro puede dar sugerencias y visitar a los enfermos. Los miembros deben estar
dispuestos a aceptar las responsabilidades que los pastores quieran darles. Otra
cosa que ayuda a los pastores a predicar el evangelio con buen ánimo es cuando
todos asisten a los cultos regularmente y prestan atención a los sermones. Si la
predicación le parece aburrida a usted, ore por el pastor.
5.
Ayudarlos cuando tengan
necesidad personal
Hay
muchas maneras en las cuales usted puede ayudar a los pastores si ellos tienen
necesidades económicas o cuando no pueden hacer su trabajo por falta de tiempo.
Ayúdelos para que así ellos puedan dedicarse a la obra de cuidar la
iglesia.
6.
Seguir su buen
ejemplo
Es el
deber del pastor dar un buen ejemplo al rebaño (1 Timoteo 4.12; Tito 2.7; 1
Pedro 5.3). Pero este buen ejemplo, o sea, este patrón, pierde su valor si no lo
usa para sacar copias. Los hermanos deben seguir el buen ejemplo de los pastores
(Filipenses 3.17; 2 Tesalonicenses 3.9). Bienaventurada la congregación cuyos
pastores muestran un ejemplo bíblico en todas las cosas que hacen para que así
los miembros puedan seguirlo.
7.
Compartir en sus pruebas y
dificultades
Los
pastores que se dan cuenta que los miembros los están apoyando en todo aspecto
de su vida son más fuertes para ejercer su ministerio, especialmente en tiempos
cuando sus responsabilidades se hacen más difícil de cumplir. El sostén y apoyo
de la congregación les capacitará para guiar la congregación a la victoria
(Éxodo 17.8–16).
Las oportunidades para cada miembro
La obra
de la congregación no debe descansar sólo en los hombros de los pastores. Hay
muchas maneras en que los demás miembros deben ayudar en la obra de Dios. Aquí
presentamos algunas:
1.
La escuela
dominical
Muchas
congregaciones tienen una clase de escuela dominical. El maestro de la clase
suele elegirse de entre los miembros no ordenados. Se necesitan obreros
capacitados y fieles en la escuela dominical para el bienestar de la
congregación.
2.
Los jóvenes
Los
jóvenes necesitan el compañerismo de los mayores. Los miembros adultos deben ver
en cada joven una oportunidad de contribuir a la formación de una vida. Cuando
sea conveniente, pídale a un joven acompañarle cuando salga a visitar en la
comunidad o a hacer otra obra para el Señor. En algunas congregaciones se
efectúan reuniones bíblicas especialmente para los jóvenes que ofrecen a los
miembros mayores la oportunidad de influir en la vida de
ellos.
3.
Cultos
especiales
Muchas
congregaciones ofrecen oportunidades para llevar el evangelio a los que no
pueden asistir, o al menos no asisten, a los cultos en la iglesia. Los cultos
especiales ofrecen una oportunidad para ayudar en la evangelización del
mundo.
4.
La misión
urbana
Además de
otras misiones, siempre hay necesidad de obreros para que ayuden a llevar las
buenas nuevas del evangelio a los perdidos en las ciudades.
5.
Ayudar a los
necesitados
Servimos
a Cristo cuando ayudamos a los ancianos y huérfanos, los pobres y desamparados.
Si nos ocupamos de traerles el mensaje de la salvación, ánimo y sostén entonces
obtendremos el galardón prometido en Mateo 25.34–40.
6.
La educación
cristiana
Las
escuelas cristianas siempre necesitan maestros que se dediquen a la obra con
esmero. Ser maestro en una escuela cristiana es una oportunidad de enseñar a los
niños y jóvenes no sólo los aspectos académicos de la vida, sino también los
valores espirituales.
7.
Llevar el evangelio a lo
último de la tierra
Todo
cristiano debe predicar a diario el evangelio con su vida y sus palabras. Él
debe dejar que brille su luz por dondequiera que vaya. Pidámosle a Dios que nos
dé una visión de los millares de personas que se están perdiendo más allá de
nuestra vecindad. Cuando recibimos la visión de ir a predicar el evangelio
siempre resultará que unos irán a predicar el mismo a otra parte. Todos nosotros
debemos estar dispuestos a ir si la iglesia nos llama a tal obra. “A la verdad
la mies es mucha, mas los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies, que
envíe obreros a su mies” (Mateo 9.37–38).
Además de
estas oportunidades especiales para el cristiano, muchas otras podrían
mencionarse. Guiar el hogar cristiano y criar a los hijos para Cristo es una
manera muy importante de servir a Cristo. Manejar diligentemente un negocio o
ser un empleado fiel puede contribuir a la causa del Señor. Esto representa una
oportunidad práctica de trabajar en la viña del Señor.
Por
último, aunque no menos importante, ser un cristiano fiel y leal es un gran
servicio para Cristo y los hermanos. El Señor quiere que nuestro buen ejemplo
sirva como Biblia para muchos (2 Corintios 3.2–3) de manera que los convenza de
la realidad y el poder del evangelio de Cristo en la vida de los hombres. Los
incrédulos leen más del evangelio en los creyentes que en la Biblia. Todo
creyente tiene la oportunidad de ser una “Biblia”. Aprovéchela y utilícela para
la gloria de Dios y así contribuirá al testimonio de su
congregación.
Cosas que impiden el crecimiento de la
congregación
Se ha
dicho que donde Dios pone su casa de oración allí también el diablo edifica su
capilla. Al procurar edificar una congregación para el Señor hay que enfrentarse
a las fuerzas de Satanás y resistirlas. Notemos algunas de las cosas que impiden
el crecimiento de la congregación:
1.
La justicia
propia
Una
reprensión muy severa de Cristo a los fariseos que se creían justos fue ésta:
“Vosotros mismos no entrasteis, y a los que entraban se lo impedisteis” (Lucas
11.52). Los que se creen justos hasta le impiden entrar a los que quieren
edificar la obra de Dios.
2.
La
hipocresía
La
hipocresía y la justicia propia se relacionan. Donde mora el uno el otro también
está. Lea en Mateo 23 la reprensión severa que le hizo Cristo a los hipócritas.
Pídale a Dios humildad y sinceridad para que él quite lo que impide el
crecimiento espiritual de la hermandad.
3.
La
indiferencia
La
indiferencia impidió la prosperidad de la congregación de Laodicea y trajo la
reprensión de Jesús. Este mismo problema impide el crecimiento de muchas
congregaciones hoy en día. Cualquier congregación que permita que entren la
tibieza, el descuido y la indiferencia no se desarrollará ni se fortalecerá como
un cuerpo activo.
4.
La
mundanería
“La
amistad del mundo es enemistad contra Dios” (Santiago 4.4). La iglesia de Cristo
no tiene nada que ver con el reino del mundo: “No son del mundo” (Juan 17.16).
“No os conforméis a este siglo” (Romanos 12.2). “No améis al mundo” (1 Juan
2.15). Estos y otros textos muestran claramente que el creyente no debe ser
cómplice del mundo. Cuando el mundo entra en la congregación, la piedad ya no
tiene lugar. Jesús dice que una persona que no está completamente rendida a él
es como una semilla que crece entre los espinos (Mateo 13.22). El mundo es lo
que hace que su espiritualidad se ahogue. Lo que más impide en nuestros días el
crecimiento espiritual en muchas congregaciones es la presencia de cosas
mundanas de una forma u otra; ya sea en las relaciones o métodos de negocios, en
la vida social, en las relaciones matrimoniales, en el atavío del cuerpo y de
muchas otras maneras. La mundanería siempre destruye la espiritualidad e impide
el crecimiento de la obra de Dios. Cierre usted la puerta contra este enemigo de
la iglesia: la mundanería corrosiva.
Cosas que promueven el crecimiento de la
congregación
1.
La unidad de la
fe
La Biblia
enseña que cada miembro de la congregación es parte del mismo cuerpo y que son
“todos miembros los unos de los otros” (Romanos 12.5). La adoración a Dios y el
testimonio de fe deben ser “unánimes, a una voz” (Romanos 15.6). Un testimonio
que demuestra que somos perfectos en Cristo es tener “la unidad de la fe”
(Efesios 4.13).
2.
El amor
fraternal
“Permanezca el amor fraternal” (Hebreos 13. l). El Señor nos
amonesta de esta manera: “Amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro”
(1 Pedro 1.22). El amor fraternal que se muestra en la congregación ofrece un
testimonio indubitable a la comunidad (Juan 13.35). Donde hay amor fraternal,
hay paz, simpatía y ayuda mutua entre los hermanos. Esto promueve el crecimiento
espiritual.
3.
La firmeza
La
congregación en Éfeso nos sirve como un buen ejemplo de la perseverancia y la
firmeza en el servicio. Esto se menciona cuatro veces en Apocalipsis 2.1–7. Su
servicio no era inconstante. Ellos se dieron a la obra con gran determinación.
Esto agradó a Cristo, la cabeza de la iglesia, y triunfaron sobre todos los
obstáculos. Sí, la iglesia necesita personas que no se cansen nunca de hacer el
bien.
4.
La
disciplina
Dios da a
la iglesia la responsabilidad de disciplinar a los miembros que no quieren
someterse a él. La persona que resiste la amonestación de los hermanos es amiga
del mundo y enemiga de Dios. Eso mancha la pureza de la iglesia. Por tanto, la
iglesia tiene que excomulgarlo.
“El tal
sea entregado a Satanás” (1 Corintios 5.5). “Quitad, pues, a ese perverso” (1
Corintios 5.13). “Deséchalo” (Tito 3.10). El que peca cede a la tentación de
Satanás. El que permanece en su pecado se entrega a Satanás. Así se condena a sí
mismo. Tal persona debe ser separada de la iglesia.
¡Qué
espantosa la condición de tal hombre! ¡Está separado de Cristo! Está afuera,
entre los esclavos de Satanás. Ojalá que la separación entre él y la iglesia lo
ayude a entender que ahora él está separado de Dios. Quizá entonces se
arrepienta para que su espíritu sea salvo cuando venga Cristo.
“Señaladlo, y no os juntéis con él” (2 Tesalonicenses 3.14). La
excomunión sirve de aviso al resto de los hermanos de que el excomulgado ya no
es miembro de la iglesia y que ya no es partícipe con la comunidad de creyentes.
Esto quiere decir que a partir de ese momento no debemos llamarlo hermano, ni
saludarlo con el ósculo santo, ni participar con él en la santa cena, ni mucho
menos juntarnos con él como con un amigo. Sin embargo, siempre debemos amarlo y
exhortarlo a que vuelva al redil.
No
debemos hablarle al errante de manera que le haga pensar que la iglesia lo ha
maltratado. Tenemos que hacerle saber que lo hemos disciplinado por su propio
bien. Incluso, tenemos que evitarlo para que se avergüence de su pecado. Quizá a
él le parezca que lo tratamos así para vengarnos de él. Pero sabemos que eso no
es cierto. Lo hacemos para mantener la pureza de la iglesia y para que él sienta
su necesidad de ponerse a cuentas con Cristo. Nuestro objetivo es que él se
arrepienta para que pueda ser restaurado a la iglesia.
Esta
disciplina mantiene pura la congregación a fin de que la misma esté lista cuando
aparezca su novio (2 Pedro 3.14). Los pecados y la impureza en la congregación
sólo traen derrota y condenación a la misma.
5.
La influencia
personal
La
congregación consiste en un grupo de personas. Cada una influye en las demás.
Todas estas influencias personales ayudan o destruyen la congregación. Por
ejemplo, tenemos el caso de dos compañeros incrédulos que vivían en el pecado y
se convirtieron. Después de esto ambos dieron testimonio de que eran cristianos.
Un tercer compañero dudaba del poder de la salvación. Él dejó su trabajo por una
semana y se dedicó a seguir a sus dos amigos sin que ellos lo supieran para ver
cómo eran sus vidas. Entonces él se convenció de que ellos tenían algo de gran
valor que a él todavía le faltaba. Fue así entonces como él también buscó y
encontró a Cristo. ¿Cuál hubiera sido el resultado si estos dos no hubieran
dejado que la luz de Cristo y del evangelio resplandeciera en sus vidas? La vida
de cada cristiano siempre está bajo una constante vigilancia. El argumento más
fuerte a favor o en contra del cristianismo es el mismo cristiano. ¿Cuál es tu
influencia personal? (Lea 1 Pedro 2.15.)
6.
La lealtad
El
traidor es el hombre más despreciado en cualquier país. Aquel que no es honesto
no goza de respeto o estimación entre amigos o enemigos. Asimismo, el que es
leal a su patria gana y mantiene el respeto de todos. La deslealtad por parte de
cualquier miembro de la iglesia, aunque sea en un asunto muy pequeño, está en
contra de la solidaridad de la hermandad. La lealtad a Dios en todo lleva en sí
una influencia y poder para levantar y promulgar el reino. ¡Que cada miembro sea
leal a Cristo, leal a la obra de Cristo en la congregación, leal en separarse
del mundo, leal en asistir a los cultos y las actividades de la congregación,
leal a todo lo bueno y noble! Así crecerá la congregación.
La relación entre la congregación local y la iglesia
universal
La
congregación local es en sí misma una unidad que funciona como un cuerpo, pero
también es parte de la iglesia universal de Cristo. La iglesia universal consta
de todos los hijos de Dios en todo lugar, y forma el cuerpo de Cristo en la
tierra. Cada congregación local puede beneficiarse mucho al tener comunión con
otras congregaciones locales que también forman parte de la iglesia universal y
verdadera de Cristo. Según la Biblia, debe haber comunión entre tales
congregaciones. Esta comunión es para su beneficio mutuo. De esa manera pueden
animarse, aconsejarse, ayudarse y apoyarse los unos a los
otros.
Sin
embargo, cada congregación debe reconocer que no toda iglesia o congregación que
dice ser parte de la iglesia universal de Cristo lo es. Puede ser que el nombre
de Cristo forme parte del nombre de su iglesia, pero por su doctrina y
comportamiento lo niegan. La iglesia de los santos de Jesucristo de los
últimos días es un ejemplo claro de las iglesias a las que nos referimos
anteriormente. Aunque la misma profesa fe en Jesús, esta iglesia estima más la
palabra de José Smith que la de Cristo. Sus doctrinas y sus obras no son
cristianas. Traen oscuridad al alma en vez de luz.
Las
congregaciones verdaderamente cristianas no pueden tener ninguna comunión con
tales iglesias. Al contrario, las verdaderas iglesias cristianas deben exponer
sus errores y fortalecerse en contra de sus engaños. Estas iglesias falsas deben
convertirse en un campo misionero para la iglesia cristiana. Resulta evidente
que La iglesia de los santos de Jesucristo de los últimos días no es
parte de la iglesia universal de Cristo; la misma es una religión
falsa.
De tales
religiones Jesús dijo: “Muchos falsos profetas se levantarán y engañaran a
muchos” (Mateo 24.11). “Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros
con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Pos sus frutos los
conoceréis” (Mateo 7.15–17). Y el apóstol Juan nos advierte en cuanto a no
apoyarlas en ninguna manera (2 Juan 9–11).
No
obstante, existen otras iglesias que sí creen en la salvación por fe en Jesús y
predican muchas cosas que están correctas. Las personas pueden apreciar que en
sus miembros se muestran los frutos de una vida espiritual. Sin embargo, estas
mismas iglesias tienen unas creencias y prácticas que, según nosotros entendemos
las enseñanzas del Nuevo Testamento, no parecen muy bíblicas. ¿Cómo debe
relacionarse la congregación local de creyentes verdaderos con tales
iglesias?
De la
enseñanza que Cristo les dio a sus discípulos en cierta ocasión podemos aprender
algo de cómo relacionarnos con esas iglesias. En este caso nos damos cuenta que
hubo alguien que no andaba con los discípulos y los mismos le querían prohibir
que usara el nombre de Jesús para echar fuera demonios. Pero cuando Cristo lo
supo, les dijo: “No se lo prohibáis; porque ninguno hay que haga milagro en mi
nombre, que luego puede decir mal de mí. Porque el que no es contra nosotros,
por nosotros es” (Marcos 9.39–40). Al decir esto, Jesús dejó claro que no
debemos oponernos a la obra de los tales. Sin embargo, también es muy notable
que él no nos manda a unirnos con ellos. Pablo enseña algo muy parecido en
Filipenses 1.15–18.
Hay mucha
variedad en las iglesias; desde las que son muy distintas de nuestra
congregación hasta las que son muy parecidas. A veces nos cuesta discernir cómo
relacionarnos con cierta iglesia. Es muy importante que cada congregación, bajo
la dirección de los pastores, decida cómo relacionarse con las otras
congregaciones con las cuales mantiene ciertas relaciones.
A fin de
cuentas, cada congregación debe reconocer que Dios desea que la misma esté muy
ocupada en la obra de Dios. Él quiere que ella haga su parte, en su comunidad,
cumpliendo con el gran propósito de Dios para su iglesia universal, lo cual es
evangelizar al mundo. Es necesario que cada congregación reconozca la necesidad
de apoyar y dar su aporte para la honra y gloria de la Cabeza de la iglesia
universal, Jesucristo.
Fuente: elcristianismoprimitivo (PUNTO) com/doct35 (PUNTO) htm
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