CAPÍTULO 6
Dios el Espíritu Santo
“Mas el
Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os
enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho” (Juan
14.26).
El Espíritu
Santo, así como el Hijo de Dios, existía eternamente antes que viniera al mundo.
El escritor inspirado apenas había empezado su descripción de la creación cuando
nos informó que “el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas”
(Génesis 1.2). El Antiguo Testamento se refiere al Espíritu Santo repetidas
veces, pero no lo vemos tan claramente sino hasta que llegamos al Nuevo
Testamento. Consideremos esto al examinar algunas evidencias bíblicas de su
personalidad divina.
La personalidad
del Espíritu Santo
Cristo se
refiere al Espíritu Santo como “otro Consolador” (Juan 14.16). Pero es evidente
que este Consolador no sólo es una influencia consoladora, pues Cristo
dijo: “Cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad”
(Juan 16.13). El Espíritu Santo, siendo Dios mismo (Hechos 5.3–4), nos guía a la
verdad. También él enseña (Juan 14.26) y da testimonio de la verdad (Juan 15.26)
como parte de las obras que muestran su personalidad.
Las obras del
Espíritu Santo
1.
Él inspiró las
escrituras
“Los santos
hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (2 Pedro
1.21). La Biblia entera fue dada por inspiración de Dios (2 Timoteo 3.16). Dios
derramó su Espíritu en las almas de los hombres que fueron elegidos para
escribir la Biblia, dándonos así la revelación divina.
2.
Él regenera al creyente
Como Jesús
fue engendrado por el Espíritu Santo, así también tiene que ser cada hijo de
Dios que será heredero del reino del cielo. Nacidos “del Espíritu” (Juan 3.5),
es la manera en que Jesús describe la relación entre el Espíritu Santo y los
hijos de Dios. “El Espíritu es el que da vida” (Juan 6.63). El Espíritu Santo,
quien obró juntamente con el Padre y el Hijo en la creación (Génesis 1.1–3),
todavía está obrando, trayendo vida a los muertos y transformando al vil pecador
en un “nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad”
(Efesios 4.24).
3.
Él mora en el creyente
Si usted es
un hijo de Dios su “cuerpo es templo del Espíritu Santo” (1 Corintios 6.19). En
el día de Pentecostés los discípulos fueron “todos llenos del Espíritu Santo”
(Hechos 2.4). En otras ocasiones el libro de los Hechos dice como los creyentes
estuvieron llenos del Espíritu Santo. Pablo escribió a los corintios: “¿No
sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?” (1
Corintios 3.16).
4.
Él llena el corazón del creyente con el
amor de Dios
“Y la
esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros
corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” (Romanos 5.5). Juan escribe
acerca de este amor diciendo: “el perfecto amor echa fuera el temor” (1 Juan
4.18).
5.
Él convence al mundo de
pecado
“Y cuando
él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio” (Juan 16.8).
El pecador bajo convicción simplemente siente el poder convencedor del Espíritu
Santo que le muestra la realidad de su condición. Dios ha provisto dos cosas
para traer a los pecadores al arrepentimiento: (1) el Espíritu Santo que
convence a la persona de su condición pecaminosa y (2) la conciencia, con sus
normas morales, que el Espíritu Santo usa para constreñir a la persona a
rendirse a Cristo. Cuando el Espíritu de Dios deja de contender con los hombres
rebeldes (Génesis 6.3) es evidencia de que el pecador endurecido tiene
“cauterizada” o quemada su conciencia (1 Timoteo 4.2).
6.
Él dirige a su pueblo
El Espíritu
Santo dirigió a Felipe a dirigirse al sur (Hechos 8). Allí se puso en contacto
con el eunuco etíope. El Espíritu Santo dirigió a la iglesia de Antioquía para
apartar a Bernabé y a Saulo como misioneros a los gentiles (Hechos 13). El
Espíritu Santo le impidió a Pablo y a sus colaboradores que predicaran en Asia
(Hechos 16). El Espíritu Santo guiará y dirigirá a los que andan “en el
Espíritu” todo el tiempo. Normalmente él no nos habla en una voz audible, sino
que nos recuerda acerca de la verdad que ya sabemos. Los puntos que aparecen a
continuación nos muestran igualmente cómo el Espíritu Santo nos
dirige.
7.
Él testifica del Hijo y guía a los
creyentes a toda la verdad
“Pero
cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de
verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí” (Juan
15.26). “Él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he
dicho” (Juan 14.26). “Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a
toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo
que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir” (Juan 16.13). La
unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, juntamente con el evangelio de
Cristo Jesús, se observa claramente en estos versículos. Hay personas que dicen
que han recibido “revelaciones del Espíritu Santo”, las cuales enseñan cosas
distintas de lo que enseña la palabra de Dios. Tales pretensiones contradicen
los versículos que acabamos de citar. La palabra de Dios y el Espíritu Santo
concuerdan en todo, porque Dios no puede contradecirse a sí
mismo.
8.
Él le da al creyente un discernimiento
espiritual de la Biblia
Los mismos
apóstoles no comprendieron todas las enseñanzas de Jesús acerca de su muerte y
resurrección. Ellos estaban confusos aun después que Cristo resucitó de los
muertos, y algunos dudaron hasta en el mismo momento de su ascensión (Mateo
28.17). Ellos mismos, después que habían recibido al Espíritu Santo en el día de
Pentecostés, entendieron y declararon las escrituras con gran claridad. Cuando
el Espíritu de Dios ilumina el corazón del hombre, la palabra de Dios se
convierte en un mensaje claro.
9.
Él confirma a los hijos de
Dios
“El
Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios”
(Romanos 8.16). “El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí
mismo” (1 Juan 5.10). El fruto del Espíritu da testimonio que el Espíritu Santo
mora en la persona (Gálatas 5.22–23).
10.
Él tiene parte en la santificación del
creyente
Los hijos
de Dios son santificados “por el Espíritu Santo” (Romanos 15.16). “Digo, pues:
Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo
de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos
se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis” (Gálatas 5.16–17). El
Espíritu Santo nos libra del dominio de la carne.
11.
Él comisiona a los creyentes para el
servicio
Cristo dijo
a sus discípulos que debían quedarse en la ciudad de Jerusalén hasta que fueran
investidos con poder desde lo alto (Lucas 24.49). Este poder vino el día de
Pentecostés cuando todos fueron llenos del Espíritu Santo y tres mil almas se
convirtieron y fueron bautizadas. Como evidencia del poder del Espíritu Santo en
la persona note el servicio eficaz de los que son completamente consagrados y
que sirven con el poder del Espíritu Santo. Los hombres comunes que se consagran
a Cristo son más útiles al Señor que los de más talentos naturales, pero de
menos consagración. El poder que proviene de la inteligencia, las habilidades o
la personalidad puede ser beneficioso, pero no se compara con el poder del
Espíritu Santo en la vida del cristiano que sirve a Dios. Es imposible vivir una
vida victoriosa y ganar almas para el Todopoderoso sin el poder del Espíritu
Santo.
Emblemas o
símbolos del Espíritu Santo
Podemos
conocer más acerca de la naturaleza del Espíritu Santo y apreciar más su obra
cuando notamos sus símbolos que están presentes en la palabra de Dios. A
continuación notemos algunos de estos símbolos:
· Agua (Juan 7.38–39). Este símbolo nos da
la idea que el Espíritu Santo refresca, da vigor y limpia el corazón humano. El
cristiano lo recibe libremente y lo puede tener en abundancia.
· Fuego (Hechos 2.3). El fuego nos da la
idea de que el Espíritu Santo ilumina, purifica, calienta, penetra y escudriña
“lo profundo de Dios” (1 Corintios 2.9–10).
· Viento (Hechos 2.2–4). El viento
simboliza el gran poder del Espíritu Santo. Este poder se manifiesta en la
restauración de la vida y del servicio. (Lea Ezequiel
37.9–14.)
· Una
paloma (Mateo 3.16). Cuando leemos que el Espíritu
Santo descendió como una paloma sobre la cabeza de nuestro bendito Señor
entonces pensamos en el carácter luminoso, pacífico y manso del Espíritu Santo.
Él no grita en las calles, sino más bien habla al corazón con una voz apacible y
delicada, pero eficaz.
· Lenguas repartidas (Hechos 2.2–11). Esto
nos hace recordar que el Espíritu Santo habla en lenguas para que todo pueblo en
toda región o época pueda entender, con tal que tengan fe en Dios y en nuestro
Señor Jesucristo.
Estos
símbolos aclaran la personalidad del Espíritu Santo a los que escuchan su voz y
lo reciben como el Espíritu del Dios viviente. Estos símbolos también nos
muestran las características de la gente en quien mora el Espíritu
Santo.
A quién es dado el
Espíritu Santo
La Biblia
dice que el Espíritu de Dios es dado:
· “A los
que se lo pidan” (Lucas 11.13)
· “A los
que le obedecen” (Hechos 5.32)
· A los
creyentes arrepentidos (Hechos 2.38)
· A los
que reciben a Cristo (Gálatas 3.5,14)
Aunque Dios
da su Espíritu Santo de forma gratuita y de buena gana, existen requisitos que
el hombre tiene que cumplir para poder recibirlo, de manera que sin éstos no lo
puede tener. Simón el hechicero estuvo dispuesto a pagar dinero para recibir el
poder del Espíritu Santo, pero Pedro lo reprendió en ese momento diciéndole que
su corazón no era recto con Dios. Pedro le dijo que estaba “en hiel de amargura
y en prisión de maldad” (Hechos 8.23). Dios desea ordenar la casa para que sea
la morada del Espíritu Santo, pero el hombre tiene que rendir su casa a Dios
antes que él pueda limpiarla (Romanos 12.1–2).
En pocas
palabras, si cumplimos las condiciones de la salvación también recibiremos el
don del Espíritu Santo (Hechos 2.38).
El fruto del
Espíritu Santo
Quizá la
obra más visible del Espíritu Santo es su fruto en la vida diaria de la persona.
Esto se ve claramente en el gran contraste que encontramos en Gálatas 5.19–23.
Primeramente se nos presenta una lista de “las obras de la carne”, y Pablo dice
que “los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios”. Luego se nos
da una lista del fruto del Espíritu Santo. Y se nos informa que “contra tales
cosas no hay ley”. Aquellos en quienes mora el Espíritu de Dios muestran el
siguiente fruto en su vida cristiana:
1. Amor: “En esto se
manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no hace
justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios” (1 Juan
3.10).
2. Gozo: “Y los discípulos estaban llenos de gozo y del
Espíritu Santo” (Hechos 13.52).
3. Paz: “Y la paz de
Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones” (Filipenses
4.7).
4. Paciencia:
“Soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor” (Efesios
4.2).
5. Benignidad: “Antes
sed benignos unos con otros, misericordiosos” (Efesios 4.32).
6. Bondad: “Vosotros
mismos estáis llenos de bondad” (Romanos 15.14).
7. Fe: “Esta es la
victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe” (1 Juan 5.4).
8. Mansedumbre:
“Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad”
(Mateo 5.5).
9. Templanza: “Todo
aquel que lucha, de todo se abstiene” (1 Corintios 9.25).
Según la
Biblia, cualquiera que manifiesta el fruto perfecto del Espíritu Santo en su
vida tiene el Consolador.
Fuente: elcristianismoprimitivo (PUNTO) com/doct6 (PUNTO) htm
Esta muy bien mea echo bien
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