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miércoles, 10 de abril de 2013

El lavatorio de los pies



Fuente: elcristianismoprimitivo (PUNTO) com/doct39 (punto) htm

Capítulo 39

El lavatorio de los pies

“Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis” (Juan 13.17).

El lavatorio de los pies fue instituido por Cristo. ¿Por qué será que él nos mandó a lavarnos los pies? ¿Será porque no le gustaban los pies sucios? No. Él nos mandó a que nos laváramos los pies los unos a los otros para enseñarnos unos principios muy básicos de la vida cristiana: la humildad, la igualdad y el servicio mutuo. Y eso es lo que Dios quiere que recordemos cuando nos lavamos los pies con los hermanos.

El Nuevo Testamento se refiere dos veces al lavatorio de los pies de los santos. La primera se encuentra en Juan 13.1–17, donde Jesús mostró a sus discípulos cómo deben lavarse los pies los unos de los otros. La segunda se encuentra en 1 Timoteo 5.10, donde menciona “si ha lavado los pies de los santos” como un requisito que deben cumplir las viudas antes de ser puestas en la lista de ayuda eclesiástica. Pero estos no son los únicos lugares en la Biblia donde leemos acerca del lavatorio de los pies. Veamos algunos pasajes del Antiguo Testamento.

Lavatorios del Antiguo Testamento

Hay dos tipos de lavatorios de pies mencionados en el Antiguo Testamento: (1) el lavatorio tradicional y (2) el lavatorio ceremonial.

1. El lavatorio tradicional

Esta práctica común se menciona en Génesis 18.4; 19.2; 24.32; 43.24 y 2 Samuel 11.8. Esta costumbre fue conocida en los días de Cristo, como es evidente por su reprensión a Simón: “Entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies” (Lucas 7.44). La costumbre en aquel tiempo era que los siervos lavaran los pies a las visitas. En nuestra cultura ya no existe esta costumbre.

2. El lavatorio ceremonial

El lavatorio ceremonial de los pies y las manos se menciona en Éxodo 30.17–21 y Éxodo 40.30–32. La primera cita tiene una lista de instrucciones específicas de Dios a Aarón y a sus hijos acerca de la ceremonia de purificación que tiene que ver con el lavatorio de las manos y de los pies. La segunda se refiere a la observancia de este mandamiento.

Al estudiar estos dos tipos de lavatorio de los pies, vemos un contraste fundamental. El primero fue una costumbre voluntaria comenzada sin mandamiento específico o autoridad divina y se terminó al pasar la costumbre. El segundo fue instituido por autoridad divina. Al dejar de practicar esta ordenanza se impuso un castigo, aunque la misma fue descontinuada solamente con la abolición de la ley ceremonial.

Analicemos Juan 13 para ver si lo que Jesús hizo fue por costumbre o si fue algo más.

Juan 13.1–17

1. El ejemplo del Maestro (vv. 1–5)

Jesús se levantó de la cena, se quitó su manto, tomó una toalla y se la ciñó, puso agua en un lebrillo y lavó los pies de sus discípulos. En esta ocasión el maestro lavó los pies a los discípulos. Fue contrario a la costumbre.

2. La conversación con Pedro (vv. 6–11)

Cuando Jesús llegó a Pedro, éste le preguntó qué hacía pues lo que él hacía no era según la costumbre. Entonces al decirle Jesús que aquello era algo que él no comprendería al momento, Pedro replicó: “No me lavarás los pies jamás”. Cristo le dijo: “Si no te lavare, no tendrás parte conmigo”. A Jesús le preocupaba algo más que una simple limpieza de los pies. Cuando Pedro entendió que este lavatorio tenía que ver con su relación con Cristo entonces él quiso que no le lavaran sólo los pies, sino también las manos y la cabeza. Y en esta ocasión Cristo tampoco le concedió su petición; él quiso lavarle solamente los pies.

3. La explicación (vv. 12–17)

Luego de haber confrontado a Pedro, Cristo siguió lavando los pies de los discípulos. Después de esto se quitó la toalla, se puso su manto, se sentó y empezó a explicarles lo que había hecho. Los alabó por haberlo reconocido a él como Maestro y Señor; y ya que él, el Maestro y Señor, había lavado sus pies, ellos también debían lavarse los pies los unos a los otros. Él les había dado este ejemplo con ese mismo propósito. Al final, Cristo les dijo que ya que sabían estas cosas y habían visto su ejemplo entonces ellos serían bienaventurados si las hacían.

Por qué llamar a esta práctica una ordenanza

1. No fue una costumbre antigua

Si lo hubiera sido, Cristo no le habría tenido que decir a Pedro: “Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora”. Fue algo nuevo. No había tal costumbre que uno del grupo se levantara de la cena para lavar los pies de todos los demás ni mucho menos que el más grande del grupo lo hiciera.

2. No fue para el aseo

Si este lavatorio hubiera sido para el aseo personal ellos se hubieran lavado al llegar a la casa antes de sentarse a la mesa. (Aunque entendemos que este lavatorio no fue para la limpieza física, se puede hacer una aplicación maravillosa de esto como símbolo de la limpieza del pecado.)

3. Fue instituida por autoridad divina

Jesús era el Señor, y claramente lo dijo a sus discípulos al explicarles lo que él había hecho cuando les dio esta ordenanza. Él mandó a los discípulos a practicarla. Entonces podemos notar en los versículos 14 y 15 que el lavatorio de los pies de los santos es un mandamiento bíblico y que Jesús lo instituyó para que los suyos siguieran su ejemplo.

Por qué debe ser practicado por todo creyente

1. Es una ordenanza cristiana

Es por eso que la misma debe tener el mismo reconocimiento que tienen todas las ordenanzas del Nuevo Testamento.

2. Hay una bendición para el que la practica

“Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis.” Esta bendición de Dios no es para desperdiciarla ni mucho menos ignorarla.

3. Es una de “todas las cosas” incluidas en la gran comisión

Toda iglesia cristiana tiene la gran comisión como su grito de combate. Pero mientras nuestro celo misionero se mantenga fuerte no debemos olvidar que una de las cosas que Cristo les mandó a sus discípulos fue que enseñaran a todas las naciones a que se lavaran los pies los unos a los otros.

4. Representa verdades espirituales

Las cosas más importantes que representa esta ordenanza son la humildad, la igualdad y el servicio mutuo. Para el hombre es normal y lógico ser orgulloso, vanidoso y egoísta. La ordenanza del lavatorio de los pies es un mandamiento que una congregación pronto deja de cumplir cuando el orgullo reina en la misma.

Es la voluntad de Dios que el rico y el pobre, el viejo y el joven, el educado y el indocto, el débil y el fuerte, todos se consideren iguales. Todos son hermanos y hermanas en la fe, miembros de la familia feliz de Dios que tienen paz entre sí y se sirven el uno al otro por amor. No hay nada que represente mejor esa condición en cualquier iglesia que la ordenanza humilde de lavar los pies de los santos.

“Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis” (Juan 13.17).


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