Capítulo 34
Los pastores de la iglesia
“Mirad por
vosotros, y por todo el rebaño” (Hechos 20.28).
La Biblia
enseña que Dios ha dado a la iglesia la responsabilidad de escoger de entre sus
miembros a hermanos fieles para dirigir la obra. A esos hermanos se les da un
cargo de servir en ministerios específicos; cada uno es ordenado para cierto
puesto. El hermano que es ordenado recibe un ministerio que tiene que
cumplir.
Los
líderes de la iglesia cristiana son los siervos de la iglesia, no los señores de
la misma. Es decir, no reciben su cargo para su provecho personal, sino para el
provecho de la iglesia. A ellos les toca cumplir su ministerio con mansedumbre
(2 Timoteo 2.24–26). Siguen el ejemplo de su Señor y Maestro, quien “no vino
para ser servido, sino para servir” (Marcos 10.45). Pero al mismo tiempo, llevan
la responsabilidad de dirigir en la obra de la iglesia y la autoridad para
cumplir su obra.
La Biblia habla de dos aspectos de la obra de los pastores de la
iglesia:
1. Su servicio.
Se refiere a los pastores como siervos (Santiago 1.1), obreros (1 Timoteo 5.18)
y colaboradores (2 Corintios 1.24). Los ministros tienen que abnegarse para
servir a la iglesia.
2. Su autoridad.
Dios les concede a los pastores la autoridad que les hace falta para cumplir su
obra. Ellos tienen la responsabilidad de gobernar la iglesia (1 Timoteo 5.17).
Pablo escribió a Tito, un líder en la iglesia en Creta: “Habla, y exhorta y
reprende con toda autoridad” (Tito 2.15). Los que gobiernan bien ejercen su
autoridad humildemente en el temor de Dios y siempre están dispuestos a recibir
los consejos de sus hermanos fieles. Ellos tienen mucho cuidado de hacer uso de
su autoridad sólo para promover la voluntad de Dios y no la suya
propia.
El trabajo principal de los pastores
¿Para qué
la iglesia ordena pastores? Para que traigan a los hombres a Cristo y cuiden de
la grey. Esta obra es la continuación de la obra que Cristo empezó mientras
estaba en la tierra físicamente.
1.
Traer a los hombres a
Cristo
Los
pastores están encargados de la responsabilidad de predicar el evangelio a los
incrédulos. “Porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.
¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en
aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo
predicarán si no fueren enviados?” (Romanos 10.13–15). Dios quiere que la
iglesia envíe a hermanos fieles a la obra de predicar el evangelio a los
inconversos, sea a la comunidad misma o a sitios lejanos. Aunque a algunas
personas les parezca necedad la predicación de la palabra, es una de las maneras
más eficaces de evangelizar. La Biblia dice que le “agradó a Dios salvar a los
creyentes por la locura de la predicación” (1 Corintios 1.21).
2.
Cuidar de la
grey
La Biblia
manda a los pastores: “Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros,
cuidando de ella” (1 Pedro 5.2). La salud de la grey depende de la fidelidad con
que sus pastores cumplen con su ministerio. Según la Biblia su ministerio
incluye: presentarse como ejemplo bueno (Tito 2.7–8), predicar la palabra,
redargüir, reprender, exhortar con paciencia y doctrina (2 Timoteo 4.2),
corregir con mansedumbre a los que caen en lazo del diablo (2 Timoteo 2.24) y
quitar a los perversos de entre la iglesia (1 Corintios
5.11–13).
Requisitos para los pastores
Dios
llama, capacita, provee sostén y premia a los pastores. A la vez, él da a la
iglesia la facultad de elegir, ordenar y enviar a los pastores. La Biblia
declara cómo debe ser el carácter de los hombres que están capacitados para esta
obra importante a fin de que la iglesia no se equivoque al elegirlos. A
continuación presentamos una lista de las cualidades de un cristiano que es
digno de ser pastor.
1.
Lleno del Espíritu Santo
(Lucas 4.1; 24.49; Hechos 1.8; 6.3)
La obra
del pastor es una obra espiritual. La misma tiene que ver directamente con los
espíritus de los hombres. Esta obra puede realizarse solamente por la dirección
y el poder del Espíritu Santo. Si fuera posible que alguien cumpliera con todos
los demás requisitos de la Biblia sin ser lleno del Espíritu Santo, quedaría
totalmente incapacitado como pastor. Sólo el pastor que esté lleno del Espíritu
Santo puede tener éxito en su obra.
2.
Una vida irreprensible (1
Timoteo 3.2; Tito 1.5–6)
Dios
requiere que sus siervos sean de carácter intachable. Para que el pastor tenga
éxito en el servicio del Señor es necesario que posea un carácter irreprensible,
que esté dispuesto a reconocer los errores que tenga y corregirlos. Pueda ser
que otros critiquen su vida; pero él tiene que estar libre de manchas mundanas,
y sin reproche.
3.
Un buen testimonio (1 Timoteo
3.7)
Los
incrédulos de la comunidad conocen el carácter de los hermanos. Es necesario que
el pastor tenga buen testimonio entre ellos “para que no caiga en descrédito y
en lazo del diablo (1 Timoteo 3.7). “De más estima es el buen nombre
[testimonio] que las muchas riquezas” (Proverbios 22.1). El pastor nunca podrá
ganar para Cristo a aquellos que no le tienen confianza; y la confianza nace del
buen testimonio. Sin un buen testimonio de los de afuera el pastor es ineficaz
en su obra y está por desanimarse.
4.
Humildad (Hechos 20.19; 1
Pedro 5.5)
Todo
pastor que es humilde siempre tiene éxito. Posiblemente los dos “pastores” más
sobresalientes antes de la época cristiana eran Moisés y Juan el Bautista. El
primero fue más manso “que todos los hombres que había sobre la tierra” (Números
12.3). El segundo vivió y se vistió con humildad durante toda su vida. Jesús
dijo lo siguiente de Juan el Bautista: “Entre los que nacen de mujer no se ha
levantado otro mayor que Juan el Bautista”. El fundamento de la verdadera
grandeza es la verdadera humildad. No hay nada más repugnante en un pastor que
un espíritu orgulloso, vanaglorioso, altivo y arrogante. Dios exalta a los
humildes y humilla a los orgullosos.
5.
Sin egoísmo (Romanos
15.1–3)
Hay una
relación estrecha entre la humildad y el hecho de no ser egoísta. El orgullo y
el egoísmo son gemelos que destruyen el ministerio de cualquier pastor. Pero la
humildad, unida con la generosidad, trae éxito a cualquier oficio en la iglesia.
¡El pastor cristiano debe aprender de su Maestro cómo servir a otros sin
egoísmo!
6.
Paciente (2 Corintios 6.4;
Santiago 1.4)
La Biblia
dice: “Tenga la paciencia su obra completa” (Santiago 1.4). Un hombre impaciente
no está capacitado para soportar las pruebas que el pastor tiene que soportar.
Al pastor le hace mucha falta la paciencia. En la iglesia se presenta todo tipo
de problemas. Y si el pastor se impacienta, los problemas empeoran. La paciencia
y la calma ayudan mucho a resolver dificultades y problemas. “Tenga la paciencia
su obra completa...” en el pastor.
7.
La firmeza (1 Corintios
15.58; Efesios 4.14–16; Santiago 1.8)
La
firmeza en la fe es una cualidad que se requiere en la obra del pastor. La
escritura condena el doble ánimo. Tal hombre “es inconstante en todos sus
caminos” (Santiago 1.8). Precisa que el pastor tenga mucho cuidado en llegar a
cierta conclusión sobre algún punto, especialmente en puntos poco definidos en
la Biblia. Pero cuando encuentra la verdad bíblica, debe mantenerse firme en
ella sin moverse. El pastor inestable, llevado de acá para allá, no es digno de
confianza ni de dirigir los asuntos serios de la iglesia.
8.
No iracundo (Tito
1.7)
La Biblia
dice que el pastor no debe ser iracundo. No se gana nada con el enojo, más bien
se pierde a causa de esta falta. El mal carácter repele y destruye. Un hermano
que no puede controlar su enojo, seguramente no puede cuidar y enseñar a
otros.
9.
No soberbio (Tito
1.7)
El
hermano soberbio rehúsa sujetarse a otros (1 Pedro 5.5), pues tiene mucha
confianza en sus propias opiniones. Él no quiere reconocer sus errores o
confesar sus ofensas (Santiago 5.16). Si tal hermano fuera pastor entonces
produciría muchas discordias y divisiones en la iglesia. Al elegir a un
candidato para ser pastor guárdese del hermano soberbio.
10.
Sobrio (1 Timoteo 3.2,
8)
No se
requiere que el pastor sea de un carácter triste, austero y demasiado serio.
Pero sí debe ser sosegado, meditativo, sobrio y prudente. Cuando le toca tomar
una decisión él debe considerarla razonablemente. La frivolidad, la ligereza y
la falta de dominio propio son rasgos que destruyen la obra del
pastor.
11.
Vigilante (Hechos
20.28–31)
Los
pastores son los atalayas en los muros de Sión. Es su responsabilidad velar
cuidadosamente y advertir del peligro que se acerca. Ellos tienen que estar
despiertos y bien alertas a las necesidades de su propia vida y de la iglesia.
El pastor soñoliento, negligente e indiferente permite que el enemigo entre en
el rebaño y disperse la grey. “Por tanto, velad” (Hechos
20.31).
12.
Estudioso (1 Timoteo
4.13)
Pablo
amonestó al joven pastor Timoteo, diciéndole: “Ocúpate en la lectura”. La Biblia
debe ser la biblioteca principal del pastor, y todo lo demás que él lea debe
estar de acuerdo con la misma. En esta época el mundo puede influir en nosotros
sutilmente por medio de su literatura. El pastor debe aplicarse al estudio de la
Biblia y de otros libros sanos.
13.
Sano en la fe (Tito
2.1–2)
La
sanidad de la fe de un miembro se debe comprobar antes de considerarlo como un
candidato para ser pastor. Los pastores que creen en doctrinas falsas pierden su
utilidad y llevan consigo a otros al naufragio. Un carpintero no construye una
casa con madera podrida. De la misma manera, la iglesia no debe poner a hombres
débiles como pastores porque de ellos depende mucho la obra de la iglesia. ¿Cómo
puede un pastor hablar “lo que está de acuerdo con la sana doctrina” cuando él
mismo no es sano en la fe? ¿Cómo puede “convencer a los que contradicen” cuando
él mismo no aprueba la sana doctrina? Es muy importante que el pastor sea sano
en la fe en estos últimos tiempos en que los hombres no toleran la sana
doctrina. Si queremos guardarnos de la apostasía que nos amenaza, tenemos que
elegir como pastores solamente a los hermanos que sean sanos en la
fe.
14.
“No un neófito” (1 Timoteo
3.6)
Un hombre
recién convertido a la fe no ha tenido ni el tiempo ni la oportunidad para
probar si en verdad es sano en la fe. Por tanto, lo que la Biblia dice acerca de
los requisitos para los pastores impediría ordenar a un recién convertido. La
Biblia no prohíbe que se ordene a un hermano joven. Sin embargo, requiere que un
candidato para ser pastor haya sido cristiano suficiente tiempo para probarse
apto para este llamamiento sagrado. Sería mejor que la iglesia espere más en vez
de ordenar apresuradamente a un hombre inteligente, pero todavía nuevo en la fe.
Tales pasos apresurados muchas veces conducen al remordimiento y traen mucho
daño irreparable.
15.
Libre de relaciones
matrimoniales que no le convienen (1 Timoteo 3.2, 11–12)
En esta
época cuando muchos aceptan el divorcio y las segundas nupcias, es importante
que el pastor se mantenga firme en cuanto a lo que la Biblia enseña acerca del
matrimonio. Si el pastor no puede pararse delante de los hermanos como un
ejemplo en estos puntos entonces su influencia para el bien de la iglesia será
destruida. La esposa del pastor tiene mucho que ver con el éxito o el fracaso de
la congregación. Una esposa no es “ayuda idónea para él” en la obra del pastor
si es chismosa, entremetida o si no cumple fielmente su papel en el hogar. Tal
esposa es un obstáculo a la obra de la iglesia.
16.
Que tenga el don de enseñar
(1 Timoteo 3.2; 4.11; 2 Timoteo 2.2, 24)
Solamente
el conocimiento no hace al maestro. La capacidad de enseñar es un don. Es una
aptitud que no se adquiere sólo por acumular mucho conocimiento. Jesucristo, la
cabeza de la iglesia, “constituyó a unos (...) maestros”. El don de enseñar
viene de arriba. La mayor parte de la obra del pastor se relaciona con la
enseñanza. Jesús mandó que enseñáramos “todas las cosas” que él ha mandado. La
Biblia requiere que el pastor sea “apto para enseñar” e idóneo “para enseñar
también a otros”. La iglesia tiene la obligación de elegir a pastores que sean
fieles e idóneos que tengan el don de enseñar y guiar a otros en la
verdad.
17.
Que sabe gobernar (1 Timoteo
3.4–5)
Puesto
que los pastores tienen la responsabilidad de mantener el orden de Dios en la
iglesia y también de dirigir en ella, entonces es preciso que tengan la
habilidad de guiar y gobernar antes de que sean ordenados. La Biblia enseña que
un obispo tiene que administrar bien su casa, y declara que “el que no sabe
gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?” (1 Timoteo 3.5).
Cuando hay orden en el hogar indica que el padre gobierna bien y que haría lo
mismo si tuviera la responsabilidad en la iglesia.
18.
Separado de enredos mundanos
(1 Timoteo 3.3; 2 Timoteo 2.4)
La Biblia
menciona varias cosas que impiden la obra del pastor. Entre ellas está desear el
poder mundano, codiciar ganancias deshonestas y estar demasiado enredado en los
negocios de la vida. Sabemos que ocuparse en las cosas materiales no es malo.
Pablo mismo se ganaba la vida trabajando, y él mandaba a otros a hacer lo mismo.
La labor honrada, sea del cerebro o de las manos, es recomendable y saludable
para el pastor. Pero él tiene que mantenerse libre de enredados mundanos en los
negocios y las actividades sociales. Él tiene que estimar más la gracia de Dios
que las riquezas del mundo. Además, el pastor debe desear más ganar almas que
ganar dinero y la alabanza del mundo. Él espera la corona de vida que recibirá
después de terminar la buena batalla. Esto significa que él no estima el honor y
la aprobación del mundo. El pastor debe ser un ejemplo de cómo los cristianos se
mantienen separados del mundo.
19.
Consagrado a su llamamiento
(1 Corintios 9.16–18; 2 Corintios 12.15)
Pablo
estaba dispuesto a gastar lo suyo y hasta entregarse a sí mismo a causa del
cargo que él tenía. Pablo hacía todo esto con amor y con fe aunque no hubiera
recibido la aprobación de parte de aquellos a quienes él servía. Él estaba tan
deseoso de cumplir su llamamiento que no dejó que el rechazo y desprecio de la
gente lo desanimara. Pablo se sacrificaba mucho para que el evangelio de Cristo
fuera predicado gratuitamente y para que en ninguna forma él abusara de su
autoridad en el evangelio. El celo verdadero por la obra hace que el sacrificio
sea un placer en vez de una carga.
20.
Un ejemplo vivo (1 Timoteo
4.12; Tito 2.7–8)
Timoteo
podía reprender con toda autoridad y no permitirle a nadie tener en poco su
juventud, con tal que él fuera “ejemplo de los creyentes”. Tito, otro pastor
joven, fue exhortado a ser “ejemplo de buenas obras” (Tito 2.7). El pastor que
lleva una vida ejemplar predica un sermón eficaz sin la necesidad de muchas
palabras. Un orador elocuente puede convencer a una congregación por medio de
sus palabras. Sin embargo, si su vida no corresponde con su prédica él está
predicando un sermón sin sentido, y durante el resto del día él anulará lo que
predicó. Como dice el refrán: “No es lo mismo predicar que dar trigo”. En fin,
el ejemplo personal del pastor es lo más importante.
En este
capítulo no se ha hecho ningún esfuerzo por aplicar estos requisitos
específicamente a cierto oficio en la iglesia. Algunos de estos requisitos se
aplican más a un oficio que otro. La naturaleza del oficio determina qué clase
de requisitos necesita más énfasis.
¡Dependamos de la sabiduría de Dios al elegir hermanos para la obra
de ser pastores!
El ministerio plural
Según el
Nuevo Testamento, varias congregaciones en la iglesia primitiva tuvieron más que
un pastor. La escritura que ofrecemos a continuación indica que había más que un
solo obispo o un solo diácono en una iglesia: Filipenses 1.1 dice que Pablo
dirigió esta carta a “todos los santos en Cristo Jesús que están en Filipos, con
los obispos y diáconos” (Filipenses 1.1). Y Hechos 11.23 dice que Pablo y
Bernabé “constituyeron ancianos en cada iglesia”. “[Pablo], desde Mileto
a Efeso, hizo llamar a los ancianos de la iglesia” (Hechos 20.17). Pablo
mandó a Tito a suplir la falta de pastores en Creta al establecer
“ancianos en cada ciudad” (Tito 2.5).
El
ministerio plural tiene muchas ventajas. El oficio tendría menos carga si varios
lo llevan. Cuando hay más que un pastor, aun los pastores tienen un pastor que
vela por sus almas. Y la contribución de varios hermanos con sus diversos
talentos, perspectivas y personalidades ofrece un equilibrio al liderazgo de la
congregación. Así no es tan probable que la obra de la iglesia llegue a ser el
proyecto de cierto individuo.
¿Cuántos
pastores debe tener una congregación? Por lo menos lo suficiente para que puedan
predicar la palabra y velar bien por las almas a su cargo. Y siempre que sea
posible se debe ordenar a más para que en caso de una necesidad inmediata en
cuanto al crecimiento de la iglesia facilite esta obra
evangelizadora.
¿Cuáles
oficios deben ocupar los pastores? Primera de Timoteo 3 presenta una lista de
requisitos para los obispos y también otra lista de requisitos para los
diáconos. También aparece una lista de requisitos para los obispos en
Tito 1. Efesios 4.11 menciona apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y
maestros.
Los
apóstoles fueron hombres escogidos y enviados por Cristo a predicar y
establecer iglesias en su nombre. Ellos habían conocido personalmente a Cristo y
le habían visto después de su resurrección (Hechos 1.20–22; 1 Corintios 15.7–9).
Jesús les concedió a ellos la autoridad de establecer la doctrina de la iglesia,
y así forman el fundamento de la misma (Efesios 2.20). Edificamos sobre este
fundamento cuando aceptamos sus epístolas en el Nuevo Testamento como la palabra
de Dios. En la actualidad no existe el oficio de apóstol en la
iglesia.
Según la
Biblia el oficio de más responsabilidad en la congregación es el de los obispos.
La palabra obispo quiere decir “supervisor y superintendente”. Es muy
probable que las palabras anciano y presbiterio (1 Timoteo 4.14)
se refieran al oficio del obispo. La palabra anciano viene de la
costumbre de poner como jefes de la gente a los mayores entre ellos. Tal vez en
algunos casos se refiera a cualquier pastor y no tan sólo a los obispos. (Lea
Hechos 20.17; Santiago 5.14; 1 Pedro 5.1.)
El oficio
de diácono fue instituido en los primeros días de la iglesia cristiana. Puede
ser que los siete hermanos escogidos y ordenados por los apóstoles para
encargarse de las necesidades materiales de la iglesia en Jerusalén fueron
diáconos (Hechos 6.1–7). La Biblia enseña claramente los requisitos para los
diáconos (1 Timoteo 3.8–13) y muestra que es un oficio importante en la iglesia
de Cristo.
No
conocemos mucho acerca del resto de los oficios. Por ejemplo, no sabemos si se
ordenaron hermanos para el oficio de evangelista o si los ancianos o los obispos
que tuvieron el don de evangelizar servían en este ministerio.
El llamamiento al ministerio
¿Cómo uno
llega a ser pastor? ¿Acaso se requiere un llamamiento especial, o puede
cualquiera hacerse pastor, tal y como se escoge cualquier otra profesión según
la preferencia o la aptitud de la persona? ¿Es esencial el llamamiento divino
para ser pastor en la actualidad? Veamos de manera breve lo que enseña la
Biblia:
1.
El llamamiento es del
Señor
Ser
pastor en la iglesia de Cristo es un llamamiento. No es una mera profesión o
vocación; un comercio o negocio; algo que se puede elegir o dejar cuando se
quiera. Dios siempre ha sido el que llama a los encargados de su pueblo. Dios
llamó a Moisés en una manera inequívoca. También a los profetas les fue dada
“palabra de Dios”, y él los llamó de su trabajo ordinario al oficio sagrado de
profeta. Estos hombres fueron llamados por Dios, y hablaron conforme el Espíritu
Santo les dio las palabras. El primer sumo sacerdote, Aarón, fue nombrado y
llamado directamente por el Señor. El Nuevo Testamento declara, en cuanto al
sumo sacerdocio, que “nadie toma para sí esta honra, sino el que es llamado por
Dios, como lo fue Aarón” (Hebreos 5.4). Pablo encargó a Timoteo y Tito que
dirigieran la obra de llamar a los pastores (2 Timoteo 2.2; Tito
1.5).
2.
La voz de la iglesia
El libro
de Hechos nos informa acerca de dos ordenaciones donde hermanos de la
congregación fueron elegidos y ordenados para un cargo específico (Hechos
1.15–26; 6.1–7). En las dos ordenaciones, los hermanos trajeron a los apóstoles
los nombres de los que a su parecer cumplían los requisitos. Pero en Antioquía
fue el Espíritu Santo quien dijo: “Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a
que los he llamado” (Hechos 13.2). No existe contradicción entre las ocasiones
cuando los miembros de la iglesia hablaron y cuando lo hizo el Espíritu Santo,
porque el Espíritu Santo habla a través de una hermandad espiritual y bíblica.
Si los hermanos crucifican sus propias opiniones y dependen del Espíritu Santo
para discernir cuál hermano cumple los requisitos para el oficio, debemos
aceptar la voz de la iglesia como la del Espíritu Santo. Cuando se solicita la
voz de la congregación en una ordenación es prudente requerir que un hermano sea
nombrado por dos hermanos (por lo menos) antes de considerarlo para el
oficio.
A veces
los hermanos unánimemente eligen a cierto hermano para que sea pastor. Cuando
esto sucede demuestra que Dios está hablando, lo cual indica que estamos en una
posición que Dios nos puede revelar su voluntad. Por supuesto, esto presupone
que el nombrado no esté haciendo nada que Dios desaprobara, como solicitar ser
pastor. Solicitar la obra del pastor es un sacrilegio.
El
apóstol Pablo no entró en la obra del apostolado hasta que Ananías le impuso las
manos, dándole su comisión (Hechos 9.17; 22.12–15). Es claro que Dios llama a
los pastores y que siempre confirma su llamado por medio de la
iglesia.
3.
El uso de la
suerte
El primer
hermano escogido por la iglesia después que Jesús partió físicamente de la
tierra fue escogido por medio de la suerte. Los hermanos habían elegido a dos y
los dos cumplían los requisitos, pero sólo había necesidad de uno. ¿Cómo podían
saber a cuál de ellos debían ordenar? ¿Cómo podían dejar que Dios escogiera?
Ellos hicieron uso de la suerte (Hechos 1.26).
La suerte
se usaba con frecuencia en el tiempo del Antiguo Testamento para determinar la
voluntad de Dios. Algunos cristianos se oponen al uso de la suerte para ordenar
pastores en este tiempo. Tal vez se oponen porque han visto el mal uso de este
orden sagrado. No se debe emplear la suerte a la ligera ni mucho menos para
evitar la responsabilidad de comprobar que los hermanos nombrados cumplen con
los requisitos. La suerte se usa solamente cuando hay más que uno nombrado y
cumplen con todos los requisitos bíblicos para el oficio. Con la suerte podemos
encomendar la decisión final a Dios, quien ve y conoce lo que el hombre no puede
ver ni saber. Cuando Dios escoge a un hermano por medio de la suerte no quiere
decir que los demás que habían sido nombrados no son calificados. Esto puede
indicar que él no los ha llamado a esta obra, sino a otra.
La preparación del sermón
La Biblia
dice que Dios es el que llama a los pastores. (Vea Efesios 3.7 y 1 Timoteo
1.12.) Dios prepara a los que él llama. El pastor que quiere ser útil a Dios
tiene que conocer a Dios y entender su modo de obrar.
Nadie
puede usar una herramienta si desconoce su uso. Nadie puede enseñar gramática
sin saber de ello. Nadie puede usar la Biblia con eficacia sin conocer la
Biblia. El Espíritu Santo nos ayuda a recordar los pasajes de la escritura que
necesitamos y nos guía en el uso de los mismos, pero tenemos que prepararnos
primero por medio de los tres ejercicios que mostramos a
continuación.
1.
La lectura de la palabra
Pablo dio
este consejo al joven pastor Timoteo: “Ocúpate en la lectura” (1 Timoteo 4.13).
Este consejo es bueno y válido para los pastores de hoy día. El pastor que
quiere hacer una obra eficaz tiene que conocer la Biblia y debe leer una porción
de ella cada día con solicitud y devoción. Dios le hablará por medio de su
palabra y el Espíritu Santo.
2.
El estudio de la palabra
La Biblia
dice: “Escudriñad las Escrituras” (Juan 5.39). La Biblia es un caudal inagotable
de conocimiento. Para encontrar los tesoros escondidos en sus profundidades el
pastor tiene que hacer más que leerla; tiene que estudiarla. El estudio de la
palabra incluye: Buscar el significado de las palabras no conocidas, hacer
comparaciones entre pasajes relacionados y considerar un tema a la luz de los
pasajes que lo tratan. Otra forma es buscar los pasajes que tienen que ver con
un acontecimiento, problema o decisión actual. Es evidente que el pastor debe
pasar mucho tiempo en el estudio de la palabra y la meditación. “Procura con
diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué
avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad” (2 Timoteo
2.15).
3.
La oración
La
oración prepara al pastor para la obra. Por medio de la misma el pastor habla
con Dios y Dios habla con él. Así el pastor se comunica directamente con Dios.
Antes que Jesús tuviera su plática maravillosa del pan de vida él pasó la noche
a solas con el Padre en oración (Marcos 6.46; Juan 6.22). Si a Jesús le era
necesario orar, ¡cuánto más al pastor!
Predicar
sin estudiar y orar es un error. El sermón que se prepara sin oración no tiene
vida ni buen efecto espiritual. Es un insulto al Autor de la predicación del
evangelio que un pastor suba al púlpito y diga a la congregación: “No he abierto
mi Biblia por una semana, no he pensado en ningún texto, ni he procurado meditar
en un tema. Pero ahora abriré mi boca y dejaré que Dios me dé palabras”. Es la
responsabilidad del pastor conocer la Biblia, elegir un texto, tema o
pensamiento para presentarlo a la congregación. Él debe ordenar (de memoria o
por escrito) los puntos que quiere presentar y debe preparar algunas
ilustraciones apropiadas por medio de la dirección del Espíritu Santo. Dios
ayuda al pastor que se esfuerza por preparar el sermón. Puede ser que sea
necesario usar otro texto o dejar el tema que había preparado para tener un
mensaje completamente diferente del que pensaba predicar. El pastor fiel se
prepara con diligencia y permite que el Espíritu Santo lo guíe tanto en la
preparación como en la predicación.
La obra de los pastores
1.
Predicar la
palabra
El primer
deber del pastor cristiano es predicar el evangelio eterno de Jesucristo a un
mundo perdido y arruinado. ¿Qué quiere decir predicar? Significa declarar
y aclarar las verdades sagradas de la palabra de Dios y mostrar como se aplican
a la vida de los oyentes. Es una obra divina que se lleva a cabo bajo el control
del Espíritu Santo. Dios ha elegido este medio para que su pueblo oiga su
palabra y conozca su voluntad (Tito 1.3).
Juan el
Bautista predicó “el bautismo de arrepentimiento” (Marcos 1.4). Jesús, al
comenzar su ministerio, “comenzó (...) a predicar” (Mateo 4.17). Los doce fueron
ordenados “para enviarlos a predicar” (Marcos 3.14). Los líderes de la iglesia
en el tiempo de los apóstoles predicaban el evangelio (Hechos 5.42; 8.35; 17.3).
“Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la
sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación”
(1 Corintios 1.21).
2.
Dirigir en las ceremonias de
la iglesia
Dirigir
en las ceremonias de la iglesia pertenece a los pastores. Algunos de estas
ceremonias son: bautizar a los nuevos creyentes, partir el pan de la santa cena,
ungir a los enfermos, solemnizar las bodas, dirigir en los servicios fúnebres y
ordenar a los líderes. (Lea Mateo 28.19–20; Hechos 19.1–6; Tito 1.5; Santiago
5.14.)
3.
Cuidar el
rebaño
La obra
de cuidar el rebaño descansa sobre los pastores (Hechos 20.28). Ellos se ocupan
de que los miembros reciban alimento espiritual. También cuidan de los
necesitados, excomulgan a los que persisten en andar desordenadamente, visitan a
los enfermos y pastorean el rebaño. Los diáconos tienen una gran responsabilidad
en el cuidado del rebaño especialmente cuando aparecen las necesidades
materiales.
4.
Gobernar
Los
pastores deben trabajar unidos para mantener la iglesia en orden, gobernando “no
por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo
pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino
siendo ejemplos de la grey” (1 Pedro 5.2–3). El hecho de que los pastores tienen
la autoridad de gobernar y la responsabilidad de la superintendencia del rebaño
se enseña claramente en la palabra: “Los ancianos que gobiernan bien, sean
tenidos por dignos de doble honor” (1 Timoteo 5.17). Los que gobiernan bien
reconocen la obra del Espíritu Santo en los miembros y reciben sus consejos y
críticas. En muchas ocasiones ellos piden que los hermanos den su parecer sobre
los asuntos con que la iglesia se enfrenta.
El sostén de los pastores
Al
considerar este tema nos damos cuenta de que el mundo religioso tiene dos
opiniones distintas en cuanto a esto:
1. Ya que el evangelio es gratuito, sería en contra de las escrituras
ofrecerle sostén económico al pastor.
2. El pastor debe recibir y vivir de un salario estipulado como en
cualquier otro oficio.
La Biblia
enseña una posición entre estos dos extremos. Primero vamos a considerar la
forma bíblica de ofrecer sostén y luego la forma que no es
bíblica.
1.
El sostén bíblico
La Biblia
enseña claramente que se debe proveer sostén al obrero cristiano: “El obrero es
digno de su alimento” (Mateo 10.10). “El obrero es digno de su salario” (Lucas
10.7). “No pondrás bozal al buey que trilla; y: Digno es el obrero de su
salario” (1 Timoteo 5.18). “Así también ordenó el Señor a los que anuncian el
evangelio, que vivan del evangelio” (1 Corintios 9.14). Vemos que es bíblico que
los que trabajan en el evangelio reciban ayuda cuando la necesitan. Existen
varias formas en que debemos ayudar a los pastores:
1. Orar. Pablo
nunca pidió un salario para poder enseñar mejor el evangelio, pero repetidas
veces pidió las oraciones del pueblo de Dios (Colosenses 4.2–3; 1 Tesalonicenses
5.25; 2 Tesalonicenses 3.1). Dios, por medio de las oraciones de la iglesia,
sacó a Pedro de una situación difícil (Hechos 12.5). Las oraciones de los santos
ayudan a que los pastores tengan éxito en la obra (2 Corintios
1.11).
2. Obedecer. La
Biblia amonesta a la congregación diciendo: “Obedeced a vuestros pastores, y
sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar
cuenta; para que lo hagan con alegría, y no quejándose, porque esto no os es
provechoso” (Hebreos 13.17). Debemos apoyar a nuestros pastores, obedeciéndolos
y sujetándonos a ellos. Esto aliviará su carga y nos será provechoso a nosotros
mismos.
3. Animar. No
lisonjee. Lisonjear no ayuda a nadie, más bien ha dañado a muchos. Pero una
palabra de aliento ayuda al pastor a predicar sin temor y a gobernar según la
palabra sin desanimarse.
4. Ayudar en la obra. Hay muchas maneras en que los miembros pueden ayudar a los
pastores: Visitar a los enfermos, conversar con los negligentes e indiferentes,
animar a los abatidos, instar a los incrédulos a recibir a Cristo, amonestar a
los rebeldes, participar activamente en la obra de la iglesia y asistir
regularmente a los cultos. No procure tomar el lugar del pastor, sino sea un
ayudante fiel en la obra.
5. Ayudar en lo material. El pastor procura ganarse la vida al mismo tiempo que cumple los
deberes de su oficio. Sus deberes requieren tiempo, dinero y energía. Además,
pueda que él pase mucho tiempo fuera de su casa y de su trabajo a causa de la
obra. Los miembros de la iglesia también debemos velar porque el pastor no tenga
que sufrir demasiado a causa de esto. Nosotros debemos ayudarlo en su trabajo
cuando esto suceda. Comparta su tiempo con él y ayúdele en el trabajo que suple
para su familia. Quizá el pastor tenga alguna necesidad y usted se dé cuenta de
la misma. Ayúdele compartiendo con él como usted pueda. No deje que la obra del
Señor sufra porque el pastor tiene que dedicarse también al trabajo de suplir
para su familia. “Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la
ley de Cristo” (Gálatas 6.2).
Sin
embargo, sepa usted que ayudar al pastor con una ayuda monetaria no es pagarle
por predicar el evangelio. Usted no debe pagarle a nadie por predicar el
evangelio. Eso le corresponde al Señor. Él recompensará a sus siervos como él
quiere. Es su deber cristiano ayudarlo para que pueda servir mejor al Señor como
pastor.
2.
El salario estipulado
La obra
del evangelio no tiene valor monetario; no puede medirse con dinero. La Biblia
condena a los hombres que sirven en el evangelio por ganancias deshonestas o
para ganar dinero (1 Timoteo 3.3; Tito 1. 7, 11; 1 Pedro 5.2). A continuación
notamos algunos puntos en contra del salario estipulado para el
pastor.
1. El evangelio es gratuito. La salvación es un regalo de Dios. Jesús hizo que el evangelio
fuera gratuito. Lo que somos en Cristo Jesús lo hemos recibido sin merecerlo:
“De gracia recibisteis, dad de gracia” (Mateo 10.8). Si el evangelio se vendiera
por dinero a muchas personas les sería imposible oírlo ya que muchos no tienen
dinero. El evangelio es para todos. La única manera en que todos pueden
beneficiarse del evangelio es que se ofrezca gratuitamente. Pablo dijo: “He
despojado a otras iglesias, recibiendo salario para serviros a vosotros” (2
Corintios 11.8). Pero esto no quiere decir que él recibió pago por predicar el
evangelio, sino que aceptó dinero de otras congregaciones para poder servir a
los propios corintios. Él aceptaba ayuda cuando pasaba por necesidades. El
apóstol Pablo testificó que trabajaba con las manos no solamente para su propio
sustento, sino a veces también para ayudar a sus colaboradores (Hechos
20.34–35). Es honroso, saludable y bíblico que un pastor trabaje con las manos
para el sustento de sí mismo y de su familia, y para que pueda repartir a
otros.
2. El pastor es siervo del Señor.
Es de esperar que un siervo reciba un sueldo de su
patrón. El pastor es siervo del Señor, capacitado por el Señor, llamado por el
Señor, responsable ante el Señor y dependiente del Señor para su pago. Él tiene
la obligación de obedecer a Dios antes que a los hombres. Dios le amonesta así:
“Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado” (2 Timoteo 2.15). El Señor
provee para que el pastor pueda ganarse la vida. Dios también encarga a los
hermanos fieles que ayuden al pastor en sus necesidades. Pero Dios le da al
pastor un salario de mucho más valor que el dinero. El pastor que vende su
llamamiento celestial por un salario estipulado y contrata los dones y las
habilidades que le dio el Señor se desvía a un camino que no es conforme a las
escrituras y al final no tendrá la aprobación de Dios.
3. El salario es un bozal. El patrón le paga al empleado una cantidad de dinero por el trabajo
que realiza. El patrón tiene el derecho legítimo de dictar el tipo de trabajo
que se hace y en qué forma se hace. Muchas veces el pastor asalariado llega a
ser “empleado” de sus oyentes y tiene que callarse en cuanto al pecado de los
que le pagan. Si reprende esos pecados, conforme al llamamiento que tiene de
Dios, pierde su empleo. Tales pastores están en una situación difícil y llegan a
ser “perros mudos, [que] no pueden ladrar” (Isaías 56.10). Ellos son tentados a
complacer a los hombres, porque de ellos buscan su sostén y de ellos viene su
manutención. Pero es imposible servir a dos señores.
4. Comercializa la obra del evangelio.
Si la obra del evangelio se coloca al mismo nivel
de otras profesiones es natural que el aspecto comercial esté implícito. Así uno
oye decir que cierto pastor de mucho talento ha sido llamado por el Señor de una
posición de menos salario a otra donde le pagan más. ¿Será que el Señor lo llamó
a hacer eso? ¿Haría eso Jesús? Este espíritu comercial entre los pastores
asalariados echa raíces tan profundas que el pastor muchas veces demanda su
salario y lo cobra por cualquier modo que la ley le permita. El espíritu del
evangelio es un espíritu de sacrificio. El espíritu comercial es contrario al
espíritu de sacrificio, y cuando se le permite entrar en la obra del pastor mata
el verdadero propósito por el cual se predica el evangelio. Este espíritu
comercial se ha hecho tan predominante que muchos hasta han formado sindicatos
de predicadores que fijan salarios y hacen demandas a las congregaciones. Y si
las congregaciones quieren que se les predique el evangelio tienen que aceptarlo
conforme al modo del sindicato y pagar el precio fijado.
5. Se hace una trampa enredadora.
El salario que las iglesias pagan al pastor llega
a ser un lazo que atrapa a muchos jóvenes inteligentes quienes no cumplen los
requisitos para este oficio sagrado. Muchos de ellos son incrédulos. No conocen
la voz del Espíritu Santo. No les hacen caso a muchas de las doctrinas
fundamentales de la palabra. No saben, ni quieren saber, cuál será el destino
eterno de las almas de los hombres. Ellos sólo piensan en que aquí hay una
profesión honrada que no requiere llevar ropa cotidiana, ensuciarse las manos,
ni trabajar duro. Sólo piensan que ser pastor les ofrece la oportunidad de
moverse entre la mejor clase de la sociedad, que le llamen reverendo y que el
pueblo lo respete y lo honre. Les gusta la idea de dar sermones adornados con
expresiones agradables al oído y oraciones elocuentes, experimentar la sensación
agradable de dirigirse a un auditorio atento y ver su nombre publicado en los
diarios como un orador y predicador popular. Por eso los hombres incrédulos
llegan a ser pastores porque desean un buen salario y renombre personal. No
tienen el deseo de ser usados por Dios para salvar a las almas perdidas para la
gloria de Dios. Así se frustra el propósito primordial de ser pastor. La iglesia
se vuelve un centro social, y las almas de los hombres se pierden. La razón es
que los hombres fueron enredados por el salario que se les ofrece a los
pastores.
Fuente: elcristianismoprimitivo (PUNTO) com/doct34 (PUNTO) htm
No hay comentarios:
Publicar un comentario