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miércoles, 10 de abril de 2013

La separación del mundo


Fuente: elcristianismoprimitivo (PUNTO) com/doct49 (PUNTO) htm

Capítulo 49

La separación del mundo

“No os conforméis a este siglo” (Romanos 12.2).

La doctrina de cómo la iglesia debe separarse y no conformarse al mundo es uno de los grandes principios de la Biblia. Pero lamentablemente, debido a los deseos de la carne, muchos no aplican este principio en la vida diaria.

Una doctrina fundamental de la Biblia

Mencionaremos algunos versículos que enseñan esta doctrina:

“Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12.1–2).

“Yo les he dado tu palabra [a los discípulos]; y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo” (Juan 17.14).

“Lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación” (Lucas 16.15).

“No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo? ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré, y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso” (2 Corintios 6.14–18).

“Quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras” (Tito 2.14).

“La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo” (Santiago 1.27).

“¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios” (Santiago 4.4).

“Vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 Pedro 2.9).

“No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él” (1 Juan 2.15).

El porqué de esta doctrina

De estos versículos y de otros pasajes de la Biblia concluimos que:

· El pueblo de Dios y el mundo son dos tipos distintos de personas. Aunque hay personas en el mundo que no están tan profundamente sumergidas en el pecado como otras, sólo hay dos tipos de personas: las que pertenecen a Dios y las que pertenecen al diablo. El cristiano anda según el Espíritu Santo; el mundano anda según la carne. En esto consiste la línea que separa al cristiano del mundo.

· La amistad con el mundo es enemistad contra Dios. “Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1 Juan 2.16–17). El mundo es gobernado por los deseos carnales. Cuando la gente usa cierta cosa para expresar o promulgar estos deseos, la misma es cosa mundana. Mientras el mundo ama tales cosas, la iglesia las aborrece porque representan los deseos que se oponen a Dios.

· Para el pueblo de Dios es pecado conformarse a las costumbres pecaminosas y carnales de este mundo. Satanás, el dios de este siglo, domina al mundo. Tan completo es su dominio que el mundo entero está bajo el maligno (1 Juan 5.19). El que se conforma a este siglo se deja dominar por el diablo y va hacia el desenfreno de pecado y las profundidades de iniquidad. Dios nos ha librado del dominio del mundo y sus modas y sería pecado volver a servir a esos dioses.

· El pueblo de Dios ha sido llamado a la santidad, justicia, pureza y fe para poder ganar al mundo para Dios. El cristiano mundano tiene muy poco que ofrecer al mundo. Una vida libre de la mundanería testifica de un entendimiento renovado y gobernado por Dios. Tal vida brilla como luz en medio de una generación maligna y perversa, dirigiendo así hacia Dios la mente de la gente.

· La religión pura exige que haya una separación completa del mundo. Dios no acepta como hijo suyo al que ama y toca lo inmundo. Tenemos que negarnos los deseos mundanos para recibir una herencia en el reino de los cielos.

Rasgos característicos de la vida mundana

1. La desobediencia a Dios

“Los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden” (Romanos 8.7). El mundo fue desobediente a Dios en los días de Noé, de Abraham, de Moisés y de Cristo. Es desobediente hoy y será así mientras siga bajo el control de Satanás.

2. La malignidad

“El mundo entero está bajo el maligno” (1 Juan 5.19). Toda forma de maldad, blasfemia, homicidio, mentira, robo, exceso, profanación, orgullo, disolución, etc., en la vida de uno pone en evidencia la verdad de que está siguiendo al dios de este siglo.

3. El orgullo

“La vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo” (2 Juan 2.16). La persona mundana se viste, se peina y gasta hasta su último centavo para elevar su persona ante los ojos de sus prójimos. Tal vanagloria es orgullo y Dios la aborrece.

4. La impureza

Romanos 1.21–32 nos muestra una descripción verdadera de cómo es el hombre que rechaza a Dios y se rinde a sus deseos carnales. El mundo es dominado por los mismos deseos carnales y sus modas, sus revistas, su hablar y su comportamiento promueven la impureza en la mente, el corazón y el cuerpo.

5. La codicia

La codicia es otro nombre para la avaricia. Pablo la llama “idolatría” (Colosenses 3.5; Efesios 5.5). El mundo se afana y hasta comete crímenes para enriquecerse. El amor al dinero es la raíz de toda clase de males (1 Timoteo 6.8–10).

6. La ambición

La ambición es el deseo apasionado por obtener cosas como poder, honores, fama o riquezas. Este deseo muchas veces aumenta hasta que causa la ruina de muchos. La destrucción del joven ambicioso, Absalón, debería servir como aviso a todo joven acerca del fin de la ambición. No debemos buscar la gloria propia, sino la gloria de Dios. Nuestra misión es servir; no ser servidos. “En cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros” (Romanos 12.10).

Un deseo ardiente de ser útil no debería confundirse con la ambición. Ningún hombre jamás se desviará por causa de la ambición si siempre tiene por supremo el amor, la gloria de Dios y el bienestar de los demás (Lucas 9.23–24; Gálatas 6.14).

7. La intemperancia

“El vino es escarnecedor, la sidra alborotadora, y cualquiera que por ellos yerra no es sabio” (Proverbios 20.l). Herencias enteras se malgastan en las bebidas alcohólicas, el tabaco, las drogas y otras cosas que destruyen a la humanidad. Donde existe la falta de moderación también hay miseria, dolor y pobreza. Estas cosas indican el naufragio terrible ocasionado por el monstruo destructor que se llama la intemperancia.

8. El atavío a la moda

La ropa que viste la gente demuestra lo que hay en el corazón. El orgullo, la soberbia, la impureza y otros pecados del mundo se pueden ver por medio de la manera en que se viste la gente. (Lea Isaías 3.16–24; 1 Timoteo 2.9–10; 1 Pedro 3.3–4.)

9. Los placeres mundanos

“Alégrate, joven, en tu juventud, y tome placer tu corazón en los días de tu adolescencia; y anda en los caminos de tu corazón y en la vista de tus ojos” (Eclesiastés 11.9). Los bailes, los teatros, los cines, los circos, etc. ofrecen los placeres mundanos y cientos de miles de personas (especialmente los jóvenes) aceptan sus ofertas. Salomón dice que todo esto se puede hacer, “pero sabe, que sobre todas estas cosas te juzgará Dios” (Eclesiastés 11.9). La persona “que se entrega a los placeres, viviendo está muerta” (1 Timoteo 5.6).

10. La irreverencia

Ningún hombre puede andar en los caminos del mundo sin tener una actitud de irreverencia hacia Dios. Esta actitud produce la falta de respeto, la profanidad y otros frutos perversos.

11. El fraude

“No mintáis los unos a los otros” (Colosenses 3.9). Esto incluye la falsificación, toda forma de engaño e hipocresía, las exageraciones y toda forma de pecado basado en el doblez y la falsedad (2 Corintios 4.2). Toda forma de mentira y fraude viene del “padre de mentira” (Juan 8.44).

12. Las contiendas

Las contiendas surgen de cualquier persona incrédula porque siempre busca defenderse a sí misma. La persona que no quiere humillarse y reconocer sus faltas produce contiendas dondequiera que vaya.

Una vida sin mancha del mundo

“La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo” (Santiago 1.27).

Concluimos: (1) que Dios requiere la religión pura; (2) que la religión pura se puede mantener sólo al guardarse sin mancha del mundo, es decir, todas las manchas mundanas que hemos enumerado se tienen que abandonar por completo.

Cada rasgo mundano que acabamos de notar es reemplazado por un rasgo opuesto en la vida apartada del mundo. A continuación mencionaremos de forma breve algunos de estos rasgos:

1. La obediencia a Dios

Tal y como la desobediencia es uno de los rasgos naturales de la persona mundana, así también la obediencia caracteriza a los hijos de Dios. “Señor, ¿qué quieres que yo haga?” es el clamor continuo de la persona que busca servir a Dios.

2. La piedad

“Enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente” (Tito 2.12). Ésta es la disconformidad verdadera a este mundo malvado y profano. “Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (Hebreos 12.14).

3. La humildad

Cuando uno no tiene “más alto concepto de sí que el que debe tener” (Romanos 12.3) puede seguir el ejemplo de Cristo en la humildad.

4. La pureza

La pureza afecta los pensamientos, el modo de hablar y toda la vida de uno. Los cristianos deben ser libres de toda forma de impureza. “Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios” (Mateo 5.8).

5. El amor

Si usted compara esta virtud cristiana con el pecado de la codicia entonces verá de relieve el contraste entre el carácter del mundano y el del cristiano verdadero. Uno se afana por tener para sí, el otro por bendecir a otros; uno busca su propia gloria, el otro busca la gloria de Dios y el bien de los prójimos. “El amor (...) no busca lo suyo” (1 Corintios 13.4–5).

6. La abnegación

La abnegación es el fruto natural del amor. La ambición nos impulsa a buscar honor y promoción para nosotros mismos; la abnegación busca promover la causa de Cristo y los hermanos. Nadie puede estar verdaderamente consagrado a Dios sin negarse a sí mismo. Cuando vivimos la vida “escondida con Cristo en Dios” (Colosenses 3.3), nuestra vieja naturaleza egoísta ha pasado y el deseo humilde de ser un buen siervo de Dios y del hombre ha tomado su lugar.

7. La templanza

“Todo aquel que lucha, de todo se abstiene” (1 Corintios 9.25). La templanza significa abstenerse del todo de cualquier cosa que sea dañina y pecaminosa como la inmoralidad sexual, las borracheras y las drogas. Y en las cosas lícitas, como comer y descansar, la templanza significa controlarse.

8. La ropa decorosa

Puesto que el hijo del mundo se viste por motivos distintos a los del hijo de Dios va a haber un contraste entre su ropa y la de los cristianos.

9. El gozo del Señor

Muchísimas personas ignoran que este mundo no ofrece nada que pueda compararse con el “gozo inefable y glorioso” (1 Pedro 1.8) que sólo los hijos de Dios pueden tener. Los placeres de este mundo son pasajeros, mientras que el gozo del Señor es para esta vida y por la eternidad. “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!” (Filipenses 4.4).

10. La reverencia

El compañerismo con Dios y con los santos engendra una reverencia para con Dios y su palabra. Mientras más entendamos acerca de Dios, tanto más impresionados quedamos con su benevolencia, grandeza, santidad, majestad y gracia. Los que andan con él le sirven con temor y reverencia.

11. La integridad

Una de las cualidades sobresalientes del hijo de Dios es que él es veraz. La honradez y la rectitud señalan su andar diario. Esta cualidad pertenece a la verdadera naturaleza cristiana.

12. La paz

“El siervo del Señor no debe ser contencioso” (2 Timoteo 2.24), porque “las armas de nuestra milicia no son carnales” (2 Corintios 10.4). “Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Mateo 5.9).

Enseñanzas bíblicas sobre el vestuario

1. La Biblia enseña en contra de conformarse a las modas del mundo

A continuación ofrecemos una lista de pasajes bíblicos que tratan este tema: Juan 17.14, 16; Romanos 12.1–2; 2 Corintios 6.14–18; Santiago 1.27; 4.4; 1 Pedro 2.9; 1 Juan 2.15–17. La Biblia ofrece instrucciones específicas que dicen cómo debiéramos vestirnos (1 Timoteo 2.9–10; 1 Pedro 3.3–4). Quebrantamos todas estas instrucciones si nos conformamos a las modas del mundo. El conformarse a estas modas en vez de obedecer las instrucciones de la palabra de Dios es desobedecer a Dios. Si cambiamos nuestro vestuario para que esté a la última moda, esto muestra que amamos la alabanza de los hombres más que la alabanza de Dios.

Algunas personas dicen que no es bueno parecer “extraños” por la clase de ropa que usamos. Pero puesto que todo el mundo sigue la moda, los pocos cristianos que no lo hacen van a parecer extraños. La gente incrédula va a darse cuenta por nuestra apariencia que somos de aquellos que han salido del mundo (2 Corintios 6.17–18) y que estamos viajando en la senda de justicia y santidad. Normalmente, los que protestan contra las reglas prácticas de la iglesia sobre el vestuario quieren conformarse más a lo que manda el mundo.

2. La Biblia enseña la distinción entre los sexos en el modo de vestir

En la ley de Moisés, Dios les dio a los israelitas el mandamiento de vestirse de manera que la distinción entre los sexos no se borrara (Deuteronomio 22.5). El Nuevo Testamento manda a las mujeres llevar un velo y manda a los hombres no llevarlo. Las personas que promueven la apariencia unisex se están rebelando contra la diferencia entre los sexos que Dios ha hecho. Hombres y mujeres cristianos desearán siempre honrar esta diferencia, aun por la manera en que se visten.

3. La Biblia enseña que la ropa sea decorosa, no deshonesta

Primera de Timoteo 2.9–10 y 1 Pedro 3.3–4 hablan de cómo debe ser la ropa de la mujer cristiana. Estos mismos principios se aplican a todo cristiano. Según 1 Timoteo 2.9–10 el cristiano debe vestirse:

(1) “Con pudor y modestia” lo cual es totalmente opuesto a la manera que se viste el mundo.

(2) “No con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos.” El vestido deshonesto y el deseo de exhibir el cuerpo son expresiones del orgullo, la concupiscencia y el deseo de seguir la moda.

(3) “Sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad.”

La persona modesta debe desear ataviarse de “ropa decorosa.” Mientras que el mundo se viste para adornar el cuerpo, Dios quiere que su pueblo se vista para cubrir el cuerpo. Puesto que los cristianos no usan la ropa para destacarse, sino para cubrir el cuerpo en que mora un corazón humilde, les conviene vestirse de acuerdo con las normas de su iglesia. Ellos no menosprecian la idea de parecer como los demás hermanos o de no tener muchas clases de ropa con que expresarse.

4. La Biblia prohíbe las joyas y los adornos

Lea 1 Timoteo 2.9–10 y 1 Pedro 3.3–4. La mujer cristiana no se pone joyas porque llaman atención al cuerpo. Lo que la mujer cristiana sí debe y puede adornar es el espíritu.

Lo que significa la separación del mundo

1. Significa vivir apartado del mundo

Dios nos “llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 Pedro 2.9). Los discípulos “no son del mundo” (Juan 17.14), como tampoco Cristo es del mundo. Dios nos recibe con la condición de que salgamos de “en medio de ellos” (2 Corintios 6.17–18). Es cierto que vivimos en el mundo, pero no somos del mundo.

2. Significa guardarse de los yugos desiguales con los incrédulos

En 2 Corintios 6.14–18 hallamos las siguientes preguntas:

¿Qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia?

¿Qué comunión tiene la luz con las tinieblas?

¿Qué concordia tiene Cristo con Belial?

¿Qué parte tiene el creyente con el incrédulo?

¿Qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos?

Amós 3.3 plantea esta pregunta: “¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo?”

Las respuestas a estas preguntas demuestran que muchas personas que dicen que son cristianos están enredadas en yugos desiguales en las organizaciones sociales, en las asociaciones comerciales y en la política. El cristiano no debe ser miembro de ninguna organización que tiene propósitos que no son bíblicos o que usa métodos que no son bíblicos para lograr sus propósitos.

3. Significa testificar de Jesús

La separación del mundo no significa no ayudar al mundo. Los discípulos, aunque no eran del mundo, fueron enviados al mundo por Jesús (Juan 17.18). Como el que rescata al que se está ahogando no puede estar ahogándose el mismo, así los hijos de Dios pueden rescatar a almas del mundo sólo si están libres ellos mismos de los enredos del mundo. “Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida” (2 Timoteo 2.4). Los que en verdad están libres del pecado son los que más desean que otros tengan la misma libertad. (Lea Romanos 12.2; 1 Pedro 2.9.)

4. Significa vivir en la santidad

Es notable que muchos de los pasajes que hablan de la separación también mencionan la santidad. El requisito de Dios para recibirnos a nosotros es: “Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré” (2 Corintios 6.17). Vea también Romanos 12.2 y 1 Pedro 2.9.

5. Significa continuar en esta separación por toda la eternidad

Al haber sido llamados de las tinieblas, si continuamos andando en la luz, reinaremos con Cristo por los siglos de los siglos (Apocalipsis 22.5). El juicio final de los malvados significará sencillamente esto: Al haber escogido seguir al dios de este siglo, continuarán con él por toda la eternidad. Para los justos la sentencia será: “Sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré” (Mateo 25.21). La humanidad anda en dos caminos (Mateo 7.13–14) y en rumbos opuestos. “E irán éstos [los injustos] al castigo eterno, y los justos a la vida eterna” (Mateo 25.46).

Fuente: elcristianismoprimitivo (PUNTO) com/doct49 (PUNTO) htm


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