Capitulo 45
La oración
“Orad sin 
cesar” (1 Tesalonicenses 5.17).
“Quiero, pues, 
que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin ira ni 
contienda” (1 Timoteo 2.8).
La 
oración le es tan natural y necesaria al cristiano como la respiración. Ningún 
cristiano puede permanecer vivo espiritualmente por mucho tiempo sin la oración, 
así como un hombre no puede vivir por mucho tiempo bajo el agua. El que profesa 
ser cristiano y no tiene una comunión íntima con Dios por medio de la oración, 
es cristiano sólo de nombre.
¿Por qué orar?
1.                 
Dios lo 
ordena
Tales 
amonestaciones como: “Orad sin cesar”; “Dad gracias en todo”; “Velad y orad” y 
“Orad al Padre” son muy numerosas en la Biblia. Nadie puede ser obediente a Dios 
sin vivir una vida llena de oración.
2.                 
Es la puerta de entrada a 
muchas bendiciones
El 
Espíritu Santo es dado “a los que se lo pidan” al Padre (Lucas 11.13). Se le 
promete poder espiritual al que ora con toda sinceridad (Marcos 9.29). Y además, 
“la oración de fe salvará al enfermo”, porque la “oración eficaz del justo puede 
mucho” (Santiago 5.15–16). En vista de que Dios oye y contesta la oración de fe 
sabemos que todo lo que se puede incluir en la oración de fe está a la 
disposición de aquellos quienes de corazón buscan al Señor por medio de la 
oración (Mateo 21.22; Marcos 11.24; Juan 11.22).
3.                 
Nos ayuda a crecer 
espiritualmente
Cualquiera que ora, habla con el Señor. Cualquiera que habla con el 
Señor está en su presencia; y mientras más tiempo esté con él, más será como él. 
“Nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del 
Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el 
Espíritu del Señor” (2 Corintios 3.18). ¿Ha visto usted a alguno que pasa mucho 
tiempo con el Señor en oración sincera y ferviente que no crece espiritualmente? 
Por otro lado, ¿ha visto usted a alguien que no está acostumbrado a la 
oración que sea espiritual? ¿Verdad que no? Pasar tiempo con Dios en la oración 
nos ayuda a crecer a su imagen.
4.                 
Nos protege del poder del 
diablo
Imaginemos a Cristo y a los apóstoles en el Huerto de Getsemaní. 
Mientras están entrando al huerto algunos discípulos se quedan cerca a la 
orilla, tres le acompañan al interior al tiempo que él va aún más adentro y se 
arrodilla en oración. Volviéndose a sus discípulos, él los encuentra ya 
dormidos. Les pregunta: “¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora? Velad 
y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está 
dispuesto, pero la carne es débil” (Mateo 26.40–41). Cristo vuelve a los 
discípulos un total de tres veces y cada vez los encuentra durmiendo. ¿Acaso 
debemos sorprendemos que en el momento de la prueba Cristo la soporta y los 
discípulos no?
Por ser 
el Mesías, Jesús sabía que necesitaba esa comunión constante con su Padre, el 
cual le daba fuerza en cada tentación y prueba. Al igual que Cristo, mientras 
más íntima sea nuestra comunión con el Padre tanto más frecuente y ferviente 
serán nuestras oraciones y seremos también más fuertes espiritualmente. 
¡Aprendamos esa lección de él! El diablo está obrando cada día más para invadir 
la vida de los que creen en el Señor. Si a diario queremos vivir en victoria, 
oremos como nos enseñó Cristo.
5.                 
Es indispensable para recibir 
poder
Cristo, 
al hablar acerca de echar fuera a cierto tipo de espíritu inmundo, dijo: “Este 
género con nada puede salir, sino con oración y ayuno” (Marcos 9.29). Veamos 
también acerca del poder dado a los discípulos en cierta ocasión: “Cuando 
hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron 
llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios” (Hechos 
4.31). El hecho de que Dios ha prometido escuchar y contestar las oraciones de 
su pueblo nos asegura su poder el cual está al alcance de aquellos que mantienen 
un contacto vivo con él por medio de la oración.
6.                 
Trae plenitud de 
gozo
¿Qué fue 
lo que les trajo gozo a los discípulos en la casa de María cuando Pedro fue 
librado de la cárcel? Ellos habían orado fervientemente y sus oraciones fueron 
contestadas. Nunca debemos olvidar que la oración no sólo es un deber cristiano 
y una protección del poder del diablo, sino también es un manantial de sumo gozo 
para todos los santos de Dios, un gozo que no se puede obtener de ninguna otra 
manera.
Las oraciones que Dios contesta
Hasta 
aquí hemos dado por sentado que Dios contesta nuestras oraciones y que lo hace 
de una manera personal. La promesa de Dios es segura: “Todo lo que pidiereis en 
oración, creyendo, lo recibiréis” (Mateo 21.22). La Biblia contiene muchos 
ejemplos de oraciones contestadas y hoy muchos de nosotros tenemos un testimonio 
vivo de oraciones contestadas. La única cosa que necesitamos considerar son las 
condiciones para que sean contestadas las oraciones.
Podemos 
esperar confiadamente la respuesta a nuestras oraciones:
1.                 
Si oramos según su 
voluntad
“Y esta 
es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su 
voluntad, él nos oye” (1 Juan 5.14). Santiago ofrece el mismo concepto, de forma 
negativa, cuando dice: “Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en 
vuestros deleites” (Santiago 4.3). Mucho de lo que se llama oración no es nada 
más que una expresión de egoísmo o quizá elocuencia para ser escuchado por los 
hombres en vez de Dios.
2.                 
Si oramos con 
fe
“Pida con 
fe, no dudando nada” (Santiago 1.6). “Y todo lo que pidiereis en oración, 
creyendo, lo recibiréis” (Mateo 21.22). Otra vez la promesa es segura sobre la 
condición de que la oración sea con fe, “creyendo”. “Es necesario que el que se 
acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan” 
(Hebreos 11.6). Muchas oraciones son en vano porque se ofrecen sin fe en el 
poder de Dios.
3.                 
Si obedecemos su 
voluntad
Cristo 
oró: “Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo 
quiero, sino como tú” (Mateo 26.39). Esa fue una oración de sumisión y 
obediencia.
En 
Proverbios dice: “El que aparta su oído para no oír la ley, su oración también 
es abominable” (28.9). Dios no oye las oraciones de los que se apartan de él en 
desobediencia.
Muchos 
preguntan: ¿Acaso Dios escucha las oraciones de los pecadores? Eso depende de 
qué tipo de oración sea la misma. Si es una oración de arrepentimiento, Dios por 
supuesto que la escucha. De otra manera, sería la oración del rebelde o del 
hipócrita la cual Dios no escucha.
4.                 
Si oramos con 
fervor
Un grupo 
de niños juega en el patio. Luego uno de ellos, viendo a su madre, le dice: 
“Mamá, tengo hambre; deme un pedazo de pan” y sigue jugando como si no hubiera 
dicho nada. También la madre se queda como si él no hubiera dicho nada. Quizá el 
niño ya no piense más en lo que pidió o, pensándolo, tendrá muy poca esperanza 
de recibir el pan. Por otro lado, si en realidad él tiene hambre y cree que su 
madre le dará el pan, si es que ella sabe que él realmente lo quiere o lo 
necesita, él puede llegar a pedírselo y ella se lo dará.
Esta es 
una ilustración de lo que pasa cuando oramos. El Padre celestial, como nuestros 
padres terrenales, está dispuesto a escuchar todas nuestras peticiones y darnos 
lo que él sabe que es bueno para nosotros. Si entregamos nuestra vida a Dios, 
juntamente con nuestras peticiones, y oramos con fe, creyendo que nuestras 
oraciones serán escuchadas y contestadas entonces él las contestará. Puede ser 
que él conteste inmediatamente, como Cristo lo hizo cuando la gente vino a él 
para suplicarle favores, o puede ser que se tenga que perseverar en la oración, 
como la viuda tuvo que perseverar en traer sus demandas ante el juez (Lucas 
18.1–8). Nuestras oraciones deben ser constantes y con fe, sin importar si Dios 
contesta las mismas de inmediato o si tarda en contestarlas.
5.                 
Si estamos dispuestos a poner 
de nuestra parte
En 
Santiago 2.15–18 vemos el ejemplo de alguien a quien le vienen suplicando algo. 
Él les contesta diciendo: “calentaos y saciaos”, y así los despide sin darles 
algo con lo que pudieran calentarse y saciarse. Si oramos con una actitud así no 
se logrará nada. Dios no sólo quiere que oremos, sino también quiere que estemos 
dispuestos a hacer lo que él manda a fin de que sean contestadas estas 
oraciones.
Más reflexiones sobre la oración
1.                 
La oración debe ser sencilla 
y directa
La 
oración modelo de Jesús es el modelo perfecto de esta clase de oración (Mateo 
6.9–13). Las enseñanzas de Cristo que preceden y siguen esta oración nos 
deberían enseñar de qué manera debemos orar. Cristo prohíbe las “vanas 
repeticiones”. Aun en la oración pública debemos dirigir nuestra oración a Dios 
y no a la gente que nos escucha. Dios no necesita la elocuencia ni las oraciones 
largas para convencerlo de que somos sinceros. Todas nuestras oraciones deben 
brotar de un corazón de fe. Debemos dirigir todas nuestras oraciones a Dios, ya 
sea o no para que otras personas nos escuchen.
2.                 
Debemos orar por toda la 
humanidad
(Posiblemente la única excepción a esto se encuentra en 1 Juan 
5.16.) Pablo aconseja que se hagan súplicas y oraciones “por todos los hombres” 
(1 Timoteo 2.l). La Biblia nos enseña a orar por los fieles y los pecadores, 
especialmente por aquellos que están en posiciones de autoridad y 
responsabilidad (Efesios 6.18–19; Filipenses 1.8–9; Colosenses 4.3; 1 
Tesalonicenses 5.25; 2 Tesalonicenses 1.11; 3.1; 1 Timoteo 2.1–2, 
8).
3.                 
Debemos orar con corazones 
llenos de amor y con un espíritu perdonador
La 
oración de Cristo en la cruz y la de Esteban en el tiempo de su martirio son 
ejemplos de cómo debemos orar por los enemigos. Cristo dijo: “Si perdonáis a los 
hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; 
mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os 
perdonará vuestras ofensas” (Mateo 6.14–15). La oración aceptable no se mezcla 
con la malicia.
4.                 
La oración frecuente y 
ferviente pertenece a la vida cristiana
¿Ha 
notado usted cuántas veces se encuentran en la Biblia frases como éstas: “Orad 
sin cesar”, “Velad y orar”, “Orad por nosotros”? La oración es el aliento del 
cristiano. Cuanto más profunda sea nuestra vida espiritual, tanto más 
respiraremos. ¿Cómo una persona que profesa tener una fe viva en Dios puede 
vivir sin pasarse mucho tiempo en oración y aun así afirma que se preocupa por 
la causa de Cristo y el bienestar del hombre? He aquí sólo unas pocas cosas de 
las muchas que se pueden recordar en las oraciones diarias: su propia familia, 
los enfermos en su comunidad, sus pastores, las pruebas y tentaciones que usted 
y otros enfrentan.
5.                 
Es necesario que haya un buen 
orden en la oración
La 
quietud y la reverencia son dos factores importantes en la oración. Recordemos 
que al orar estamos hablando con Dios. Para evitar la confusión que hay cuando 
muchos oran al mismo tiempo en voz alta, las oraciones de la congregación deben 
ser dirigidas por una sola persona a la vez. No debemos permitir que exista 
ningún obstáculo entre nosotros y Dios. Las cabezas de las mujeres deben estar 
cubiertas (1 Corintios 11.4–6). Debemos recordar también que las manos que se 
elevan en oración deben ser “manos santas” (1 Timoteo 2.8).
La 
postura que adoptamos al orar es importante. Aunque en la Biblia aparecen 
algunos casos donde la gente se puso de pie para orar, en la mayoría de los 
casos se arrodillaban ante el Señor y a veces se postraban sobre sus rostros 
(Salmo 95.6; Números 16.22; 2 Crónicas 6.13). El sólo hecho de inclinar la 
cabeza no armoniza con la reverencia y humildad que deberían caracterizar toda 
oración verdadera. En las escrituras también encontramos que muchas personas se 
arrodillaron cuando oraron: Salomón en la dedicación del templo (1 Reyes 8.54), 
Daniel bajo una carga pesada (Daniel 6.10), Jesús en Getsemaní (Lucas 22.41), 
Esteban en el tiempo de su martirio (Hechos 7.60) y Pablo antes de partir 
(Hechos 21.5). Todo cristiano humilde debe decir: “Doblo mis rodillas ante el 
Padre” (Efesios 3.14).
6.                 
Cultos de 
oración
Resulta 
muy provechoso que los cristianos se reúnan para orar, pero debe ser en un 
espíritu de adoración. La Biblia menciona varios cultos de oración donde se 
manifestó el gran poder de Dios (Hechos 1.12–14; 4.23–31; 12.5, 12). Cuando los 
creyentes oran con sinceridad, pensando y sintiendo de la misma manera, ellos se 
gozan al hablar con el Señor.
7.                 
El poder de la oración 
privada
La 
oración pública fue practicada en el tiempo de los apóstoles y la misma debería 
ser practicada hoy también. Pero la prueba de fuego no está en la oración 
pública, sino en las oraciones privadas donde solamente Dios escucha. Los 
hombres han orado con elocuencia en público y sin tener la más mínima fe ni 
reverencia. Sin embargo, el que ora en secreto sin tener ningún motivo especial, 
tan sólo traer sus peticiones al Señor, el mismo será escuchado en el cielo. 
“Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre 
que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público” 
(Mateo 6.6).
La 
oración es el poder que mueve la mano que gobierna al mundo. Quienquiera que 
viene ante Dios orando con sinceridad, fe y perseverancia toca el brazo de Aquél 
a quien todas las cosas le son posibles. Hay montañas de dificultades por todas 
partes, mas por medio del poder de Dios son movidas por la oración de fe (Mateo 
17.20–21). En las cámaras secretas del corazón, donde nadie podrá impedir que 
nos acerquemos a Dios en oración, hay grandes fortalezas que el diablo no podrá 
destruir, porque “para Dios todo es posible”.
“Dulce 
oración, dulce oración,
De toda influencia mundanal
Elevas tú mi corazón
Al tierno Padre celestial.
¡Oh, cuántas veces tuve en ti
Auxilio en ruda tentación,
Y cuántos bienes recibí
Mediante ti, dulce oración!
De toda influencia mundanal
Elevas tú mi corazón
Al tierno Padre celestial.
¡Oh, cuántas veces tuve en ti
Auxilio en ruda tentación,
Y cuántos bienes recibí
Mediante ti, dulce oración!
“Dulce 
oración, dulce oración,
Que aliento y gozo al alma das,
En esta tierra de aflicción
Consuelo siempre me serás.
Hasta el momento en que veré
Las puertas de la nueva Sion,
Entonces me despediré
Feliz, de ti, dulce oración.”
Que aliento y gozo al alma das,
En esta tierra de aflicción
Consuelo siempre me serás.
Hasta el momento en que veré
Las puertas de la nueva Sion,
Entonces me despediré
Feliz, de ti, dulce oración.”
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