Capítulo 
28
La justificación
“Estando ya 
justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira” (Romanos 
5.9).
La 
justificación es la obra de Dios por la cual cada persona que cree en Jesucristo 
ya es justo delante de él, el juez supremo. Mientras que el “acusador de 
nuestros hermanos” (Apocalipsis 12.10) ejecuta sus artimañas satánicas para 
condenarlos ante Dios, el gran Juez dice: “Estos son míos. Ellos antes eran 
culpables, condenados, ajenos a los pactos de la promesa (Efesios 2.12), pero 
las cosas han cambiado. El precio de su redención ha sido pagado; ellos han 
aceptado las condiciones ofrecidas de misericordia, han sido limpiados por la 
sangre del Cordero de Dios y ahora son justos delante de mí.” Cristo ha sido 
“resucitado para nuestra justificación” (Romanos 4.25).
Cómo somos justificados
1.                 
Somos justificados por la 
gracia de Dios
Ya que 
somos “justificados gratuitamente por su gracia” (Romanos 3.24) no pretendemos 
que hayamos sido justificados por nuestros propios méritos, sino que le damos 
toda la gloria a Dios. La justificación es el don gratuito de Dios al hombre. 
“Dios es el que justifica” (Romanos 8.33). El hombre no la ha ganado ni 
merecido. La justificación de Dios nos hace estar eternamente obligados y 
agradecidos a él a causa de la deuda impagable que él pagó por 
nosotros.
2.                 
Somos justificados por la 
fe
Dios exige 
algo de nuestra parte para ponernos en contacto con su gracia. Dios “no hace 
acepción de personas” (Hechos 10.34); sin embargo, algunos son justificados 
delante de él mientras que otros no lo son. Por esto sabemos que tiene que haber 
algo que forme la base de tal división. Ese algo es la fe. La Biblia dice 
que “es justificado todo aquel que cree” (Hechos 13.39); que “el hombre es 
justificado por fe sin las obras de la ley” (Romanos 3.28) y que el Dios justo 
es “el que justifica al que es de la fe de Jesús” (Romanos 3.26). La fe traza la 
línea que divide entre los que están justificados y los que no están 
justificados. Según estas citas bíblicas resulta evidente que Dios, sin esperar 
a que la persona haga buenas obras, justifica a la persona tan pronto la misma 
reconoce su condición pecaminosa y cree en Cristo.
3.                 
La fe que justifica es perfeccionada por 
las obras
“¿Mas 
quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta? ¿No fue justificado 
por las obras Abraham, nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el 
altar? ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se 
perfeccionó por las obras? fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, 
cuando ofreció a su hijo” (Santiago 2.20–22).
Es cierto 
que cuando creemos en Cristo somos justificados gratuitamente por su gracia 
(Romanos 3.24) y nuestra fe es contada por justicia (Romanos 3.20–25). Pero esta 
fe que justifica también abre la puerta del corazón para que Cristo entre. 
Cristo mora en el corazón de cada persona justificada y allí obra una justicia 
que se ve en la vida de la persona. Estas obras justas son las que perfeccionan 
la fe. Si una persona profesa tener fe, pero no rinde buenas obras entonces su 
fe es incompleta y sin valor para justificarle.
Las obras 
de la persona justificada no son perfectas porque la persona es siempre humana. 
No debemos juzgar de repente a nadie si vemos una falta o un pecado en su vida. 
¿Acaso la misma busca crecer en Cristo? ¿Recibe la corrección de Dios y de los 
hermanos? Estas también son obras que perfeccionan la fe.
Algunos 
piensan que las enseñanzas de Pablo y de Santiago relacionado con el tema de la 
fe y las obras se contradicen. Pero las escrituras no apoyan tal conclusión. La 
idea principal de los escritos de Pablo es que el que cree es justificado, 
mientras que la idea principal de Santiago es que si no hacemos las obras de 
Dios esto prueba que la fe que profesamos no es genuina. La fe que justifica 
ante Dios es la “fe que obra” (Gálatas 5.6). Las obras producidas por la fe viva 
pueden ser vistas por los hombres.
4.                 
Somos justificados por la 
sangre de Cristo
Todos los 
sacrificios ofrecidos bajo la ley eran figuras y sombras que señalaban a Cristo 
(Hebreos 7–10). Dios declara que “por las obras de la ley ningún ser humano será 
justificado” (Romanos 3.20) y que nosotros somos “justificados en su sangre” 
(Romanos 5.9). Comparando estas declaraciones con otros versículos que enseñan 
la justificación por fe, concluimos que todos los que tienen fe en la sangre de 
Jesucristo son justificados delante de Dios.
Lo 
que la justificación significa para nosotros
1.                 
Significa obediencia a 
Dios
Sólo los 
que acuden a Dios en obediencia son justificados (Romanos 2.13). Con relación a 
la actitud de Dios hacia la obediencia, lea 1 Samuel 15.22–23 y Hebreos 2.1–3. 
El evangelio de Cristo no da ninguna seguridad de justificación a los 
desobedientes. (Lea Efesios 5.5–7.)
2.                 
Significa libertad de la 
condenación
“¿Quién 
acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica” (Romanos 8.33). Aun 
“el acusador de nuestros hermanos” (Apocalipsis 12.10) no puede prevalecer 
contra el cuidado de Dios para con los suyos. (Lea Romanos 
8.1–2.)
3.                 
Significa paz con 
Dios
“Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio 
de nuestro Señor Jesucristo” (Romanos 5.1). (Lea también Efesios 
2.14.)
4.                 
Significa salvación 
eterna
“Pues 
muchos más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la 
ira” (Romanos 5.9). Podemos tratar de justificarnos a nosotros mismos o nuestros 
amigos pueden tratar de justificarnos, pero sólo los que son justificados por la 
sangre y la fe de nuestro Señor Jesucristo pueden tener derecho a la salvación 
eterna que solamente Jesucristo puede dar.
5.                 
Significa una herencia 
eterna
“Para que 
justificados por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza 
de la vida eterna” (Tito 3.7). Ser coheredero con Cristo es el privilegio más 
grande del cristiano.
6.                 
Significa ser 
glorificado
“Y a los 
que justificó, a éstos también glorificó” (Romanos 8.30). Él ya sabe quiénes 
resucitarán justificados y por esto se puede decir que ya los glorificó. La 
salvación, la herencia y ser glorificados... todo esto pertenece a los hijos de 
Dios, los que han cumplido con las condiciones para ser justificados por 
él.
Fuente: elcristianismoprimitivo (PUNTO) com/doct28 (PUNTO) htm
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