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miércoles, 10 de abril de 2013

La congregación




Fuente: elcristianismoprimitivo (PUNTO) com/doct35 (PUNTO) htm

Capítulo 35

La congregación

“Yo me alegré con los que me decían: A la casa de Jehová iremos” (Salmo 122.1).

Introducción

Al decir “congregación” estamos pensando en la hermandad local. Ésta se compone de hermanos y hermanas en cualquier lugar que se hayan comprometido a adorar juntos al Señor y ayudarse mutuamente.

Cada hermandad cristiana consiste en un grupo de miembros convertidos y bautizados que se congregan regularmente para adorar a Dios. El Señor pone pastores en cada congregación para que cuiden de la grey y sean ejemplos de los santos. Cada miembro mantiene una relación íntima con Dios, evangeliza a otros, y vive en paz y armonía con sus hermanos.

Los requisitos para ser miembro

La iglesia que es verdaderamente cristiana admite como miembros sólo a las personas que se hayan arrepentido de todos sus pecados, que hayan sido bautizadas sobre la base de su fe en Cristo, que tengan un buen testimonio, que estén conforme con la fe y la práctica de la iglesia de Cristo, que vivan separadas del mundo, que estén consagradas a Dios y que se sometan completamente a la palabra de Dios.

Los deberes de los pastores hacia los demás en la iglesia

Mucho depende de los pastores para que la obra prospere. Una congregación se enferma cuando es dirigida por pastores que no son fieles. “Cuál sacerdote, así la gente” es un antiguo refrán cuya verdad aún permanece. La palabra de Dios exige muchas obligaciones sobre los siervos de la congregación.

1. Los pastores son siervos de la congregación

El pastor debe apacentar la grey de Dios y cuidar de ella. Pero no debe olvidar que él es el siervo de la gente que está cuidando. Si olvida esta verdad él llega a enredarse en lo terrenal, alaba su autoridad y posición como líder, piensa en los demás miembros de la iglesia como inferiores y se enseñorea de la heredad del Señor. Así perderá su contacto con Dios, su influencia en la congregación y su utilidad en el reino. Jesús nos dio un ejemplo perfecto cuando anduvo aquí en la tierra: aunque era el Señor de todos, se hizo su siervo. Él dice que los gobernantes de este mundo se enseñorean de los que están a su cargo, pero que entre los cristianos no debe ser así (Mateo 20.25–28).

2. Es el deber de los pastores apacentar al rebaño

Ellos tienen que suministrar a la congregación alimento balanceado en forma de sana enseñanza bíblica. Apacentar a los corderos del rebaño y cuidar de ellos es un deber muy importante que tienen los pastores. (Lea Hechos 20.28; 1 Pedro 5.2.)

Los pastores tienen que hacer más que sólo instar a las buenas obras. Es su deber enseñar y explicar la palabra. Además, ellos deben ayudar a los miembros para que pongan en práctica la doctrina de la Biblia (2 Timoteo 2.2). Es su deber usar “bien la palabra de verdad” (2 Timoteo 2.15). Es su deber enseñar “lo que está de acuerdo con la sana doctrina” (Tito 2.1). Los pastores tienen que ocuparse continuamente en la lectura de la palabra para poder así enseñarle a la congregación la doctrina bíblica. Los pastores tienen la gran responsabilidad de mantener la congregación sana en la fe.

3. Es el deber de los pastores reprender el pecado

Tal vez sea desagradable, pero el mandamiento es: “Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina” (2 Timoteo 4.1–2). Esto requiere valor. Pero también requiere sabiduría, compasión y amor. Descuidar este deber de reprender el pecado trae confusión y derrota. Pero cumplirlo fielmente producirá una religión pura y una congregación libre de pecado.

4. Los pastores son responsables de corregir a los pecadores

La iglesia tiene que mantenerse en orden. Los pecadores impenitentes tienen que ser excomulgados, y los penitentes necesitan la instrucción. Es el deber del pastor encargarse de estas cosas en la manera que la Biblia les manda. El evangelio requiere que la iglesia sea gobernada bien y dice que los que gobiernan bien deben ser “tenidos por dignos de doble honor” (1 Timoteo 5.17).

5. Los pastores son los atalayas de la congregación

Es de suma importancia que los pastores velen por el rebaño y lo guarden de la mundanería y las doctrinas dañinas que abundan en el mundo. Los pastores deben estar listos para oponerse a la literatura falsa. A los predicadores errabundos que no son fieles al Señor no se les debe permitir predicar en la congregación. Un predicador digno de su llamamiento no necesita mendigar para que le den un lugar donde servir. Tales predicadores errabundos y agentes religiosos acostumbran a distribuir literatura falsa y dañina entre los ignorantes para engañarlos, y aun pudieran engañar a los fieles. ¡Cuídese de ellos! “Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño” (Hechos 20.28). “Pero tú sé sobrio en todo” (2 Timoteo 4.5).

6. Los pastores deben visitar a los demás miembros

Los pastores deben visitar a los demás miembros de la congregación así como orar por ellos y con ellos. Además, ellos deben animarlos y ayudarlos personalmente en la obra del Señor. Esta parte de la obra del pastor es de mucha importancia. (Lea Hechos 20.31 y Romanos 1.9.)

Los deberes de la congregación hacia los pastores

El éxito de una congregación depende mucho de cómo los miembros apoyan a los pastores y cómo cumplen con sus deberes. A continuación ofrecemos algunos deberes de los miembros de la iglesia hacia los pastores:

1. Orar por ellos

Las oraciones de una congregación fiel resultan de gran ayuda para los pastores. Pablo estimó de mucho valor las oraciones de los santos (2 Corintios 1.11). Las oraciones de una congregación fiel libraron a uno de los apóstoles de la cárcel y probablemente de la muerte (Hechos 12.5). Todos los pastores verdaderos se dan cuenta del valor de las oraciones de los santos y siempre las anhelan. (Lea Efesios 6.18–19; Colosenses 4.2–3; 1 Tesalonicenses 5.25; 2 Tesalonicenses 3.l.) Hermanos y hermanas, oren por sus pastores.

2. Rendirles obediencia voluntaria

La Biblia manda: “Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos” (Hebreos 13.17). Donde no hay respeto a la autoridad la obra no puede prosperar “porque como pecado de adivinación es la rebelión [desobediencia]” (1 Samuel 15.23). La desobediencia hace estragos dondequiera que se encuentre: en el hogar, en la nación y en la iglesia. Puesto que los pastores son los que cuidan la iglesia entonces los demás miembros deben estar dispuestos a obedecerlos. Si el pastor necesitara ser disciplinado él está bajo los mismos reglamentos que cualquier otro miembro. Puede darse el caso en que un miembro sospeche de algún pastor. En tal caso, debe exhortarlo como a un padre y nunca con una actitud rebelde. Un espíritu desobediente, obstinado y rebelde es como una tierra fértil que, tarde o temprano, producirá una cosecha de confusión y división. Tal como el hogar no puede tener éxito sin la obediencia pronta de los hijos tampoco es posible que una congregación se mantenga firme sin que los miembros obedezcan a los pastores.

3. Tenerles respeto y estima

“Os rogamos, hermanos, que reconozcáis a los que trabajan entre vosotros, y os presiden en el Señor, y os amonestan; y que los tengáis en mucha estima y amor por causa de su obra” (1 Tesalonicenses 5.12–13). Una cosa que impide mucho la obra de los pastores es la falta de respeto a su llamamiento sagrado por parte de los miembros de la congregación. Muchas veces los padres, por falta de respeto a los pastores, sin saberlo, hacen salir a sus hijos de la iglesia. Una vez que un joven débil se pone en contra de aquél a quien debe estimar (el pastor) es muy difícil volverlo a traer completamente a la fe. Una congregación nunca podrá avanzar si no se les da a los pastores el debido respeto. Cuide del buen nombre de sus pastores (Filipenses 2.29). El honor a los pastores es debido; no un honor lisonjero, sino un honor santo según enseña Cristo y su palabra. Aquel que trae deshonra sobre los pastores por la falta de respeto y estima trae deshonra sobre Cristo, la cabeza de la iglesia. “Los ancianos que gobiernan bien, sean tenidos por dignos de doble honor” (1 Timoteo 5.17).

4. Ayudarlos en sus labores

La Biblia nos enseña que debemos llevar las cargas los unos de los otros. Todos los miembros deben ayudar a los pastores a edificar la iglesia de Cristo. Cualquier miembro puede dar sugerencias y visitar a los enfermos. Los miembros deben estar dispuestos a aceptar las responsabilidades que los pastores quieran darles. Otra cosa que ayuda a los pastores a predicar el evangelio con buen ánimo es cuando todos asisten a los cultos regularmente y prestan atención a los sermones. Si la predicación le parece aburrida a usted, ore por el pastor.

5. Ayudarlos cuando tengan necesidad personal

Hay muchas maneras en las cuales usted puede ayudar a los pastores si ellos tienen necesidades económicas o cuando no pueden hacer su trabajo por falta de tiempo. Ayúdelos para que así ellos puedan dedicarse a la obra de cuidar la iglesia.

6. Seguir su buen ejemplo

Es el deber del pastor dar un buen ejemplo al rebaño (1 Timoteo 4.12; Tito 2.7; 1 Pedro 5.3). Pero este buen ejemplo, o sea, este patrón, pierde su valor si no lo usa para sacar copias. Los hermanos deben seguir el buen ejemplo de los pastores (Filipenses 3.17; 2 Tesalonicenses 3.9). Bienaventurada la congregación cuyos pastores muestran un ejemplo bíblico en todas las cosas que hacen para que así los miembros puedan seguirlo.

7. Compartir en sus pruebas y dificultades

Los pastores que se dan cuenta que los miembros los están apoyando en todo aspecto de su vida son más fuertes para ejercer su ministerio, especialmente en tiempos cuando sus responsabilidades se hacen más difícil de cumplir. El sostén y apoyo de la congregación les capacitará para guiar la congregación a la victoria (Éxodo 17.8–16).

Las oportunidades para cada miembro

La obra de la congregación no debe descansar sólo en los hombros de los pastores. Hay muchas maneras en que los demás miembros deben ayudar en la obra de Dios. Aquí presentamos algunas:

1. La escuela dominical

Muchas congregaciones tienen una clase de escuela dominical. El maestro de la clase suele elegirse de entre los miembros no ordenados. Se necesitan obreros capacitados y fieles en la escuela dominical para el bienestar de la congregación.

2. Los jóvenes

Los jóvenes necesitan el compañerismo de los mayores. Los miembros adultos deben ver en cada joven una oportunidad de contribuir a la formación de una vida. Cuando sea conveniente, pídale a un joven acompañarle cuando salga a visitar en la comunidad o a hacer otra obra para el Señor. En algunas congregaciones se efectúan reuniones bíblicas especialmente para los jóvenes que ofrecen a los miembros mayores la oportunidad de influir en la vida de ellos.

3. Cultos especiales

Muchas congregaciones ofrecen oportunidades para llevar el evangelio a los que no pueden asistir, o al menos no asisten, a los cultos en la iglesia. Los cultos especiales ofrecen una oportunidad para ayudar en la evangelización del mundo.

4. La misión urbana

Además de otras misiones, siempre hay necesidad de obreros para que ayuden a llevar las buenas nuevas del evangelio a los perdidos en las ciudades.

5. Ayudar a los necesitados

Servimos a Cristo cuando ayudamos a los ancianos y huérfanos, los pobres y desamparados. Si nos ocupamos de traerles el mensaje de la salvación, ánimo y sostén entonces obtendremos el galardón prometido en Mateo 25.34–40.

6. La educación cristiana

Las escuelas cristianas siempre necesitan maestros que se dediquen a la obra con esmero. Ser maestro en una escuela cristiana es una oportunidad de enseñar a los niños y jóvenes no sólo los aspectos académicos de la vida, sino también los valores espirituales.

7. Llevar el evangelio a lo último de la tierra

Todo cristiano debe predicar a diario el evangelio con su vida y sus palabras. Él debe dejar que brille su luz por dondequiera que vaya. Pidámosle a Dios que nos dé una visión de los millares de personas que se están perdiendo más allá de nuestra vecindad. Cuando recibimos la visión de ir a predicar el evangelio siempre resultará que unos irán a predicar el mismo a otra parte. Todos nosotros debemos estar dispuestos a ir si la iglesia nos llama a tal obra. “A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies” (Mateo 9.37–38).

Además de estas oportunidades especiales para el cristiano, muchas otras podrían mencionarse. Guiar el hogar cristiano y criar a los hijos para Cristo es una manera muy importante de servir a Cristo. Manejar diligentemente un negocio o ser un empleado fiel puede contribuir a la causa del Señor. Esto representa una oportunidad práctica de trabajar en la viña del Señor.

Por último, aunque no menos importante, ser un cristiano fiel y leal es un gran servicio para Cristo y los hermanos. El Señor quiere que nuestro buen ejemplo sirva como Biblia para muchos (2 Corintios 3.2–3) de manera que los convenza de la realidad y el poder del evangelio de Cristo en la vida de los hombres. Los incrédulos leen más del evangelio en los creyentes que en la Biblia. Todo creyente tiene la oportunidad de ser una “Biblia”. Aprovéchela y utilícela para la gloria de Dios y así contribuirá al testimonio de su congregación.

Cosas que impiden el crecimiento de la congregación

Se ha dicho que donde Dios pone su casa de oración allí también el diablo edifica su capilla. Al procurar edificar una congregación para el Señor hay que enfrentarse a las fuerzas de Satanás y resistirlas. Notemos algunas de las cosas que impiden el crecimiento de la congregación:

1. La justicia propia

Una reprensión muy severa de Cristo a los fariseos que se creían justos fue ésta: “Vosotros mismos no entrasteis, y a los que entraban se lo impedisteis” (Lucas 11.52). Los que se creen justos hasta le impiden entrar a los que quieren edificar la obra de Dios.

2. La hipocresía

La hipocresía y la justicia propia se relacionan. Donde mora el uno el otro también está. Lea en Mateo 23 la reprensión severa que le hizo Cristo a los hipócritas. Pídale a Dios humildad y sinceridad para que él quite lo que impide el crecimiento espiritual de la hermandad.

3. La indiferencia

La indiferencia impidió la prosperidad de la congregación de Laodicea y trajo la reprensión de Jesús. Este mismo problema impide el crecimiento de muchas congregaciones hoy en día. Cualquier congregación que permita que entren la tibieza, el descuido y la indiferencia no se desarrollará ni se fortalecerá como un cuerpo activo.

4. La mundanería

“La amistad del mundo es enemistad contra Dios” (Santiago 4.4). La iglesia de Cristo no tiene nada que ver con el reino del mundo: “No son del mundo” (Juan 17.16). “No os conforméis a este siglo” (Romanos 12.2). “No améis al mundo” (1 Juan 2.15). Estos y otros textos muestran claramente que el creyente no debe ser cómplice del mundo. Cuando el mundo entra en la congregación, la piedad ya no tiene lugar. Jesús dice que una persona que no está completamente rendida a él es como una semilla que crece entre los espinos (Mateo 13.22). El mundo es lo que hace que su espiritualidad se ahogue. Lo que más impide en nuestros días el crecimiento espiritual en muchas congregaciones es la presencia de cosas mundanas de una forma u otra; ya sea en las relaciones o métodos de negocios, en la vida social, en las relaciones matrimoniales, en el atavío del cuerpo y de muchas otras maneras. La mundanería siempre destruye la espiritualidad e impide el crecimiento de la obra de Dios. Cierre usted la puerta contra este enemigo de la iglesia: la mundanería corrosiva.

Cosas que promueven el crecimiento de la congregación

1. La unidad de la fe

La Biblia enseña que cada miembro de la congregación es parte del mismo cuerpo y que son “todos miembros los unos de los otros” (Romanos 12.5). La adoración a Dios y el testimonio de fe deben ser “unánimes, a una voz” (Romanos 15.6). Un testimonio que demuestra que somos perfectos en Cristo es tener “la unidad de la fe” (Efesios 4.13).

2. El amor fraternal

“Permanezca el amor fraternal” (Hebreos 13. l). El Señor nos amonesta de esta manera: “Amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro” (1 Pedro 1.22). El amor fraternal que se muestra en la congregación ofrece un testimonio indubitable a la comunidad (Juan 13.35). Donde hay amor fraternal, hay paz, simpatía y ayuda mutua entre los hermanos. Esto promueve el crecimiento espiritual.

3. La firmeza

La congregación en Éfeso nos sirve como un buen ejemplo de la perseverancia y la firmeza en el servicio. Esto se menciona cuatro veces en Apocalipsis 2.1–7. Su servicio no era inconstante. Ellos se dieron a la obra con gran determinación. Esto agradó a Cristo, la cabeza de la iglesia, y triunfaron sobre todos los obstáculos. Sí, la iglesia necesita personas que no se cansen nunca de hacer el bien.

4. La disciplina

Dios da a la iglesia la responsabilidad de disciplinar a los miembros que no quieren someterse a él. La persona que resiste la amonestación de los hermanos es amiga del mundo y enemiga de Dios. Eso mancha la pureza de la iglesia. Por tanto, la iglesia tiene que excomulgarlo.

“El tal sea entregado a Satanás” (1 Corintios 5.5). “Quitad, pues, a ese perverso” (1 Corintios 5.13). “Deséchalo” (Tito 3.10). El que peca cede a la tentación de Satanás. El que permanece en su pecado se entrega a Satanás. Así se condena a sí mismo. Tal persona debe ser separada de la iglesia.

¡Qué espantosa la condición de tal hombre! ¡Está separado de Cristo! Está afuera, entre los esclavos de Satanás. Ojalá que la separación entre él y la iglesia lo ayude a entender que ahora él está separado de Dios. Quizá entonces se arrepienta para que su espíritu sea salvo cuando venga Cristo.

“Señaladlo, y no os juntéis con él” (2 Tesalonicenses 3.14). La excomunión sirve de aviso al resto de los hermanos de que el excomulgado ya no es miembro de la iglesia y que ya no es partícipe con la comunidad de creyentes. Esto quiere decir que a partir de ese momento no debemos llamarlo hermano, ni saludarlo con el ósculo santo, ni participar con él en la santa cena, ni mucho menos juntarnos con él como con un amigo. Sin embargo, siempre debemos amarlo y exhortarlo a que vuelva al redil.

No debemos hablarle al errante de manera que le haga pensar que la iglesia lo ha maltratado. Tenemos que hacerle saber que lo hemos disciplinado por su propio bien. Incluso, tenemos que evitarlo para que se avergüence de su pecado. Quizá a él le parezca que lo tratamos así para vengarnos de él. Pero sabemos que eso no es cierto. Lo hacemos para mantener la pureza de la iglesia y para que él sienta su necesidad de ponerse a cuentas con Cristo. Nuestro objetivo es que él se arrepienta para que pueda ser restaurado a la iglesia.

Esta disciplina mantiene pura la congregación a fin de que la misma esté lista cuando aparezca su novio (2 Pedro 3.14). Los pecados y la impureza en la congregación sólo traen derrota y condenación a la misma.

5. La influencia personal

La congregación consiste en un grupo de personas. Cada una influye en las demás. Todas estas influencias personales ayudan o destruyen la congregación. Por ejemplo, tenemos el caso de dos compañeros incrédulos que vivían en el pecado y se convirtieron. Después de esto ambos dieron testimonio de que eran cristianos. Un tercer compañero dudaba del poder de la salvación. Él dejó su trabajo por una semana y se dedicó a seguir a sus dos amigos sin que ellos lo supieran para ver cómo eran sus vidas. Entonces él se convenció de que ellos tenían algo de gran valor que a él todavía le faltaba. Fue así entonces como él también buscó y encontró a Cristo. ¿Cuál hubiera sido el resultado si estos dos no hubieran dejado que la luz de Cristo y del evangelio resplandeciera en sus vidas? La vida de cada cristiano siempre está bajo una constante vigilancia. El argumento más fuerte a favor o en contra del cristianismo es el mismo cristiano. ¿Cuál es tu influencia personal? (Lea 1 Pedro 2.15.)

6. La lealtad

El traidor es el hombre más despreciado en cualquier país. Aquel que no es honesto no goza de respeto o estimación entre amigos o enemigos. Asimismo, el que es leal a su patria gana y mantiene el respeto de todos. La deslealtad por parte de cualquier miembro de la iglesia, aunque sea en un asunto muy pequeño, está en contra de la solidaridad de la hermandad. La lealtad a Dios en todo lleva en sí una influencia y poder para levantar y promulgar el reino. ¡Que cada miembro sea leal a Cristo, leal a la obra de Cristo en la congregación, leal en separarse del mundo, leal en asistir a los cultos y las actividades de la congregación, leal a todo lo bueno y noble! Así crecerá la congregación.

La relación entre la congregación local y la iglesia universal

La congregación local es en sí misma una unidad que funciona como un cuerpo, pero también es parte de la iglesia universal de Cristo. La iglesia universal consta de todos los hijos de Dios en todo lugar, y forma el cuerpo de Cristo en la tierra. Cada congregación local puede beneficiarse mucho al tener comunión con otras congregaciones locales que también forman parte de la iglesia universal y verdadera de Cristo. Según la Biblia, debe haber comunión entre tales congregaciones. Esta comunión es para su beneficio mutuo. De esa manera pueden animarse, aconsejarse, ayudarse y apoyarse los unos a los otros.

Sin embargo, cada congregación debe reconocer que no toda iglesia o congregación que dice ser parte de la iglesia universal de Cristo lo es. Puede ser que el nombre de Cristo forme parte del nombre de su iglesia, pero por su doctrina y comportamiento lo niegan. La iglesia de los santos de Jesucristo de los últimos días es un ejemplo claro de las iglesias a las que nos referimos anteriormente. Aunque la misma profesa fe en Jesús, esta iglesia estima más la palabra de José Smith que la de Cristo. Sus doctrinas y sus obras no son cristianas. Traen oscuridad al alma en vez de luz.

Las congregaciones verdaderamente cristianas no pueden tener ninguna comunión con tales iglesias. Al contrario, las verdaderas iglesias cristianas deben exponer sus errores y fortalecerse en contra de sus engaños. Estas iglesias falsas deben convertirse en un campo misionero para la iglesia cristiana. Resulta evidente que La iglesia de los santos de Jesucristo de los últimos días no es parte de la iglesia universal de Cristo; la misma es una religión falsa.

De tales religiones Jesús dijo: “Muchos falsos profetas se levantarán y engañaran a muchos” (Mateo 24.11). “Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Pos sus frutos los conoceréis” (Mateo 7.15–17). Y el apóstol Juan nos advierte en cuanto a no apoyarlas en ninguna manera (2 Juan 9–11).

No obstante, existen otras iglesias que sí creen en la salvación por fe en Jesús y predican muchas cosas que están correctas. Las personas pueden apreciar que en sus miembros se muestran los frutos de una vida espiritual. Sin embargo, estas mismas iglesias tienen unas creencias y prácticas que, según nosotros entendemos las enseñanzas del Nuevo Testamento, no parecen muy bíblicas. ¿Cómo debe relacionarse la congregación local de creyentes verdaderos con tales iglesias?

De la enseñanza que Cristo les dio a sus discípulos en cierta ocasión podemos aprender algo de cómo relacionarnos con esas iglesias. En este caso nos damos cuenta que hubo alguien que no andaba con los discípulos y los mismos le querían prohibir que usara el nombre de Jesús para echar fuera demonios. Pero cuando Cristo lo supo, les dijo: “No se lo prohibáis; porque ninguno hay que haga milagro en mi nombre, que luego puede decir mal de mí. Porque el que no es contra nosotros, por nosotros es” (Marcos 9.39–40). Al decir esto, Jesús dejó claro que no debemos oponernos a la obra de los tales. Sin embargo, también es muy notable que él no nos manda a unirnos con ellos. Pablo enseña algo muy parecido en Filipenses 1.15–18.

Hay mucha variedad en las iglesias; desde las que son muy distintas de nuestra congregación hasta las que son muy parecidas. A veces nos cuesta discernir cómo relacionarnos con cierta iglesia. Es muy importante que cada congregación, bajo la dirección de los pastores, decida cómo relacionarse con las otras congregaciones con las cuales mantiene ciertas relaciones.

A fin de cuentas, cada congregación debe reconocer que Dios desea que la misma esté muy ocupada en la obra de Dios. Él quiere que ella haga su parte, en su comunidad, cumpliendo con el gran propósito de Dios para su iglesia universal, lo cual es evangelizar al mundo. Es necesario que cada congregación reconozca la necesidad de apoyar y dar su aporte para la honra y gloria de la Cabeza de la iglesia universal, Jesucristo.

Fuente: elcristianismoprimitivo (PUNTO) com/doct35 (PUNTO) htm


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