Capítulo 46
La obediencia
“Ciertamente 
el obedecer es mejor que los sacrificios” (1 Samuel 15.22).
“Si me amáis, 
guardad mis mandamientos” (Juan 14.15).
Hay dos 
tipos de obediencia: (1) la que los hombres, los ángeles y la naturaleza deben a 
Dios y (2) la que los hombres deben para con los hombres. La obediencia también 
es voluntaria u obligatoria, completa o parcial, sin entusiasmo o de todo 
corazón.
A quién se debe obedecer
1.                 
“A Dios” (Hechos 
5.29)
Según el 
testimonio de los apóstoles, la obediencia es nuestro deber supremo. Juan enseña 
que es una prueba de que conocemos a Dios (1 Juan 2.3–4), y Cristo dice que sólo 
así podemos ser sus amigos (Juan 14.15; 15.14). Salomón resumió nuestro deber de 
la siguiente manera: “El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y 
guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre” (Eclesiastés 
12.13).
2.                 
“Hijos, obedeced en el Señor 
a vuestros padres” (Efesios 6.1)
Este es 
“el primer mandamiento con promesa”. La Biblia ofrece cuatro motivos para 
obedecer este mandamiento: (1) “esto es justo”, (2) “para que te vaya bien”, (3) 
para que “seas de larga vida sobre la tierra” y (4) “porque esto agrada al 
Señor”. La obediencia a los padres nos prepara para ser más útiles a Dios y a 
nuestro prójimo.
3.                 
“Obedeced (...) a vuestros 
amos terrenales” (Colosenses 3.22)
Esto lo 
hacemos, “no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino 
con corazón sincero, temiendo a Dios”.
4.                 
“Que se sujeten a los 
gobernantes” (Tito 3.1)
En otras 
palabras: “Sométase toda persona a las autoridades superiores” (Romanos 
13.1).
5.                 
“Obedeced a vuestros 
pastores, y sujetaos a ellos” (Hebreos 13.17)
“Os 
rogamos, hermanos, que reconozcáis a los que trabajan entre vosotros, y os 
presiden en el Señor, y os amonestan; y que los tengáis en mucha estima y amor 
por causa de su obra” (1 Tesalonicenses 5.12–13).
La 
sumisión a la autoridad, ya sea la del hogar, la del gobierno o la de la 
iglesia, es una de las bases fundamentales de la vida cristiana. Hay gozo y 
poder en esta virtud cristiana de sumisión que nadie con un corazón altivo y 
espíritu rebelde podrá conocer.
Lo que incluye la obediencia a Dios
Los que 
obedecen a Dios son sumisos a:
1.                 
La voz de 
Dios
“Escuchad 
mi voz, y seré a vosotros por Dios” (Jeremías 7.23). Es esta la voz que Noé oyó 
cuando edificó el arca (Génesis 6); que Abraham oyó cuando dejó su hogar y 
parentela y empezó a caminar hacia la tierra prometida (Génesis 12.1–5) y que 
Moisés oyó cuando él aceptó la tarea de librar al pueblo de la esclavitud (Éxodo 
4). En nuestra época Dios no ha hablado tanto en una voz audible, sino por los 
medios que mostramos a continuación.
2.                 
El Hijo de 
Dios
Dios nos 
manda diciendo: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd” 
(Mateo 17.5). En la época actual Dios nos está hablando “por el Hijo” (Hebreos 
1.2). Por eso “mirad que no desechéis al que habla” (Hebreos 12.25) cuando él 
dice: “Si me amáis, guardad mis mandamientos” (Juan 14.15).
3.                 
El Espíritu de 
Dios
Esteban 
les recordó a los fariseos la condenación que les sobrevendría porque resistían 
al Espíritu Santo tal y como sus padres habían hecho (Hechos 7.51). Es el 
Espíritu de Dios el que nos guiará a toda la verdad (Juan 16.13). Dios nos habla 
por medio de nuestros ruegos y bajo la dirección del Espíritu 
Santo.
4.                 
La palabra de 
Dios
Dios nos 
dirige a la salvación y nos muestra su carácter y su voluntad por medio de su 
palabra. En vano pensamos que estamos bien con Dios si no obedecemos su palabra 
(Juan 14.15; 15.14; Santiago 1.22–25; 1 Juan 2.3–4).
5.                 
La iglesia de 
Dios
La 
palabra de Dios es el mensaje de Dios al hombre y la iglesia de Cristo es la 
institución por medio de la cual se lleva este mensaje al mundo (Mateo 
28.18–20). Dios quiere hablarnos por medio de su iglesia. Cristo nos muestra la 
autoridad que ha dado a la voz de la iglesia cuando dijo: “Si no oyere a la 
iglesia, tenle por gentil y publicano” (Mateo 18.17–18).
Los resultados de la obediencia
1.                 
Recibimos las bendiciones de 
Dios
Dios da 
su Espíritu Santo “a los que le obedecen” (Hechos 5.32). La obediencia es 
esencial para tener una buena relación con Dios (Juan 15.14; 1 Juan 2.3–4). Fue 
la obediencia (de Cristo) la que hizo posible nuestra justificación (Romanos 
5.19). En pocas palabras, todas las bendiciones del evangelio son para los 
obedientes y la Biblia promete sólo maldición a los 
desobedientes.
2.                 
Nos dirige a una vida 
santa
Por medio 
de la obediencia a Dios viajamos en la senda de justicia; si obedecemos al 
mundo, viajamos en las sendas del pecado. La verdad, la justicia, la rectitud y 
la piedad se hallan en la senda de obediencia a Dios.
3.                 
Heredamos la gloria 
venidera
Los que 
cumplen la voluntad de Dios tendrán bendición eterna en lugar de condenación 
eterna (Mateo 7.21–29; 2 Tesalonicenses 1.7–9). En cierta ocasión Jesús le dijo 
a un joven: “Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos” (Mateo 
19.17).
Más 
consideraciones
1.                 
La obediencia es una 
condición del corazón
“Jehová 
mira el corazón” (1 Samuel 16.7). Fue la obediencia de corazón (Romanos 6.17) la 
que les trajo a los hermanos romanos la recomendación que merecían. La 
obediencia que no nace del corazón no tiene mérito.
2.                 
El corazón obediente produce 
obediencia visible
¿Cómo 
Pablo sabía que los romanos eran obedientes de corazón? Él lo vio reflejado en 
sus obras. La condición del corazón se manifiesta tarde o temprano. Cristo dijo 
que conoceremos a las personas por sus frutos (Mateo 7.16–20).
3.                 
La desobediencia a Dios trae 
castigo eterno
Pablo 
escribe que cuando el Señor Jesucristo se manifieste en llama de fuego él va a 
“dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio 
de nuestro Señor Jesucristo” (2 Tesalonicenses 1.7–9).
4.                 
El que desobedece en una sola 
cosa es rebelde ante los ojos de Dios
Todo el 
género humano cayó bajo la maldición del pecado a causa de una sola 
desobediencia (Génesis 3.1–6; Romanos 5.12); a Moisés le fue negada la entrada a 
la tierra prometida a causa de una sola desobediencia (Deuteronomio 32.50–52); 
Uza fue castigado con la muerte a causa de una sola desobediencia (2 Samuel 
6.6–7). Santiago dice: “Cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en 
un punto, se hace culpable de todos” (Santiago 2.10). Los criminales, como 
regla, no son castigados por haber cometido muchísimos crímenes, sino por haber 
sido declarados culpables de un solo crimen. Quienquiera que desobedece 
voluntariamente a Dios en una sola cosa es culpable de rebelión contra él sin 
importar cuántas buenas cualidades tenga. El moralista que se jacta en su 
benignidad será sentenciado a la eterna separación de Dios al igual que el 
pecador más vil, porque no obedece al evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Ni 
las grandes obras ni la benignidad humana tendrán valor ante Dios cuando llegue 
la hora de comparecer ante el tribunal de Cristo.
5.                 
Toda la obediencia la debemos 
a Dios, no importa quién esté a favor o en contra
“Cada uno 
de nosotros dará a Dios cuenta de sí” (Romanos 14.12). Noé y su familia hubieran 
sido necios si se hubieran quedado fuera del arca al ver que nadie más quiso 
entrar. Hubiera sido una gran tontería si Daniel y sus tres compañeros hubieran 
dejado sus convicciones al ver que ninguna otra persona hizo lo que ellos 
hicieron. Debemos hacer de buena voluntad todo lo que Dios quiere que hagamos, 
aunque seamos los únicos en la tierra que lo hacemos. La obediencia parcial no 
trae bendición. Debemos hacer todo lo que Dios nos diga (Juan 
2.5).
6.                 
La obediencia significa negarse a sí 
mismo
Para 
obedecer a Cristo tenemos que negarnos a nosotros mismos. Cristo dijo: “Si 
alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y 
sígueme” (Lucas 9.23). Ningún hombre obedece a Cristo a menos que someta a Dios 
su voluntad, sus deseos y todo cuanto tenga. “Los que son de Cristo han 
crucificado la carne con sus pasiones y deseos” (Gálatas 
5.24).
Obedecer significa someterse, o sea, 
sacrificar lo que nos agrada para poder agradar a Dios. Podemos obedecer sólo 
cuando estamos dispuestos a sacrificar los intereses propios y cualquier deseo 
que se oponga a los planes y propósitos de Dios (Romanos 
8.1–2).
Algunas 
personas están dispuestas a obedecer a Dios con tal que eso no se oponga a sus 
propios deseos. Otros niegan algunos deseos carnales, pero sólo para recibir 
gloria. Si queremos ser hijos de Dios, tendremos que negarnos a nosotros 
mismos... y obedecer a Dios.
Fuente: elcristianismoprimitivo (PUNTO) com/doct46 (PUNTO) htm
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